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El espectáculo trágico de Claudio Fariña


Las últimas dos semanas, entre el terremoto y tsunami del norte de Chile y el incendio que arrasó Valparaíso, hemos sido testigos, a través de la televisión abierta, no solo de los hechos informativos, también de un modelo de cobertura que genera mucha reticencia y sensibilidad en las redes sociales y que se ha basado en una forma de entender la “noticia” como un hecho espectacular y contingente, con despliege de rostros, reportajes, campañas y analistas invitados.

De una forma u otra el “espectáculo”  de la tragedia humana nos muestra una televisión abierta que parece estar más preocupada de emocionar, de mantener en vilo y no de informar, con artilugios tan explícitos como cuestionables. De forma sui generis se va instalando (si es que acaso ya se instaló y solo vive su proceso de consolidación) un modelo de televisión abierta agresiva, sin una ética declarada más allá de incorporar “lo humano” en un “espectáculo trágico” muy discutible en su implementación.

Y es evidente que el ejemplo a colación es el muy comentado reportaje de Claudio Fariña a Kiara y su familia, víctimas del incendio que los dejó sin casa en Valparaiso. Uno podría ser lapidario y decir “vamos, esto es un payaseo impresentable, censurable y un desliz que se debe corregir”, pero sin duda estamos en presencia de algo más. La maquinaria detrás de esta clase de reportajes es la misma que sucede en el caso de Iquique: sacar los perros a la calle, olfatear lo que puede ser humanamente sensible, darle una cobertura exagerada en emociones y conceptos, pero sobretodo mantener una audiencia lo suficientemente excitada. Pasamos de un mass media que crea realidad a uno que reproduce su propia realidad frente a cualquier fenómeno. Es el triunfo de la tele-realidad y el fracaso de la información.

¿Que hace que, particularmente, el reportaje de Claudio Fariña haya sido tan debatido? Sin duda hay que mirarlo desde al menos dos aspectos: Una visión sobre las intenciones del reportaje en la historia que cubre y una mirada insatisfecha al despliegue del modelo periodístico actual. Miremos primero el reportaje en si; lanzado un día martes en el inicio del noticiero, Claudio Fariña y su equipo nos muestra la historia de Kiara y su familia, en un ambivalente movimiento entre la tristeza y la esperanza, entre la inocencia y la chocante realidad.

El reportaje quiere plantear un ícono sobre la niña, un nuevo “Zafrada” que piensa en muñecas mientras intenta consolar a su madre sin entender qué realmente sucede. Y ahí, el periodista, paseándose entre los miembros de la familia y su condición entre que turistea y experimenta con su dolor. No duda en meter el micrófono en cada conversación, en cada recuerdo y nueva noticia; su ejercicio periodístico presenta el mismo respeto que generan sus lentes Gucci, su traje entallado, su pelo tratado y su cruce de piernas en cada entrevista en medio del desolador panorama humano y material que deja el incendio.

Su climax en esta propuesta: el momento en que, a sabiendas de los deseos de la niña por un juguete, Fariña le hace entrega frente a una cámara de 10 mil pesos, pidiendo a cambio una especie de ofrenda los 10 pesos de vuelto por el valor del objeto. Un momento tan dramáticamente innecesario, exponiendo la realidad inocente de una niña. Yo no se cual era el objetivo real de Fariña (tal vez mostrar una donación anónima, incentivar a la gente a solidarizar o perpetuar una lógica asistencialista), pero me queda dando vueltas una frase que alguna vez le dijo Bielsa a los periodistas deportivos chilenos en una conferencia donde demostró toda su caricaturizada densidad argumentativa: “Ustedes (los periodistas) son como los gobiernos. Fomentan la barbarie, la muestran en televisión y obligan a la gente a verla para después apuntarla con el dedo”.

Impúdicamente, tal vez sin saberlo,pecando de oportunista, evidentemente, Fariña se plantea como un civilizado, un hombre del primer mundo, que quiere entregar un mensaje sobre la marginalidad, sobre los resultados de la desigualdad, es decir, una especie de barbarie forzada por un evento catastrófico. Es decir, devuelve y subvalora la fuerza y emocionalidad de las familias de Valparaiso a un “estado menor evolutivo”. Su irresponsabilidad es mostrar por TV abierta un ejemplo del gran paradigma actual en los medios chilenos: el hecho noticioso es solo la excusa para demostrar un modelo donde el “espectáculo trágico” debe ser devorado sin mucho más racionalidad que la simple y pura libido. Mientras Fariña declara la civilidad, nos demuestra que su modelo no es otra forma de barbarie, solo que esta vez en HD.

Pero él se ha defendido. Dice que se formó demasiada “mala leche” con su reportaje, que Twitter esconde anónimos que no están satisfechos con nada, que quería emocionar para que la gente ayudara. Se propone la necesidad de que la TV tiene un rol social de visibilizar estas catástrofes también desde el lado humano; TVN decidió bajar el reportaje de su página web y además pedir a las otras plataformas, a través de los derechos de autor, que también lo hicieran. Básicamente su canal ya no quiere que se vuelva a ver a Kiara y su familia, al menos desde el enfoque propuesto.

Las animadversiones que rechaza Fariña, en vez de hacerlo reflexionar sobre su “rol social” en realidad, debe asumir, lo empoderan en el modelo actual de cobertura noticiosa y lo vuelve un agente activo. La mala leche, señor Fariña, no es gratuita. Hoy la sociedad, de una manera muy sui generis hay que admitirlo, presenta un rechazo a las instituciones y sepa que los medios también lo son.

Esta bien, Twitter es una parte mínima de todo esto; las redes sociales en Chile se han consolidado en ciertos estratos sociales mientras los medios tradicionales siguen dominando el eje y la agenda informativa. Ese parece ser su gran triunfo: Mientras unos pocos alegan por la ética, los más (lo que pagan auspiciadores) no les queda otra que estar sujetos a la cobertura. Esa es otra forma de este “espectáculo trágico”: El modelo de TV abierta que no queremos triunfa en manos como las de Fariña mientras predica su rol social transversal a todo Chile. Fariña triunfa en la medida que los medios son irresponsables.

Alguien (en consecuencia a muchos) me decía hoy: si no te gusta, no lo veas. Eso es un ejemplo claro del triunfo de este “espectáculo trágico”.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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