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Mucho ruido y poca innovación

La llegada de internet significó que el mundo giró su atención hacia la red de redes en forma masiva. Empresas, universidades, programadores, medios de comunicación y gobiernos dedicaron su atención y recursos al desarrollo del sistema.


Hace poco más de 40 años -el 29 de octubre de 1969 para ser exactos- dos redes a más de 600 kilómetros de distancia intercambiaron paquetes de información dando origen a ARPANET, la base de lo que hoy conocemos como internet.

Desde entonces dicha plataforma revolucionó la forma en la que nos informamos y comunicamos.

La creación de internet hace más de cuatro décadas es, probablemente, la gran innovación tecnológica del siglo XX.

Pero… ¿en qué se ha innovado desde entonces?

La llegada de internet significó que el mundo giró su atención hacia la red de redes en forma masiva. Empresas, universidades, programadores, medios de comunicación y gobiernos dedicaron su atención y recursos al desarrollo del sistema.

Y quizá en el camino extraviaron la innovación en otros campos tecnológicos. En realidad, ¿qué tanto se ha avanzado desde aquella época?

La hipótesis de hoy es que más que avanzar, quizá estemos dando vueltas en círculos. Muchas de las maravillas que hace 40 años se pronosticaban en universidades o en libros de ciencia ficción, aún están lejos de aparecer.

La humanidad sigue dependiendo, por ejemplo, de los combustibles fósiles. Es verdad que hay avances en la generación de energía alternativa, pero el mundo sigue usando a gran escala petróleo y gas.

Los medios de transporte han cambiado su diseño, precio, y han añadido nuevas características, pero ¿han experimentado una revolución? Los autos siguen teniendo cuatro llantas y requieren un volante para conducirse. Los aviones son más grandes o más chicos, más caros o más baratos, pero cuentan con dos alas y necesitan despegar de un aeropuerto.

Tim Harford, columnista del Financial Times y Wired, argumenta que la innovación está perdiendo ritmo y prueba de ello es que los grandes premios tecnológicos se otorgan a equipos de personas y no a un genio solitario. Crear algo realmente revolucionario requiere, cada vez más, de un esfuerzo colectivo.

En realidad si nos detenemos a pensar un poco, lo que solemos reconocer como «avances tecnológicos» suelen ser cambios en los productos de consumo que aprovechan algo que ya se ha inventado.

Los teléfonos inteligentes, por ejemplo, mezclan una computadora con telefonía, punto. Las tabletas toman una notebook, le quitan el teclado y utilizan una pantalla táctil en vez de un mouse.

El primer prototipo de un control remoto para dar órdenes a un aparato se creó en 1898. En 1945 una empresa solicitó la patente del horno de microondas. Los primeros auriculares se fabricaron hacia 1920. Todos esos aparatos aún son considerados innovaciones aunque llevan décadas o siglos entre nosotros.

Pero revoluciones tecnológicas, como la que trajo internet, quizá sólo se puedan contar con los dedos de una mano.

La gran ola de «innovaciones tecnológicas» nos ha traído una gran gama de productos comerciales para cubrir necesidades que no sabíamos que teníamos y que quizá no requeríamos.

Pero muchas otras de las necesidades que tenemos aún esperan una respuesta. Otras siguen dependiendo de la misma tecnología que se inventó hace décadas, aunque los productos sean más bonitos o más pequeños o más grandes o más caros o más baratos.

¿O no?

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