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No hay barreras: Álvaro Silberstein y la aventura de llegar en silla de ruedas a las Torres del Paine Inclusión

No hay barreras: Álvaro Silberstein y la aventura de llegar en silla de ruedas a las Torres del Paine

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Fue el primero en la historia en lograr la hazaña, pero no será el último. En pocos días más un niño de Punta Arenas con parálisis cerebral utilizará la misma silla diseñada en Francia para repetir su experiencia. «Hasta que no hicimos esto, las personas en silla de ruedas no lo podían hacer. Nosotros con esta expedición demostramos que existe una forma», dijo el joven de 31 años.


Álvaro Silberstein (31) tiene razones para estar satisfecho. A fines de diciembre se convirtió en la primera persona con discapacidad en llegar en silla de ruedas al  mirador base de las Torres del Paine. Fue una aventura que partió de una conversación con sus amigos y que, finalmente, se convirtió en el punto de partida de una serie de proyectos e iniciativas que persiguen hacer más accesibles e inclusivos los parques nacionales del país, y por sobre todo, demostrar que quienes se encuentran en su misma situación tienen las mismas ganas que cualquiera de disfrutar y vivir la vida.

“Finalmente es el entorno el que pone las barreras, no las personas y eso hay que derribarlo. Nosotros hicimos la W de las Torres del Paine. Si fuimos capaces de sobrepasar esas barreras, ¿cómo no vamos a ser capaces de eliminar las barreras que nos enfrenta la ciudad, que nos enfrentan muchos lugares mucho más accesibles y menos desafiantes?”, se preguntó Álvaro.

En una entrevista con El Mostrador en el café María Betania de Providencia, este ingeniero comercial que cursa un MBA en California  relató que tras el accidente que lo dejó tetrapléjico a los 18 años tuvo que replantearse muchas cosas. Fue cuando tomó la decisión de seguir haciendo lo que le gustaba, y eso significaba no dejar de hacer deporte y realizar actividades al aire libre, para lo cual admite que fue clave contar con “una buena familia y buenos amigos que me empujaron a retomar la vida en todo aspecto. Estudié, trabajé, he viajado, vivo ahora en Estados Unidos, y también en el tema recreacional he podido viajar y hacer deporte”.

silberstein-elmoEs de hecho lo que hace con cierta frecuencia en Estados Unidos, con visitas a famosos parques nacionales, donde  el hecho de movilizarse en silla de ruedas nunca ha sido un obstáculo. Pero hace dos años, durante una de sus visitas a Chile, su amigo Camilo Navarro, quien había llegado hace poco desde la Región de Magallanes, le dijo más con entusiasmo que con cualquier otra cosa: “Yo creo que a Torres del Paine la hacemos de todas maneras contigo en silla de ruedas ¡Hagámosla!”.

Fue una propuesta que lo tomó por sorpresa y que durante algún tiempo casi echó al olvido. Eso, hasta cuando, ya de regreso en EE.UU. visitó por segunda vez el parque Yosemite y tomó conciencia de lo difícil que era para un discapacitado vivir una experiencia similar en Chile.

“Allá los parques nacionales están hechos para ser inclusivos para todos, en el sentido que da los mismo cómo te transportas, si tienes auto o no, o dónde te quieres quedar, si en carpa o en un hotel 5 estrellas. También al decidir qué quieres hacer, si una caminata tranquila porque tienes problemas al corazón, o si quieres hacer una actividad outdoor extrema escalando una roca gigante. Eso me quedó dando vueltas, porque al final son accesibles no sólo en el sentido de infraestructura, también en el sentido social. Para hacer trekking en Torres del Paine o en otras atracciones turísticas chilenas necesitas plata y no todos tienen acceso. Allá no es el caso, uno va a Yosemite y te das cuenta que hay gente de todos los estratos sociales disfrutando del lugar. Eso fue lo que yo miré y dije ya, vamos a hacer Torres del Paine”.

