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Calzoncillos y restos humanos en rara muestra de músicos

Los calzoncillos de Brahms, un mechón de pelo de Mozart y hasta un fragmento de costilla de Schubert son algunos de los objetos de una extraña exposición de reliquias de artistas austríacos que, desde el sábado próximo, podrá apreciarse en el Palacio Harrach de Viena.


Bajo el título «Uno no es bueno hasta que ha muerto, Reliquias y devocionarios de artistas», la muestra se centra de forma sumamente irónica en «el concepto de la cultura austríaca, cuya población tiende a mirar hacia el pasado», según el texto sobre la exposición entregado a la prensa.



En ese sentido, Pia Janke, comisaria de la exposición, comentó que los artistas austríacos «son en vida permanentemente objeto de crítica, a veces hasta el insulto, pero en cuanto fallecen se desencadena el fenómeno de la adoración, hasta alcanzar el kitsch. Piensen sólo en el caso de Thomas Bernhard».



«Una vez muertos pasan a enriquecer la publicidad turística», explicó Janke, quien se refirió a la obsesión de los austríacos y especialmente los vieneses por la muerte, hasta el punto de que es la única capital mundial con un Museo Fúnebre.



Entre los 350 objetos aportados por el Theatermuseum y el Museo de Historia del Arte de la capital austríaca figuran bustos, relieves, medallas, autógrafos y artículos de uso personal de las figuras veneradas.



Así pueden apreciarse las máquinas de escribir de los dramaturgos Ingeborg Bachmann y Thomas Bernhard, la última pluma de escribir de Ludwig Anzensgruber o el escritorio de Marie Ebner-Eschenbach.



Igualmente se exponen una lata de tabaco de rapé de Mozart, un paraguas del dramaturgo del siglo 19 Franz Grillparzer, el vaso del que habitualmente bebía el escritor Johann Nestroy y un peluche de Tom & Jerry que perteneció a Konrad Bayer.



Peluquería



Los responsables de la exposición han logrado reunir también toda una muestra de restos de peluquería, con mechones pertenecientes a Schubert, Beethoven, Brahms y Mozart.



Y a la hora de explicar que la adoración exagerada de los artistas fallecidos comenzaba inmediatamente después de su óbito, una de las salas se dedica al culto funerario con, entre otras, las máscaras mortuorias de los dramaturgos Hermann Bahr y Anton Bruckner.

EFE
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