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Usted no lo diga: desinformación y discriminación a las diversidades sexuales

Álvaro González y Leonardo Jofré
Por : Álvaro González y Leonardo Jofré Álvaro González es estudiante de derecho UCh, ayudante de Derecho Constitucional. Leonardo Jofré es egresado de derecho UCh, ex pdte. CED, ayudante de Derecho Constitucional. Militantes de Actuar Colectivo.
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El primer día de enero un medio de comunicación publicó un reportaje sobre dos jóvenes transgénero, relatando lo concerniente a su proceso y el impacto personal y social del mismo.

En la lectura de los comentarios de redes sociales, saltó a la luz una evidente transfobia y homofobia, pero que –indudablemente– tenía en gran parte su base en la falta de información y discusión sobre la materia. De esta manera, creímos necesario escribir esta pequeña columna que intenta aportar al entendimiento de la materia, como una forma de encauzar también una disputa sobre la misma:

I. No es lo mismo sexo, género y orientación sexual

Sexo: El sexo es establecido por condiciones anatómicas, fisiológicas y biológicas del ser humano. La distinción más básica es hombre y mujer, sin embargo, existe un porcentaje de la población que es intersexual; es decir, presentan rasgos fisiológicos de los nombrados sexos. Muchas veces se utiliza la palabra hermafrodita para describir a estas personas, pero esta denominación corresponde al reino animal (o animales no humanos).

Género: El género corresponde a lo socialmente “esperado” para cada sexo, incluyendo elementos políticos, sociales, económicos, culturales y simbólicos. Es decir, el género es una construcción social: establece el rol de género. Esta es la materia, justamente, que se ha prestado para la mayor discriminación en torno al despliegue personal del hombre y la mujer: históricamente se les ha determinado roles, y quienes escapan a ellos son vistos como “ajenos” al sistema social, oprimiendo su respectiva personalidad y convivencia humana. A su vez, la identidad de género es, entonces, la sensación de pertenencia a un sexo/género determinado.

Orientación sexual: Dice relación con la afectividad y deseo sexual que pueda establecerse hacia otra persona. De ahí que viene la hetero, homo o bisexualidad, entre otras.

II. La categoría trans en la identidad de género

Transgénero: Es aquella persona que, al disociar su sexo (biológico) con su identidad de género (elemento social) decide modificar su género. Así, por ejemplo, una mujer que se siente parte del género masculino adecua su apariencia y comportamiento externo para adecuarse a ese sentir, y se transformaría en un hombre trans. Aquí interactúan elementos sociales y biológicos (por ejemplo, hormonales).

Transexual: En correspondencia a lo anterior, es quien modifica sus órganos reproductores para lograr la mayor armonía con su sentir.

A esto se suman dos expresiones que no dicen relación con la identidad de género en sí, sino que son solo momentáneas:

Transformismo: Es una expresión artística, donde se asume un rol o identidad de género distinta a la del sexo de tal.

Travestismo: Se refiere fundamentalmente a la utilización de vestimentas o accesorios asociados al género distinto –no opuesto– al que se le asigna por sexo, generalmente como una práctica fetichista.

Cabe destacar que la categoría trans NO tiene relación directa con la orientación sexual. Es decir –y para terminar con la confusión– que ser trans NO es sinónimo de ser homosexual, por ejemplo, ni viceversa.

III. La orientación sexual diversa no es un trastorno

Partimos de la base de que no nos gusta tener que buscar una explicación tan cientificista a una arista tan compleja de la existencia humana, como lo es la sexualidad. No obstante, lo hacemos con fines pedagógicos, pero siempre entendiendo el peso de la misma historia humana en la construcción y aceptación o rechazo de estas categorías.

