Criada en una comunidad hippie de la pequeña isla nórdica de donde es originaria, la artista no ha dejado de sorprender a la industria del espectáculo. Hasta hace poco con su música, hoy lo hace también con su participación en la película Dancer in the Dark.
Su menuda figura se ha convertido en todo un ícono de lo que podría llamarse la escena musical alternativa, si es que hay alguna creación masiva que pueda aún recibir ese rótulo. Desde sus inicios en la década de los 80 con el grupo Sugarcubes la islandesa llamó la atención por su timbre de voz y su peculiar estilo.
En 1993 sorprendió a una alicaída industria musical con su primer disco solista, Debut. Las sorpresivas altas ventas de esta placa la elevaron al poco tiempo al sitial de estrella de rock. Atribución que nunca le ha gustado del todo; son conocidas sus malas relaciones con la prensa y con sus propios fans. Dos años después hace su estreno Post, que confirmó la vocación de la cantante por la fusión del pop con, por ese tiempo, la naciente corriente de la electrónica. Esta tendencia se reafirmó con su siguiente disco Telegram, álbum de remixes de las canciones de Post.
Tras el lanzamiento de su último álbum, Homogenic, la islandesa se sumergió en la filmación de Dancer in the dark que tantos dolores de cabeza le produjo, pero que la hizo transformarse en la gran revelación del último festival de Cannes. La islandesa es la autora también de la banda sonora de la película. Recién en septiembre saldrá a la venta el soundtrack completo de la película, así que los fanáticos de la artista deberán armarse de paciencia. Mientras, pueden visitar algunas páginas web dedicadas a ella (en inglés).
