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Adiós al Cacique Lincomán


A los 83 años nos deja uno de los Lonkos ancestrales más importantes del Pueblo Mapuche Huilliche, don Carlos Orlando Lincomán Lincomán, oriundo de Compu, una hermosa y sufrida localidad rural de Quellón, en el sur de Chile. Tuve la oportunidad de conocerle en tiempos de la dictadura militar, en los inicios de los años 80, en unos trabajos voluntarios de organismos de Derechos Humanos. Impresionaba el contraste entre la fragilidad de su físico y la fuerza e intensidad de sus ideas y de su lucha por los derechos de sus hermanos, sus queridos peñis y lamgen. Sentados alrededor de un fogón, don Carlos Lincomán nos hablaba de sus ancestros, de sus hierbas naturales, de su amor por la tierra y de su dolor por el sufrimiento de sus hermanos indígenas, en esos años acosados por la represión militar. En Compu trabajamos en la construcción de una sede comunitaria, hecha a pulso, entre voluntarios y familias indígenas locales. Aún conservo las fotografías en blanco y negro que recojen el testimonio de esos días.



Tiempo después, cuando desempeñé el cargo de Director Nacional de la Conadi, tuve varios momentos de encuentro con don Carlos Lincomán, quien presidía el Consejo de Presidentes de las Comunidades Indígenas de la Buta Hualpi Chilhué, la más importante representación social del mundo Huilliche. Su trabajo y su compromiso con la causa indígena lo tenían permanentemente ocupado en giras locales e internacionales; en reuniones formativas con sus hermanos; en gestiones ante autoridades de todo tipo, granjeándose en todo lugar el reconocimiento y el aprecio de cuantos le conocieron.



También conocimos sus luchas: la más importante, por el restablecimiento democrático y sus esperanzas puestas en el Pacto de Nueva Imperial y la nueva Ley Indígena. Conocimos de sus esfuerzos por impulsar un importante programa de salud intercultural en Chiloé, que hoy cuenta con un enorme prestigio internacional. También lo recordamos por su lucha a favor de los derechos territoriales de su pueblo Huilliche y de su tenaz oposición a proyectos de compañías internacionales que pretendían alterar tales derechos.



La vida del Cacique Lincomán, como para muchos indígenas de Chile, no fue fácil. Hijo único de madre soltera, Carmen Lincomán, enfrentó desde muy niño la adversidad, pero logró sobreponerse fundando una familia con Ema Llaitureo y sus siete hijos. Realizó muchas labores para sobrevivir, se inició en el Ejército en Linares y luego trabajó como minero en Chuquicamata hasta que regresó a su tierra y desde ahí, echando raíces ancestrales, se convirtió en líder de su pueblo.



El Cacique Carlos Lincomán pertenece a esa generación de Lonkos históricos del Siglo XX cuya vida e historia de compromiso social son dignos de ejemplo. Su deceso, ocurrido en la madrugada del lunes 24 de abril, producto de una larga enfermedad, entristece al mundo indígena, pero queda vigente su legado de lucha, su tenacidad y sobre todo la herencia de su cultura, la que tanto defendió y amó con inigualable cariño.



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Domingo Namuncura. Miembro de la comisión política del PPD.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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