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El antirranking que sepulta a los colegios de elite Opinión

El antirranking que sepulta a los colegios de elite

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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Si “los hijitos de papá” quieren pertenecer a la élite, según un estudio de un Chicago boy, pues deben ir, sí o sí, a estos colegios hechos a su imagen y semejanza. Son colegios caros. Los hay para el lote Opus Dei. Los hay para el piño izquierdoso. Los hay para los que en regiones quieren parecer lo más “cool-santiaguino” que se pueda. Los hay para todo el arco de la elite chilena. Desde los que salen a marchar por el Frente Amplio hasta los que siguen férreamente a Sebastián Piñera, pasando, claro está, por “cool-velasquismo” o el “ñoñerío de Vitacura” estilo Felipe Kast. Todos, pero todos, tienen a sus hijos en colegios de elite. En eso no se pierden. La tienen clarita, sean o no de los Chicago boys o las Chicago girls.


El pequeño pero muy influyente mundo conservador y neoliberal chileno, que año tras año promueve la competitividad entre escuelas, entre estudiantes y entre profesores como forma de alcanzar mejores niveles de calidad, se regocija –bien lo sabemos– con el momento PSU.

Los medios que le dan vocería a este modo de interpretar el sistema escolar –El Mercurio, por ejemplo– instalan en la palestra de la opinión pública sendos rankings con los mejores colegios de elite del año, y proceden a compararlos para reforzar sus mitos ideológicos del libre mercado escolar.

Siempre, por supuesto, resalta el lugar que los colegios municipales tienen en él, porque dicho ranking de los colegios top de Chile representa de forma clara y nítida a la élite adinerada del país. Ahí, los “pobres” colegios municipales vienen a representar que sí, que sí se puede. Aunque también puede ser al revés, pues si esos “pobres” colegios municipales no están presentes, es por pura responsabilidad del alcalde (si es de izquierda) o es por culpa de las tomas y los paros (si es de derecha).

Lo único cierto es que, año tras año, los colegios de la elite son los mejores del país, según los resultados de la PSU.

Si “los hijitos de papá” quieren pertenecer a la élite, según un estudio de un Chicago boy, pues deben ir, sí o sí, a estos colegios hechos a su imagen y semejanza. Son colegios caros. Los hay para el lote Opus Dei. Los hay para el piño izquierdoso. Los hay para los que en regiones quieren parecer lo más “cool-santiaguino” que se pueda. Los hay para todo el arco de la elite chilena. Desde los que salen a marchar por el Frente Amplio hasta los que siguen férreamente a Sebastián Piñera, pasando, claro está, por “cool-velasquismo” o el “ñoñerío de Vitacura” estilo Felipe Kast. Todos, pero todos, tienen a sus hijos en colegios de elite.  En eso no se pierden. La tienen clarita, sean o no de los Chicago boys o las Chicago girls.

Este último año PSU, El Mercurio publicó un ranking de los mejores colegios de elite, pero de la última década. Ahora bien, si pudiéramos sumar lo que se paga en cuotas de incorporación, matrículas y mensualidades en cada uno de los colegios presentes en dicho ranking, estaríamos hablando de colegios que administran millones de dólares al año, exceptuando las honrosas apariciones de colegios públicos municipales. Se trata de membresías. El colegio Opus Dei Cordillera, por ejemplo, cobraba, el año 2009, más de 3 millones en cuota de incorporación, más de 250 mil por concepto de matrícula y más de 300 mil pesos en cada una de sus mensualidades. Pues bien, el Colegio Cordillera –lo vengo diciendo como ironía hace rato– es el mejor liceo de Chile y debiera ser nombrado correctamente como la verdadera “luz de la nación”: es el top 1 en el ranking de la década de El Mercurio y de cualquier ranking en verdad… hasta ahora.

Pero por qué digo “hasta ahora”.

Porque el cuiquerío chileno, tan preocupado de la educación integral de sus hijos –legítimamente, pienso, pues quién no lo estaría– puede ver, por medio de este nuevo “ranking” o mejor dicho “antirranking” que vamos a mostrar, lo mal que lo pueden estar pasando sus hijos en dichos colegios de elite. Es un antirranking creado con los datos que entrega la Agencia de Calidad para todos los colegios del país.

[cita tipo=»destaque»]Los resultados muestran, por ejemplo, que el ambiente de respeto, según la percepción de los jóvenes de 2º medio, sus apoderados y sus mismos profesores, no es de los mejores claramente. Si el máximo es 100, obtener 70 de 100 no es un resultado muy halagador, y da para preocuparse por los propios jóvenes que tengo como hijos-estudiantes en ese colegio. En la dimensión ambiente de respeto, se les pregunta a los estudiantes si creen que son mirados en menos de acuerdo a una serie de categorías, si creen que hay respeto entre pares o respeto con los profesores, y si se cuida o no el colegio. Si no se obtiene 100, ¿dónde está el problema en el colegio?, ¿qué riesgos tiene mi hijo en un colegio así?[/cita]

Después de este antirranking, podremos decir ya más seriamente que ser un niño cuico en un colegio de élite, no significa necesariamente que el colegio le ofrece a ese niño todas las posibilidades de ser feliz estando en él más de 40 horas semanales. Parece que eso no tiene precio. Parece que eso que se llama “bienestar escolar” no se compra. Parece que el tremendo billetón que se paga, no tributa para que los niños se sientan mejor en sus escuelas 100%. Ojo, que hasta una escuela de elite puede estar enferma de mala onda, de bullying y de compañeros vinagre.

