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La ira de nuestros (pobres) jóvenes


El 29 de marzo miles de jóvenes salieron a las calles con ocasión de conmemorarse el «Día del Joven combatiente», casi mil de ellos terminaron arrestados. La fecha alude al asesinato de los hermanos Vergara Toledo cometido hace 22 años en tiempos de la dictadura militar, instauradora ésta del actual modelo económico neoliberal.



Sobre el hecho mismo de la muerte de los Vergara Toledo el Estado chileno muestra una negligencia monumental si consideramos que han transcurrido 22 años desde el crimen, y aún estamos distantes de un fallo definitivo y con los acusados en libertad. Se debe considerar que 17 años de este interminable juicio han transcurrido en democracia. Soportar 22 años de juicio es claramente una violación a los derechos humanos de sus padres.



Los manifestantes, muchos de ellos adolescentes, causaron múltiples destrozos en bienes públicos y privados, aunque afortunadamente no hubo víctimas que lamentar ni entre ellas ni en las fuerzas policiales que reprimieron los hechos. El monto de los daños, es en todo caso, una bagatela comparada con las pérdidas estatales y privadas en el plan Transantiago.



La magnitud de la manifestación que abarcó varias ciudades obliga a una reflexión profunda que considere las causas de esta conducta.



Una reflexión seria no permite llevar el tema a una simple falta de preocupación de los padres por la educación de sus hijos, mirada para la cual nuestra clase política tiene un techo de mínima densidad, pues hemos visto a hijos de ésta agrediendo carabineros, robando en el vecindario, manejando en estado de ebriedad, etc.



Señalar que los muchachos no habían nacido al momento de los crímenes de la dictadura y que, por ello nada pueden decir, es tan absurdo como lo sería que estos se negaran a rendir los honores patrios a O’Higgins y Carrera porque no vivieron en su época.



La edad de un adolescente no lo descalifica en su percepción de la sociedad que le toca vivir. A los 14, 15 o 16 años se puede sufrir, sentir hambre, vivir la exclusión de una educación de tercera categoría y percibir que la vida sólo le depara sufrimientos. Participé en las primeras acciones de propaganda contra la dictadura cuando tenía 15 años. Si junto a otros miles, que un día fuimos millones, no lo hubiéramos hecho, ninguno de los inquilinos de La Moneda lo sería.



Hay que mirar desprejuiciadamente la realidad. Lo primero que se aprecia en estos jóvenes manifestantes es que son pobres. Son de Lo Hermida, Villa Francia, Cerro Navia, La Pincoya, Pudahuel etc.. Los de Las Condes, La Dehesa y Santa María de Manquehue no protestan. Es cosa de jóvenes pobres.



En Chile, el 80% de los que tienen la suerte de tener un trabajo ganan menos de 300 mil pesos mensuales, en la pobreza dura 843 mil viven con menos de 500 pesos diarios, en Cerro Nava el 19% de las jefes(as) de hogar son mujeres solas, no hay plan estatal de ayuda alguno para ellas, 5.000 personas esperaron inútilmente su ingreso al Programa Puente. Simultáneamente tenemos la más poderosa flota de F-16 de América Latina y en submarinos no estamos peor. De ahí vienen los hijos de la ira.



Si la vida sólo puede ofrecer exclusión y sufrimiento, es evidente a la luz de la sicología más elemental que esa frustración devendrá en ira destructiva cada vez que la ocasión lo permita. No justifico la violencia, que es ínfima comparada con la que sometió a Chile el gran empresariado (1973-89), pero observo sus causas.



Nuestra sociedad es extremadamente desigual e injusta. Eso lo perciben los jóvenes. Junto a la pobreza, se pasea la opulencia. Los jóvenes saben que el Estado chileno tiene miles de millones de dólares de excedentes producto del mayor precio del cobre, pero a ellos nada llega. En cambio, se instala la depreciación acelerada en la contabilidad de las grandes empresas, es decir, les bajan los impuestos.



No somos pocos entre los que apoyamos el gobierno de la Presidenta Bachelet quienes consideramos que esto no puede continuar. Hay que corregir el modelo y luego desmantelarlo.



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Roberto Ávila Toledo. Concejal Cerro Navia

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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