 El viaje

Bastó un llamado telefónico a Navarro para que primero uno, luego dos, tres y más amigos suyos se fueran sumando a una aventura que se transformó en desafío y que encontró su primera dificultad en la silla de ruedas.

“Lo primero que hice fue contactar a una persona que es guía de Torres del Paine y me preguntó cuánto medía el ancho de mi silla. Le dije que 60 centímetros y me dijo que el sendero medía 30 y que no lo iba a poder hacer”. Entonces comenzaron a barajar alternativas. La más sencilla era realizar un viaje que por lo general hacen adultos mayores, con un paseo en barco y un recorrido de pocos metros que “es bonito, accesible, pero no la aventura que nosotros queríamos”.

silberstein-torres4Gracias a Internet, dieron con una silla diseñada en Francia que se había utilizado para llegar a la base del Everest. “Nos dijimos: si lograron subir a la base Everest, cómo no vamos  a lograr hacer esto en Torres del Paine”. Ahí surgió un segundo problema, que costaba ocho mil dólares.

“La silla era carísima, no teníamos plata para comprarla y no la podíamos arrendar”. Pusieron en marcha entonces una campaña de financiamiento que les permitió adquirirla. “Es un asiento con una rueda en la mitad, para que quepa en los senderos y que tiene muchas manillas para que el esfuerzo de llevarla se reparta entre cuatro a cinco personas”.

Antes de partir, eso sí, se dieron tiempo para probarla en distintos cerros de Santiago, como el  San Cristóbal y el Manquehue, y también por el sendero Aguas de Ramón. “Ahí agarramos mucha confianza y dijimos se puede, no es tan complicado como nosotros pensábamos”.

También recibieron el apoyo de marcas como North Face, que les proporcionó el equipamiento y la ropa más adecuada, y de la empresa estadounidense  Creating Habilities, que les facilitó una butaca especial para kayak y estabilizadores para evitar el volcamiento de la embarcación en una de las etapas de la travesía.

“Fueron en total cinco días –a partir del 18 de diciembre-, cuatro de caminata para hacer la W y el último día que hicimos kayak en el glaciar, fue increíble”, recordó. Para lograr su cometido, se formaron dos grupos de cinco personas para empujar la silla.

“Yo iba bien agarrado al ‘aguaite’ de cualquier porrazo, pero era entretenido porque estaba en una posición más alta que una silla normal, a la altura de una persona de pie, lo que me permitía ver el paisaje increíble, ir a la misma altura de mis amigos e ir conversando. Yo iba feliz arriba de la silla, tiene suspensión, entonces mis amigos me perdieron el respeto a los dos minutos de empezar a andar”.

dron-torresSi bien se pusieron en el peor de los casos para cumplir el tiempo de los trayectos, la realidad demostró que la tardanza con la silla no era significativamente mayor, salvo en algunos puntos de mayor complejidad.

“El segundo día fue el más desafiante para llegar al mirador base de las torres, nunca nadie lo había hecho en una silla de ruedas y nos demoramos el doble que una persona normal. Pero al final ese era nuestro principal objetivo y lo logramos súper bien, fue muy bonito y energizante llegar allá, con todos aplaudiéndonos, fue una tremenda experiencia en la que fuimos disfrutando del paisaje y pasándolo muy bien”.

De ahí en adelante todo fue disfrutar y de hecho, al día siguiente, realizaron una caminata entre el Campamento Chileno y el Campamento Cuernos. “Nosotros queremos promover por sobre todo ese sendero, que es bastante plano, que lo puede hacer cualquiera. De hecho personas que nos iban acompañando que no estaban contempladas para empujar la silla, terminaron empujándome porque igual era simple y nos dimos cuenta que ese era el trayecto que teníamos que promover más, porque al ir a la base Torres se corren más riesgos, se requiere más gente y con mejor estado físico”.

