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Vinicius de Moraes y la hermandad de las armonías leves

La figura del poeta está indeleblemente unida al origen del ritmo que transformó la escena musical brasilera hacia la década del sesenta.


No se sabe si fueron la poesía y la música popular las que acosaron a Vinicius de Moraes (1913-1980) o si fue él quien las capturó cuando buscaba la estrella de la tarde, brillando sola en el crepúsculo. Lo cierto es que su obra poética es tan abundante como las canciones que compuso junto a una decena de grandes músicos brasileros contemporáneos, y su nombre resplandece tanto al rememorar los versos finales de su soneto a la fidelidad -"que el amor no sea inmortal, puesto que es llama/más que sea infinito mientras dure"- como al escuchar las palabras arrastradas por la melodía del tema "Se todos fossen iguais a voí§é".



Se dice que Vinicius murió de amor y es posible que así haya sido. Pero antes de eso, se encargó de ayudar a transformar la música popular brasilera con la sensibilidad de quien fue además dramaturgo, cineasta y cronista. No por casualidad su alma quedó unida para siempre al origen y al desarrollo del bossanova. "El bossanova -escribió una vez- es el sufrimiento de muchos jóvenes del mundo entero, que buscan en la tranquilidad de la música no la alienación a los problemas de su tiempo, sino la manera más armoniosa de configurarlos". La historia de este ritmo es la reconstrucción de búsquedas y ensayos musicales, y de anécdotas que él mismo se encargó de contar.



El origen

Fue en Ipanema, Río de Janeiro, en el número 107 de la calle Nascimento Silva, dirección del antiguo departamento de Antonio Carlos Jobim, que dos compositores amigos -Jobim y De Moraes-, después de muchos ensayos, inclinaron sus cabezas y cantaron juntos la primera composición de lo que de ahí en adelante se conocería con el nombre de bossanova. Era una tarde de abril de 1956, según recordó años después De Moraes, y con la canción "Chega de Saudade", la música brasilera rompía el cerco fronterizo levantado por los sones particulares del samba tradicional.



Tom Jobim, Vinicius de Moraes, Ronaldo Bí´scoli, Roberto Menescal, Carlos Lyra.



Ese mismo año, Jobim había accedido a la petición de su amigo, quien lo requirió para que compusiera los temas de su película Orfeo Negro. Del intenso trabajo conjunto que ambos autores realizaron surgió, entre otros, "A Felicidade", uno de los sambas más populares, hasta nuestros días, que en ese entonces fue difundido ampliamente gracias al éxito del filme. Así, y sin sospecharlo aún, ambos dieron la señal de partida para el surgimiento del movimiento renovador, que en el Brasil y fuera de él sentó las bases de una hermandad musical a través de la cual estrecharon lazos los cultores del samba, el jazz y el bossanova.



Durante mucho tiempo, se convino en llamar al bossanova "samba-jazz", debido a los influjos que sus creadores recogieron de ambas corrientes musicales. Con el fin de aclarar la confusión y recalcar el carácter original del nuevo ritmo, Vinicius de Moraes declaró, en 1965, que en realidad se trataba de una propuesta que no tenía nada que ver con el samba o con el jazz, al menos no como ingredientes puros. En verdad, el bossanova es un híbrido espurio, fruto de una serie de coyunturas históricas, económicas y artísticas del Brasil, que nació en la misma época en que Juscelino Kubitschek encargaba la construcción de la moderna Brasilia. Coincidentemente, varios músicos estaban embarcados en el rescate y la reformulación del samba tradicional, mientras se confesaban enamorados del jazz, sobre todo del llamado "west coast".



Hacia el bossanova fueron confluyendo los entonces jovencísimos y desconocidos Joí£o Gilberto, Carlos Lyra, Roberto Menescal, Baden Powell y los hermanos Mario y Oscar Castro Neves, además del propio Jobim. Así, se fueron renovando bellos sambas, como los de Ary Barroso y Dorival Caymmi, al tiempo que se incorporaba la temática de los ritos negros del candomblé de Bahía, introduciendo el elemento que faltaba en el samba tradicional: la veta africana.



En cuanto al jazz, la verdadera contribución en la moderna música brasilera está dada sobre todo por la libertad de improvisación que se concedió a los instrumentos y por la original orientación del uso del tejido armónico, que revistió a las melodías de una gracia y levedad desconocidas en el samba antiguo, más restringido por el ritmo y la percusión. Esta cuestión varió a tal punto que se llegó a decir que los mejores bateristas del bossanova -como Milton Banana, por ejemplo- ejecutaban el instrumento "con sentido armónico". El cambio musical equivalía a pasar de la agitación comercial de Copacabana a la traquilidad de una calle de Ipanema, afirmaba Vinicius.



No es difícil entender que el trabajo de los músicos brasileros, en lo que a grabaciones y a conciertos se refiere, esté entrelazado desde hace mucho con el quehacer de sus colegas norteamericanos. Fueron, precisamente, la sensibilidad del disc-jockey Felix Grant, quien, tras visitar Río, llevó a Estados Unidos los discos de Joí£o Gilberto para difundirlos en sus programas, y la acogida de los músicos Paul Winter, Stan Getz, Lalo Schiffrin y Herbie Mann, que palparon el mensaje poético del nuevo son, lo que le dio éxito internacional al bossanova y convirtió a Ipanema -tierra natal de Jobim- en "la casa de todos".



"Garota de Ipanema", uno de los temas más célebres que ha dado este movimiento -y cuyos autores también son Jobim y De Moraes- apareció en el álbum Getz-Gilberto, en el que participaron el músico norteamericano y Astrud Gilberto, acompañados de un conjunto instrumental brasilero. Desde que se inició el "movimiento brasilero de los ’60", los norteamericanos llegan al país del carnaval, de tanto en tanto, no sólo para tocar con los cariocas y comulgar con sus ideas, sino también, como aseguraba Vinicius, para enamorar a sus mujeres y comer su arroz con feijí£o.

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