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Los desafíos post Irak

Tal cuestión me parece absolutamente secundaria cuando se trata de proteger a potenciales víctimas en conflictos y perseguir a los responsables de dichos crímenes, sean de guerra o de lesa humanidad. Ä„Prioridad señores, cuál es su prioridad!


El siglo XX se caracterizó, entre otras cosas, por ser el período de las más cruentas guerras y de la muerte de millones de civiles. Junto con la evidencia de la crueldad y la falta de humanidad fuimos capaces de articular las bases políticas y éticas que marcarían los umbrales mínimos de la convivencia humana a futuro. Sobre la base de la colaboración y cooperación entre los Estados se fue enriqueciendo el Derecho Internacional hasta el punto de crearse un orden público internacional basado en los derechos humanos y el derecho humanitario que han dado respiro a las víctimas a la vez que mayores certezas a las generaciones futuras. A ritmo lento, a veces muy lento, el sistema de Naciones Unidas ha logrado ir generando consensos, los que, uno tras otro se han visto reflejados en un conjunto de tratados, pactos y convenciones que ponían como centro de todo a las personas y su dignidad.



Pasar de la noción de guerra justificada a la de que toda guerra es ilegal implicó deponer los intereses propios de los Estados por una paz mundial que revertía en beneficio de todos; así mismo la creación de instancias jurisdiccionales a nivel internacional ha tenido un efecto disuasivo en aquellos que creían que el haber ejercido el poder les garantizaba la más total impunidad. Las Naciones Unidas, pese a los problemas que en el pasado la aquejaron y que todavía la aquejan, había sido la mejor forma de ir generando una cultura global de hermandad.



La administración Bush se ha encargado de poner ese legado en cuestión. Ha repuesto la idea de la fuerza unilateral y los intereses propios, como los motores de la política internacional de los Estados Unidos, obligando a los Estados a optar entre estar «con ellos o contra ellos». Estos, pareciera que aún no logran salir de su asombro y mientras tratan, a través de negociaciones, ires y venires, de devolverle el poder a Naciones Unidas, las nuevas amenazas de los «halcones» se dirigen ya hacia los vecinos del invadido Irak.



De otro lado, como otra cara de la misma moneda, la explosión indignada de una ciudadanía global a favor de la paz y del respeto a los derechos humanos, hablan de que no todo es en vano y que sí hemos avanzado. La convicción de que toda guerra es un atentado a todos y todas nosotros/as, es el producto de un aprendizaje doloroso extraído de las guerras mundiales en Europa, de las dictaduras que azotaron a América Latina y de los conflictos étnicos en los balcanes, y en Ruanda y nos han permitido encontrarnos mas allá de las fronteras geopolíticas para señalar que nada justifica lo que estamos viviendo y presenciando en la televisión diariamente y que, al contrario, lo que están viviendo las mujeres, niños y niñas iraquíes es problema nuestro. Esta ciudadanía global, aún desorganizada y sin el suficiente eco en las instancias internacionales es hoy la garantía de permanencia de ese legado ético-jurídico y marco en torno al cual serán evaluados los Estados.



Chile ha logrado evadir, no sin costo, la primera definición. Sin embargo, a futuro y tomando en cuenta que los Estados Unidos están dispuestos a establecer un nuevo orden internacional donde el multilateralismo que caracterizó los foros internacionales, en particular cuando se refieren a derechos humanos o derecho humanitario, no es bienvenido, la pista se pondrá más difícil. Baste recordar lo que sucedió en relación a la Corte Penal Internacional y el trabajo incesante del gobierno norteamericano por evitar, primero, su entrada en vigencia, y luego con la presión ejercida a los Estados para suscribir acuerdos bilaterales que los sustraigan de la competencia de este tribunal. Es de esperar que sigamos el camino que desde el 90 caracterizó al Estado chileno en materia internacional, esto es, su irrestricto apego y defensa al marco del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.



* Corporación de Desarrollo de la Mujer La Morada, Grupo Iniciativa Mujeres

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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