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Desideologizar la visita de Bachelet a Cuba

La derecha al no participar de esta delegación pierde un enorme ocasión de mostrarse a la altura de ser un bloque con capacidad para gobernar un país para todos, de estar en un mundo complejo, contradictorio, colocando los intereses de Chile y de los valores que profesamos en nuestras relaciones


Por Antonio Leal*

El viaje oficial de la Presidenta Michelle Bachelet a Cuba es muy importante por la colocación que nuestro país tiene hoy en el concierto internacional, por el amplio y prestigioso liderazgo de la Presidenta chilena, por su rol en UNASUR  y por el impulso que dará al fortalecimiento de nuestras relaciones comerciales y económicas, culturales y diplomáticas. Pero, también, porque se da en un contexto de gran novedad política que puede cambiar los acontecimientos de la isla justo cuando se han cumplido 50 años de la revolución que encabezó Fidel Castro y que tanto impacto tuvo en América Latina en los años 60′ y 70′.

Hay, con el alejamiento de Fidel Castro del ejercicio directo del gobierno, un lento, probablemente casi imperceptible, recambio de liderazgo, de énfasis y seguramente de ópticas que atraviesa el régimen político cubano.  Hay, tal vez más que nunca, una percepción de este grupo dirigente que Cuba debe salir de su aislamiento, que el sentimiento de cambio que se expresa en el mundo también compete a Cuba y que ello sólo se puede lograr con paulatinas aperturas económicas y políticas  y con un claro acercamiento a los liderazgos progresistas de Lula, Bachelet, Cristiana Fernández, y a la histórica postura de México hacia Cuba esta vez encabezada por el Presidente Calderón. Por ello, Raúl Castro ha visitado Brasil, y también Venezuela, ha recibido a Cristina Fernández y ahora a la presidenta chilena.

Sin embargo, el dato nuevo más relevante es externo. Obama,  que inicia su mandato sacando los cadáveres del armario de las viejas políticas republicanas en Medio Oriente, en Irak y Afganistán, tendrá que ocuparse de corregir los errores que por decenios ha cometido EE.UU. hacia Cuba. Él es el mandatario, incluidos sus antecesores demócratas, que con mayor credibilidad puede asumir este cambio. Esta será una de las claves que la nueva política norteamericana hacia América Latina deberá dilucidar. Terminar con el boicot impuesto hace 50 años, en medio de una brutal guerra fría, es la llave maestra para abrir a Cuba a las dos grandes universalizaciones epocales: la democracia y el mercado, y en ambos casos la dirigencia y el pueblo cubano deberán decidir como se concilia eso con su actual régimen político monopartidista y cual es el modelo con el que se enfrenta el cambio hacia una economía abierta y competitiva.

En este contexto lo que se requiere por parte de los países latinoamericanos donde gobiernan regímenes de centroizquierda y mas allá de ellos, es mas diálogo, es más interrelación económica y política con Cuba, es acercamiento, en el marco de nuestras diversidades, de las lejanías ideológicas, de la defensa irrestricta de los derechos humanos en cualquier lugar del planeta, gobierne quien gobierne.

Hay, por tanto, que desideologizar esta visita de Estado de la Presidenta Bachelet a Cuba. Para Chile es importante la relación con Cuba. Bien lo han entendido los líderes empresariales que van a Cuba a hablar de negocios, a abrir nuevos mercados. Así debiera entenderlo también todo el espectro político chileno y no establecer discriminaciones que son extraídas de una época pasada donde los anatemas eran más importantes que la reflexión de ideas.  Habría sido aleccionador, para los cubanos, el que junto a una mujer Presidenta, que vivió personal y en su familia los rigores y los horrores de la violación de los derechos humanos en Chile, estuvieran también exponentes de la derecha política chilena, porque así es el pluralismo y así se construyen las naciones.

Somos muchos en Chile los demócratas, gente de izquierda, que  no compartimos el sistema político cubano, su postura respecto de la oposición interna, el trato al tema de los derechos humanos, los límites a la libertad de expresión, el tipo de economía. Muchos admiramos, a la vez, los enormes logros en salud, educación, vivienda y como se han mantenido estas condiciones de vida en un país pobre y acosado por el ininterrumpido boicot norteamericano.

Sin embargo, visitas de Estado ha hecho la Presidenta Bachelet y los anteriores Presidentes de la Concertación, demócratas cristianos y socialdemócratas, a muchos países del mundo para firmar importantes TLC y acuerdos bilaterales. Ellos han sido suscritos con gobiernos de la más amplia diversidad ideológica, religiosa y política y nunca ni el gobierno chileno ni los parlamentarios o los partidos de la oposición de nuestro país ha condicionado este acercamiento a que estos países cumplan determinados estándares.

¿Alguien ha pedido en las visitas oficiales a China, donde han participado, junto a los Presidentes de la República o a los Presidentes de ambas Cámaras, delegaciones parlamentarias de gobierno y de oposición, que para realizarla se incluyera una visita a Taiwan, o al Tíbet , una reunión con el Dalai Lama o con los jóvenes que participaron hace ya decenios en las protestas de la Plaza Tianamen? A nadie se le ha pasado por la cabeza una idea semejante porque se ha privilegiado la relación con China y el ligar nuestra economía con una de las economías más poderosas de la tierra. Pero su gobierno es tan comunista como el cubano. Y acá también hay disidentes.  

O ¿alguien ha puesto condiciones de este tipo para visitar oficialmente Vietman, o a países del Medio Oriente que son gobernados por monarquías que no cumplen con ninguna de los requisitos democráticos que proclamamos?

