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El cine como reiteración de la irracionalidad

Transitando entre una comedia desde el absurdo y una clase barata de catequesis, este filme español pretende pasar por una especie de sátira sobre los falsos pecadores, riéndose de los supuestos milagros y apariciones de la Virgen que, sin embargo, no pasa de ser un intento de parodia con atisbos de cine.


Concentrando su mirada en las pasiones y obsesiones religiosas, esta pobre comedia de desquiciados místicos camina sin rumbo a través de la vida del pobre protagonista y sobre todo de los impávidos espectadores que incómodos ante tanto desorden generalizado se hunden cada vez más en un profundo trance de estupefacción, letargo, tensa pasividad y arrepentimiento.



El filme recae en todos los lugares comunes acostumbrados en las cintas parodicas sobre temas religiosos, jugando excesivamente con su temática, personajes y supuesta crítica -o intento de ello- y no desarrollando coherentemente el relato, cimentado por un guión débil, facilista, simplón y superficial en todo orden de cosas.



Algo bizarra, Año Mariano, si bien rescata una que otra carcajada entre el público, su burla anticlerical lamentablemente se sustenta solamente en personajes burdos, poco creíbles y construidos sobre una base inestable, irreal y sobrevalorada.



Las interpretaciones se transforman en caricaturas rebuscadas que más que representar íconos, los explotan y recargan excesivamente, detonando la autodestrucción de su verosimilitud, como si fueran extrañas criaturas invitadas a participar en un set de filmación.



Rozando el más total de los absurdos -en el mal sentido de la palabra-, los personajes de Año Mariano, en su mayoría traban la narración creando la desconfianza y molestia del espectador, quien se siente choqueado al no poder reaccionar ante tamaño desajuste cinematográfico.



El relato gira en torno a Mariano, un perdedor que vaga de un lado a otro con el alcohol como combustible, recorriendo las carreteras para vender pipas y chicles por los bares que se cruza en los caminos secundarios. Pero las cosas están a punto de cambiar para él. Una noche, después de no haber parado de beber, tiene un accidente en automóvil, se sale del asfalto y se estrella contra un árbol en medio de un campo, que es una plantación de marihuana. Al otro lado la Guardia Civil está incinerando el terreno.



Después de esa gran fumada involuntaria, Mariano dice que la Virgen se le ha aparecido. Casualmente en ese momento hay una procesión que transporta una imagen de la madre de Dios para hacer que llueva. Se encuentran con el pobre Mariano, quien afirma haberla visto, y se pone a llover. La gente, maravillada y al grito de «aleluya», lo convierte en un nuevo Mesías. Al poco tiempo aparecerán los más variados personajes, como Tony Towers (Guillén Cuervo), un casposo representante de estrellas, dispuestas a sacar provecho de este nuevo un santo iluminado.



Sumamente recargada y obvia, Año Mariano más que una comedia sátira y ácida, parece el producto fílmico de quienes juegan a hacer cine y buscan trascender mediante simplezas pasadas por trasgresión. La cinta trata de burlarse de los que explotan la fe de los creyentes y no de las creencias religiosas, por ello que el trabajo de Karra Elejalde y Fernando Guillén deja esa extraña sensación de no haber hablado sobre nada y de no haberse reído de nadie.



El gran problema de esta película española es la expectación que crea en base a exageraciones y que evidentemente no logra cumplir en lo más mínimo. En sus anuncios promocionales se ofrece como una entretenida comedia alucinógena y como el filme con más marihuana desde Woodstock.



Claramente ni lo uno ni lo otro se da, ya que desde su guión deficiente hasta sus patéticos personajes, pasando por la burda utilización de la plantación en la que Mariano comienza sus visiones como eje de un filme diametralmente lejano a su gancho publicitario, la película de Karra Elejalde y Fernando Guillén se convierte asertivamente en nada.

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