[cita tipo=»destaque»]Fuera de la absurda inconsecuencia del “yo los respeto pero de lejitos” en todas sus variantes, creemos que existe un muy mal entendido discurso de la tolerancia. Sencillamente, no todo es tolerable. Creer que todo es una posición válida es neutralidad, y la neutralidad es mantener el statu quo, es decir, que todo siga igual. Somos fervientes militantes de la necesidad de un cambio en materia de género y disidencia sexual, y por ende tenemos nuestra convicción. Y una básica es que frente a esa aparente “diferencia de opinión” existe un discurso de rechazo, de exclusión, de opresión. Y sencillamente no debe tolerarse a quienes generen un discurso de odio; en otras palabras, lo suyo no es una posición, es intolerancia Y no podemos tolerar la intolerancia como “un punto de vista no más”.[/cita]

Vamos, lleguemos al siglo XXI.  En 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió eliminar la homosexualidad del ‘Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales’ (DSM) y llamó a rechazar toda legislación discriminatoria contra gays y lesbianas, asumiendo que su antigua consideración no tenía base científica. El 17 de mayo de 1990 la asamblea general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró también la homosexualidad de su catálogo de enfermedades mentales (bien tarde, por lo demás).  Y bueno, para qué ahondar en que la homosexualidad y la bisexualidad están presentes en buena parte del reino animal.

Señalar que la homosexualidad es un trastorno o patología es avalar los cientos de miles de asesinatos de personas a lo largo del mundo, simplemente por un afecto/deseo distinto a la norma social imperante. El creerlo nos transforma en cómplices.

IV. La famosa moda

Indudablemente la apertura social hacia la orientación sexual de las personas ha llevado a la posibilidad de cuestionar los límites sociales que se han impuesto, una apertura contextualizada, pues la representación/aceptación de la misma ha tenido vaivenes en la historia.

Eso es muy distinto a señalar que la homosexualidad o bisexualidad sean una moda. Su visibilidad no debe confundirse con ello. Por otro lado, no es lo mismo la conducta sexual que la orientación sexual: tal como una persona homosexual puede sostener experiencias afectivas o sexuales con alguien de distinto sexo, una persona heterosexual puede hacerlo, explicado ello por diferentes factores, mas ello no clama necesariamente una determinación hacia su orientación sexual. Es parte del descubrimiento de la misma sexualidad.

Además, parece de perogrullo, pero ¿qué persona sin una clara tendencia autodestructivo/masoquista elegiría consciente la posibilidad de vivir bajo la discriminación y el prejuicio –absurdo, por cierto– que ello implica? Nadie busca, per se, ser rechazado, oprimido. La diversidad sexual NO es una moda.

V. El feminismo no es la oposición formal al machismo

El feminismo no es la búsqueda de la superioridad de la mujer por sobre la del hombre: su fin último es, justamente, un verdadero plano de igualdad donde no prime la opresión ya referida. Cosa distinta es, claro, que la mujer haya sido históricamente oprimida por el hombre: es tal estadio el que se reconoce, y sobre el cual se pretende transformar. El hombre, a lo largo de la historia, se ha visto lleno de privilegios en oposición al rol sumiso y relegado de la mujer.

Que exista, por ejemplo, el Ministerio de la Mujer no es una ofensa contra el hombre. Es justamente una medida que buscar intentar corregir la disparidad de la cancha, donde se requiere reconocer dicha deficiencia. Generar un discurso de la igualdad en términos abstractos es no asumir la estricta carga social de ser mujer aún en la sociedad. Para corregir, debemos partir por emparejar.

VI. Pero las mujeres ahora trabajan…

Pero ello no dice relación alguna con el efectivo término de la opresión a quienes componen dichas categorías. Es más, las mujeres son adaptadas como fuerza de trabajo, haciendo aún más funcional el sistema, pero con una posición aún más desmejorada: muchas veces ganan menos que un hombre por el mismo rol, haciéndolas más serviles a la explotación capitalista. Por ejemplo, según la misma Dirección del Trabajo, el sueldo de una mujer es en promedio un tercio más bajo que el de un hombre realizando la misma labor. ¿De verdad es un logro –en neutro– su integración laboral?

Otras veces deben, con el machismo imperante, cargar con trabajar y a la par ser madres, ser “dueña de casa” e incluso cargar con la “violencia económica”, donde sus ingresos son administrados por el hombre.  Queda muchísimo por avanzar en las reivindicaciones de la mujer.