Terminado el viaje la silla quedó en el Parque Nacional bajo el cuidado de la Asociación de Hoteles de Torres del Paine (HYST). “Ellos son los que se van a quedar con la silla y  la van a administrar. Parte del recorrido del segundo día nos acompañaron dos guías, quienes fueron mirando cómo se ocupaba y durante el último trayecto me empujaron para aprender cómo hacerlo. Entonces quedaron súper empoderados y son los encargados de capacitar a las personas para enseñarles cómo subir”.

Lo más importante, recalcó, es que toda persona discapacitada que requiera utilizarla lo hará completamente gratis.

“Nos pusimos la meta con el HYST llevar a tres personas por temporada al Parque Torres del Paine. Nosotros tenemos equipamiento, carpa, saco, mochilas que nos pasó North Face y el HYST pondría por ejemplo guías o un caballo, si la gente requiere que les acarreen cosas. Estamos viendo si existe la posibilidad de alojamiento para elegir por mérito a tres personas al año para que accedan a estos ‘beneficios’ y puedan hacer Torres del Paine. De igual manera, si alguien no clasificó y quiere hacerlo igual, puede hacerlo por su cuenta y la silla no se va a cobrar, es sólo que para impulsar esto queremos elegir a tres personas y darles este beneficio”.

Objetivos cumplidos

Por estos días Álvaro está feliz, porque en una semana la silla volverá a ser utilizada. “El primer objetivo era  promover el turismo adaptado en Torres del Paine para que así a los próximos se les haga más fácil y afortunadamente se ha cumplido, porque la silla se ocupará de nuevo el 14 de enero. Ese día va un niño de Punta Arenas que tiene parálisis cerebral. Su familia ya se había organizado para ir, pero no sabían cómo hacerlo. Pensaban llevarlo en una mochila y cuando vieron esto se dieron cuenta que era mucho más fácil transportarlo en la silla, así que nos organizamos par que por segunda vez en la historia llegue una segunda persona al mirador base”.

silberstein-torres2Álvaro Silberstein dice que esta experiencia también permitió “darle visibilidad a las personas con discapacidad como personas activas que les gusta vivir la vida y es lo que yo veo en todos mis amigos que tienen discapacidad. En 12 años he conocido mucha gente con distintas discapacidades y para mí es gente muy aperrada”.

Y agregó que el tercer y último objetivo fue darle un carácter inspirador a “una historia que no era mía ni la de un Rambo subiendo por su cuenta una montaña gigante; no, es la historia de mis amigos que con trabajo en equipo pudieron llevarme a ese lugar, una historia de compañerismo y amistad  que se cumplió totalmente”.

De hecho, considera que todo el apoyo que ha recibido en Facebook y en su cuenta de Instagram Wheel The World, “demuestra que esto tiene un sentido más allá de nosotros mismos”.

Pero Álvaro no para. Por ahora, junto a sus compañeros está abocado a documentar todo en su web “para que todos sepan cómo hacer turismo en Torres del Paine en silla de ruedas”.

silberstein-torres3También ha estrechado lazos con la Corporación Nacional Forestal (Conaf) y con la fundación Tacal para avanzar en iniciativas de inclusión en parques nacionales. Y asegura que el próximo desafío será Rapa Nui. “Allí queremos hacer trekking y bicicleta de mano. Yo hago handcycle, que es una bicicleta en la que se pedalea con los brazos”.

Finalmente, dijo que después de todo esto “queremos seguir trabajando por la inclusión y estamos en proceso de formar una ONG que desarrolle e impulse actividades al aire libre inclusivas en lugares turísticos de Chile y el mundo. Torres del Paine es la octava maravilla del mundo. Todos sabemos que es un lugar que recibe miles de visitas al año porque es precioso y una gran atracción. Y hasta que no hicimos esto, las gente en silla de ruedas no lo podía hacer. Nosotros con esta expedición demostramos que existe una forma que es accesible, que no tiene costo adicional y que se puede hacer con personas que no son expertas en el tema”.

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