 Por tanto, lo primero es medir esta visita oficial de la Presidenta Bachelet  a Cuba con la misma vara y no establecer una discriminación que la política internacional chilena, como muy bien lo ha dicho nuestro Canciller Alejandro Foxley, no hace en otras latitudes. Soy de los que creen que por ningún negocio, por importante que sea para el país, se puede dejar de defender los principios. Pero ello no nos puede convertir en censuradores internacionales. Hay un grave error no sólo de incoherencia con esta política de Estado de parte de las fuerzas políticas que se restan a esta visista.

Las motivaciones aducidas son legítimas y pueden ser sostenidas como partidos e incluso pedir que se incluyan determinados temas en el marco del diálogo oficial que se sostendrá con las autoridades cubanas básicamente por parte de la Presidenta Bachelet. Pero colocar condiciones de tal o cual naturaleza para representar a Chile en una delegación oficial, en un país como Cuba con el cual tenemos antiguas relaciones diplomáticas e históricas, no tiene nada  que ver con el mundo abierto y global en el que vivimos, con el mundo de la diversidad cultural  en formación, y no ayuda para nada a los cambios que se quieren promover en Cuba.

Es verdad que para algunos integrantes de la delegación que acompañamos a la Presidenta la visita está llena también de simbolismos por la solidaridad que Cuba entregó a los demócratas chilenos durante la dictadura militar y por la multitud de gestos que el pueblo y los líderes cubanos hicieron siempre en esa dirección. Es verdad que para otros, para sectores de la oposición chilena, Cuba es vista, aún hoy, como una especie de tierra de refugio de terroristas.

En mi opinión es perfectamente comprensible que en el diálogo bilateral se toquen algunos de los temas e interrogantes que la oposición ha planteado. Sin embargo, no hay duda, que Chile estaría mas ampliamente representado si junto a la Presidenta Bachelet, a los Ministros de Estado, a los parlamentarios, a los empresarios y a los escritores y artistas que formamos parte de esta delegación, se hubieran sumado todo el espectro invitado por la Presidenta de la República.

Creo que a todos los que venimos a Cuba, sin la arrogancia de pretender dar lecciones a nadie, queremos conocer en terreno lo que esta ocurriendo hoy y sus perspectivas, como lo que ha ocurrido en estos decenios, con sus claros y oscuros, lo cual resulta interesante ya que ello es parte de la historia latinoamericana tal como ella se ha escrito. No es casual que a 50 años de esta revolución, que creó muchas esperanzas seguramente históricamente frustradas, el rostro del CHE siga siendo, sobretodo para los jóvenes, un símbolo mundial de generosidad, de entrega, un recuerdo místico y ético.

Debiera ser interesante, para un político de cualquier sector, simplemente desde el punto de la curiosidad intelectual, captar porque este proceso asfixiado por el boicot, en el país mas pobre del ex campo socialista real, no se derrumbó junto al muro de Berlín como ocurrió con los países del Este y con la propia ex Unión Soviética.

Tal vez se descubriría que la Generación Centenario, que fue la base del Movimiento 26 de Julio, no era comunista sino nacionalista, que su ligazón cultural era con José Martí y con la independencia y la libertad de Cuba como nación, y por tanto se remontaba al inicio de la república, que combatían una dictadura miserable, que el propio Fidel fue candidato a diputado por el Partido Ortodoxo, que ganó las elecciones  y que la dictadura disolvió ese parlamento antes que se instalara, que América Latina era muy pobre en los años cincuenta, que EE.UU. colocaba dictadores y gobernantes, que esta podría haber sido una revolución nacionalista antes que se la aislara y se la obligara a sumarse al «campo del socialismo real», que ha tenido especificidades  que la han hecho perdurar y que, a la vez, tiene deudas enormes con la democracia, las libertades y los derechos humanos.

En síntesis, Cuba no es la RDA. No nace como parte de los acuerdos de los aliados de división de zonas de influencia en Europa después de la derrota del nazismo. Su revolución, en un país que nunca ha vivido la democracia occidental, estuvo ligada a lo más profundo de su historia y por ello está tan enraizada en la conciencia de este pueblo.

Todo ello es bueno indagarlo, conocerlo y sacar conclusiones y una mínima apertura intelectual aconsejaría a los parlamentarios y a los partidos que no participan, aprovechar este viaje de Estado para dialogar y conocer la historia del país anfitrión como, en su momento, lo hizo Joaquín Lavín que ha dicho que estos contactos con Fidel y con la realidad cubana lo enriquecieron humanamente

Creo que la derecha al no participar de esta delegación pierde un enorme ocasión de mostrarse a la altura de ser un bloque con capacidad para gobernar un país para todos, de estar en un mundo complejo, contradictorio, colocando los intereses de Chile y de los valores que profesamos en nuestras relaciones internacionales.

No tengo dudas que la presencia de la Presidenta Michelle Bachelet en Cuba, su enorme fuerza moral, permitirán un diálogo franco con el gobierno cubano sobre todos los temas y contribuirá a la presencia de Chile en la zona. Personalmente espero que el Viaje de Bachelet, el primero de un Presidente de Chile desde Allende, junto a los activos contactos de Raúl Castro con otros gobernantes progresistas latinoamericanos, marque también un hito en lo que todos esperamos y deseamos: la apertura de Cuba hacia un nuevo mundo, de cambios profundos y de conquistas sociales en libertad y en democracia.

 

*Antonio Leal es diputado PPD.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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