VII. Y la diversidad sexual está en la tele, los homosexuales se casan…

La visibilidad de la diversidad sexual ha sido un elemento positivo. Pero no debe confundirse aquello con lo que realmente se busca: nuevamente, muchas veces ello ocurre desde el afán del mercado: programas de espectáculo, farándula, rating, etc. Aquí es donde encontramos, al mismo tiempo, muchos estereotipos: desde el homosexual como sinónimo de mujer al homosexual varón masculino, que es gay “pero es súper macho, rudo”, al “gay que no se le nota”; la mujer lesbiana pero “delicada, muy mujer”, versus el prototipo de la mujer “amachada, masculina ruda”, claramente lesbiana. Ninguno de estos elementos es propio de un sexo ni una orientación sexual, ni debe hacer más o menos aceptable a quienes se encuentran en tales categorías.

Así, dicha “integración” se sostiene mientras en la calle se sigue cobrando la vida de los y las integrantes de la diversidad sexual. En el XII Informe Anual de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual de Chile, se registran 143 casos y denuncias por discriminación en el año 2013. Dentro de ellas, cuatro asesinatos, trece agresiones físicas o verbales, seis abusos policiales, 42 declaraciones de odio, y mucho más. Esta cifra corresponde a los casos denunciados, obviando un gran número de casos que suceden en el día a día en nuestra sociedad y que no denuncian por temor al rechazo. Con el mercado la diversidad se neutraliza, se adapta pero se sigue tratando bajo una tolerancia represiva (se integra pero se reprime dentro), quitándole su potencial transformador, quitándole el elemento de disidencia.

Por último, gays y lesbianas no se casan. Solo pueden ser parte del Acuerdo de Unión Civil. El matrimonio les está aún vedado, como muchas otras instituciones. E, insistimos, el fin último no es el matrimonio, es el fin de la opresión en todo ámbito, con lo cual se requiere una transformación al sistema político-económico imperante.

VIII. ¿Y qué pasa entonces con el hombre? ¿No es reprimido?

Claro que lo es, y es preciso terminar también con ello. Los mismos roles de género –construcciones de lo socialmente esperado para cada sexo– oprimen día a día al hombre: los hombres no pueden llorar, los hombres deben siempre buscar la «masculinidad», los hombres son al azul y colores oscuros, todos los hombres deben jugar a la pelota, ningún hombre puede ser víctima de violencia intrafamiliar o de género, porque son hombres, si no son “maricones”, todos los hombres deben llevar una vida que exalte su virilidad, donde la homosexualidad es perversa y deleznable, aún cuando –para otros hombres– el lesbianismo sea objeto de deseo y consumismo.

También existe a nivel de instituciones: el servicio militar obligatorio, o quizás la idea tan naturalizada de que la mujer es per se mejor madre que el hombre como padre, que perjudica al sexo masculino en los trámites de la tuición de los hijos.

IX. ¿Pero por qué no pueden tolerar que rechace a la diversidad sexual?

Fuera de la absurda inconsecuencia del  “yo los respeto pero de lejitos” en todas sus variantes, creemos que existe un muy mal entendido discurso de la tolerancia. Sencillamente, no todo es tolerable. Creer que todo es una posición válida es neutralidad, y la neutralidad es mantener el statu quo, es decir, que todo siga igual. Somos fervientes militantes de la necesidad de un cambio en materia de género y disidencia sexual, y por ende tenemos nuestra convicción. Y una básica es que frente a esa aparente “diferencia de opinión” existe un discurso de rechazo, de exclusión, de opresión. Y sencillamente no debe tolerarse a quienes generen un discurso de odio; en otras palabras, lo suyo no es una posición, es intolerancia y no podemos tolerar la intolerancia como “un punto de vista no más”.

Estos “puntos de vista” son los que no toleraremos, son los que luchamos por extinguir, antes de que nos extingan a cada uno de nosotras y nosotros, como ya lo han hecho con Daniel Zamudio y tantos muchos más. Comencemos por instruirnos, actuemos colectivamente para transformar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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