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Refundar la República: un libro para pensar y repensar otras forma de gobierno para Chile

Ximena Valdés
Por : Ximena Valdés Dra. Estudios Americanos, docente Escuela de Geografía Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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Aparecido hace pocos meses,  Refundar la República del geógrafo Roberto Santana, actualiza nociones y conceptos como autogestión, autodeterminación, descentralización que tocan -o debieran tocar- el corazón del debate político  toda vez que estamos frente a un virtual proceso constituyente para una nueva Constitución creada en democracia mientras en lo más inmediato nos acercamos a elecciones presidenciales en una situación de desafección y falta de confianza de los/as ciudadanos/as por los partidos y el sistema político.

A mi modo de ver el libro de Santana coloca en la superficie una serie  de problemas que  podrían colocar en jaque la gobernabilidad democrática toda vez que persisten grandes desigualdades en el país, discriminaciones con respecto de los pueblos indígenas y  un deterioro creciente del medio ambiente que se presentan como los principales cuellos de botella del modelo de desarrollo.

El libro toca sin embargo dos ordenes de problemas: el primero, el largo mal portaliano que heredamos del siglo XIX y que explica el perdurable centralismo de Santiago por sobre el resto del país (regiones, provincias, etc.)  con los problemas que esto acarrea cuando el poder está concentrado territorialmente (desigualdades espaciales, subordinación de las regiones al poder central y así en adelante…); el segundo, el desconcierto y desazón –además de la inanición- de la población frente a un sistema político que muestra un notable agotamiento, visible en la desafección ciudadana, si por esto entendemos la lejanía que muestran las personas, en particular los  más jóvenes,  con respecto al sufragio hoy voluntario.

[cita tipo=»destaque»]Polémico ciertamente, es interesante leerlo a la luz de hechos que se avecinan como las elecciones presidenciales y las ofertas programáticas de cada campo político y el debate constitucional.[/cita]

Lo primero –el centralismo-  no necesariamente me parece explica por si solo lo segundo –un sistema político rutinizado, que reitera el ritual de burocracias estatales que no necesariamente se pregunta  acerca de la pertinencia de tal o cual política pública, con políticas sectorializadas jamás consultadas en las localidades ni en los territorios, construidas desde arriba por una suerte de  “nobleza de estado”  cada vez más desapegada y alejada de los intereses y necesidades de los distintos grupos sociales, en buena medida como lo señala Santana enferma de un “autismo” que sorprende por su incapacidad de medir las consecuencias que podrían generar  formas de gobierno que pecan de distintos males: falta de creatividad nos dice el autor (que propone un sueño para Ollahue y la antigua estación de trenes que podría cobijar un museo abierto del ferrocarril y un espacio para festivales de música andina y música clásica); irresponsabilidad, al escamotear los graves problemas conducentes a una violencia localizada como es el caso de aquella vinculada a  la desoída demanda indígena en la Araucanía y la superposición de esfuerzos gubernamentales sin continuidad en estos territorios tras gobiernos que se suceden ya sea “pasando por el lado del problema” ya sea ignorando lo que avanzó el gobierno anterior (el autor señala el caso del “Nuevo Trato” para los pueblos indígenas del Presidente Lagos ignorado por el primer gobierno de la Presidenta Bachelet).  Se gobierna así sobre los pueblos y territorios inventando cada tanto nuevos programas,  nuevas burocracias, más costos para el erario nacional sin que los problemas se aminoren. Al revés, aumentan, a lo menos en el caso del pueblo mapuche y la Araucanía. A esto debemos agregar la cuestión ambiental, el deterioro creciente de los territorios por las forestales, las mineras, las salmoneras y así en adelante. Todo ello hace de la situación actual un estado de insustentabilidad ambiental manifiesta enraizada en diversas formas de extractivismo (sin hablar de los incendios recientes y sus consecuencias sobre poblaciones, suelos, laderas, erosión, etc.).

¿Se debe este estado de cosas solo al centralismo?

Pensemos en la autonomía regional de la Araucanía frente al Estado central. Tal vez, los poderes regionales locales no escamotearían la demanda mapuche sino serían posiblemente mucho más brutales de lo que es el Estado centralizado que ya es bastante brutal con su estrategia de criminalización étnica.

Entonces, ¿si se descentraliza el poder de Santiago sobre las regiones habrá más democracia en los distintos territorios? ¿No son acaso los mismos los representantes en el parlamento vengan de donde vengan (lugares y partidos políticos)? ¿O es que la enfermedad portaliana es uno de los síntomas entre muchos otros del estado actual de cosas?

Es difícil pensar en la viabilidad de las autonomías regionales –emulando a España por ejemplo-  y en la reformulación de las unidades administrativas en la lógica de la “federalización del Estado Unitario y centralizador” que propone el autor con una historia de larga duración signada no sólo por el centralismo sino por la impronta estatal en la configuración de los territorios bajo distintos modelos de desarrollo: por ejemplo, el que se formuló junto a la CORFO y los Frentes Populares, o el que impusieron los cuatro generales marcando el territorio con números romanos. Esta fórmula  de la regionalización de los números romanos persiste tal vez por el peso de la inercia, cambiando solo por agregación numérica en democracia el número de regiones. Y tal vez  más que inercia podría ser la continuidad de un modelo de división y estructuración del territorio y visión del desarrollo que se forjó en la globalización neoliberal con un reparto de espacios, suelos, tierras, aguas que otorgaron el carácter original de lo que es hoy día por ejemplo, una Cordillera de la Costa y el Secano Interior ocupada por plantaciones forestales desde Valparaíso a Los Lagos en buena medida, causante de una demografía del abandono, pues el extractivismo forestal ahuyenta de sus tierras a campesinos e indígenas, o los hace resistir –a estos últimos- como  ocurre con los mapuche organizados para hacer frente a la ocupación de su espacio de parte de las forestales (el libro fue escrito antes de los incendios).

Aún cuando no comparto todas las afirmaciones y argumentos (por ejemplo que los cuatro generales tenían una visión menos centralista que el empresariado) o que es posible  descentralizar el país mediante un proceso de federalización del Estado Unitario centralista, el texto que suma varios artículos escritos en distintas fechas y acerca de diferentes problemas invita a reflexionar sobre el estado actual, no sólo de la gestión pública sino de la acción colectiva activa frente a ciertos problemas (la educación, el extractivismo) pero muy ausente y silenciosa frente a otros numerosos problemas. Es más bien una población desprovista de un ambiente cultural propicio a generar en los seres humanos algún grado de reflexividad para pensarse a sí mismos, pensar sus localidades y sus territorios abandonando la subordinación a un poder estatal centralizado y también, incapaz de dejar de lado  las baratijas, vidriecitos de colores y cuentas de collares que ofrece un modelo cultural brindado por los medios de comunicación más importantes circo –futbol, farándula-, y religión, nos dice el autor que, más allá de la crítica brinda otras y nuevas posibilidades para una mejor vida en esta parte del mundo. Polémico ciertamente, es interesante leerlo a la luz de hechos que se avecinan como las elecciones presidenciales y las ofertas programáticas de cada campo político y el debate constitucional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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