Pero lo obvio, para el pensamiento conservador y neoliberal, es que si se paga un tremendo precio para estar en un colegio, una tremenda membresía, lo mínimo es que los niños se formen de la manera más integral posible, en buena onda, en un buen espíritu de aprendizaje. Buena PSU y buena formación en un ambiente enriquecedor. Si soy Opus Dei, que impere el clima Opus Dei en el colegio, mínimo. Y si me las doy de izquierdoso, que fluya el ambiente afrancesado o el aroma a English tea que busco. Mínimo.

Pero no es así.

El caso es que, por ley, todos los colegios de Chile se deben someter a cuestionarios de percepción para saber, entre otras cosas, cómo marcha el clima escolar. De esa manera se mide cómo está el ambiente de respeto, el ambiente organizado y el ambiente seguro en cada colegio. El resultado es demoledor para los colegios de elite, si se miran los guarismos 2016 de este antirranking hecho con los resultados de 2º medio:

Los resultados muestran, por ejemplo, que el ambiente de respeto, según la percepción de los jóvenes de 2º medio, sus apoderados y sus mismos profesores, no es de los mejores claramente. Si el máximo es 100, obtener 70 de 100 no es un resultado muy halagador, y da para preocuparse por los propios jóvenes que tengo como hijos-estudiantes en ese colegio. En la dimensión ambiente de respeto, se les pregunta a los estudiantes si creen que son mirados en menos de acuerdo a una serie de categorías, si creen que hay respeto entre pares o respeto con los profesores, y si se cuida o no el colegio. Si no se obtiene 100, ¿dónde está el problema en el colegio?, ¿qué riesgos tiene mi hijo en un colegio así?

Pero todavía puede ser peor si pensamos las cosas desde otra dimensión. Por ejemplo, desde ambiente seguro, se hace una clásica encuesta de victimización y, si se da el caso de que el colegio no obtuvo 100, ¿dónde está el problema? En realidad, no debo preocuparme si el colegio obtuvo ¿90 de 100?, ¿80 de 100? o ¿70 de 100? La verdad es que si un solo niño sufre bullying en el colegio, es todo el colegio el que se debiera de movilizar. Eso es seguro. Si un niño está en  riesgo, ¿por qué los demás no podrían estarlo? Algunos más, otros menos, tienen herramientas para hacerle frente al bullying, pero no está de más saber –en este caso nunca lo estará– dónde está el problema en el colegio en que tengo a mis hijos.

Si muchos estudiantes, apoderados y profesores perciben que las cosas no van bien en el ambiente seguro de la escuela, bueno, entonces, insisto, ¿dónde está el problema?, ¿qué tipo de bullying es el que más predomina en el colegio? Si tenemos 70 de 100 claramente pasa algo y es probable que sea algo que no sé, el punto es ¿qué hace la escuela? Los colegios parece que lo que sí saben hacer es crear normativas, reglamentos y decretos, por eso es que la dimensión ambiente organizado es la que más alto da como resultado, pues es en ella donde se pregunta si hay o no protocolos y reglamentos.

Pero la cuestión es claramente más de fondo. No estamos hablando simplemente de reglamentos.

En los colegios de los “hijitos de papá” investigados por Seth Zimmerman, el ambiente de respeto es preocupante. En el St. George es de 70 de 100, en The Grange School también 70 de 100, en el Verbo Divino 71 de 100, en el Tabancura 73 de 100, en el San Ignacio El Bosque es de 75 de 100 y en el colegio Craighouse es de 67 de 100. Vea el antirranking y, luego de sorprenderse, piense en estas preguntas que hacemos, que no son nada de retóricas.

¿Dónde coloca usted el 4,0 en un colegio de elite? Lo tienen todo y más… mucho más. ¿Coloca el 4,0 en 60 de 100? Yo al menos creo que lo normal es colocar la nota mínima en 70 de 100, si no, más alto todavía. Bueno, es por  eso que decimos que se trata de un resultado demoledor. Miren de qué colegios estamos hablando. Se supone de los mejores y, de entre ellos, los más caros del país.

Pues bien, parece que no es solo que el problema sea que “el 10% de los estudiantes más desfavorecidos en Shanghai supera al 10% de los estudiantes más privilegiados de Chile”, como dijo el gurú de la OCDE, Andreas Schleicher.

Es que aquí mismo, cuestionados desde la formación integral que se supone debiesen dar, los colegios de elite no superan con excelencia los desafíos de crear climas saludables de aprendizaje para sus estudiantes.

He asesorado a muchos padres, profesores y directores de colegios de elite, tanto de derecha como de izquierda, debido a que sus hijos o sus estudiantes sufren en esos colegios. También porque no saben qué hacer con los profesores. Lo claro es que están en la tormenta perfecta: los colegios no ven estos problemas porque solo les interesan los rankings PSU de El Mercurio. La Agencia de Calidad entrega información, no mediocre sino muy mediocre, para saber qué es lo que está pasando, y los estudiantes, ya demasiado tarde, son capaces de hablar y decir la dura respecto a sus colegios y contar qué es lo que pasa verdaderamente.

Este antirranking no es para alegrarse, es más bien para sepultar a estos colegios de elite. La educación chilena está en crisis y ni los “2020” podrán salvarnos.

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