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2002: La chabacanería a la par con el auge cultural

Junto con el surgimiento de una gran e interesante oleada de obras teatrales y exposiciones, un notable repunte del cine criollo y un apoyo no despreciable de varias instituciones en favor de la cultura, ha aparecido un fenómeno paralelo: la chabacanería de programas como Morandé con Compañía y Mekano y de figuras como la Geisha y Willy Sabor.


Un particular fenómeno se dio este año en materia cultural. Mientras las actividades e inversiones en cultura aumentaron considerablemente, también lo hizo -como ya es costumbre en los últimos años- la chabacanería en la televisión.



Pero no sólo ha sido interesante el contraste entre la cultura "formal" y la televisiva. Este año, los proyectos culturales del gobierno debieron someterse a los avatares políticos y los pleitos partidarios.



Primero, el gobierno y el mundo de la cultura vieron peligrar el discutido proyecto de Institucionalidad Cultural , cuando por falta de quórum de la Concertación y los votos en contra de la derecha se perdió en la Cámara de Diputados la oportunidad de legislar al respecto.



El hecho provocó un escándalo mayor y gracias a eso hoy el proyecto se discute en el Senado.



Otro escándalo en torno a la cultura fue la renuncia de quien fuera durante 10 años la directora del Fondart, Nivia Palma.



Su salida se produjo en medio de la denuncia de Palma respecto a la supuesta prohibición por parte del gobierno de asistir al estreno de la obra Prat, financiada por el Fondart, y que produjo una de las polémicas más grandes especialmente con las Fuerzas Armadas.



No era la primera vez que Palma se enfrentaba a las FFAA. En una entrevista concedida a El Mostrador.cl afirmó que los militares no debían estar en el Consejo de Calificación Cinematográfica, porque «un militar siempre será un militar, por lo que no tiene una apreciación estética de lo que es una obra cinematográfica». Ello generó la protesta formal del comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, públicadas en exclusiva por este medio.



Otro hecho importante al mundo de la cultura fue la promulgación de la ley que elimina la censura previa cinematográfica.



El auge de la cultura



Como el mayor instrumento público de financiamiento cultural, con una inversión a la fecha de 24.989 millones 570 mil pesos, el Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura (Fondart) ha jugado un papel relevante en el quehacer artístico y cultural en Chile.



Desde su creación en 1992, el Fondart ha financiado 6 mil 62 proyectos, tan diversos como la construcción, remodelación y habilitación de teatros municipales, museos, casas de cultura, producción de creaciones cinematográficas (largometrajes, documentales y cortos), de obras de artes visuales, creación y montaje de obras de teatro y de danza, fomento de iniciativas de pueblos originarios y de cultura tradicional, iniciativas de cultura local, entre muchas otras, colaborando de este modo a una mayor y mejor producción y circulación de bienes culturales en el país.



Estas instancias públicas, sumadas a iniciativas privadas, metropolitanas y regionales, han propiciado, en el 2002, un considerable aumento de producciones cinematográficas nacionales. Entre las más destacadas se podría mencionar a Paraíso B, de Nicolás Acuña, y Ogu y Mampato en Rapa Nui, de Alejandro Rojas.



También se destaca la aparición de un gran número de nuevos montajes y compañías teatrales, que han dado origen a una serie de carnavales culturales y eventos que han acercado al público masivo al celuloide y a las tablas, respectivamente.



Eventos como el Festival de Cine de Valdivia y Viña del Mar y el Festival de Teatro a Mil, realizado en la Estación Mapocho, son sólo algunas de las muchas opciones que presentan ambas artes durante el año para su desarrollo y difusión entre un público un tanto alejado de su cultura en años anteriores.



Exposiciones, tanto fotográficas como en pintura o escultura, generalmente organizadas en salas de arte como en la Fundación Telefónica, en museos como el Bellas Artes o el de Arte Contemporáneo o en el centro de extensión de la Universidad Católica, se unen para dar vida a un año lleno de expresiones culturales y artísticas que han enriquecido a un país más bien desmotivado por su cultura.



Sin embargo, y a la par con este fenómeno de auge cultural, se ha producido una extraña y contraria situación en nuestro país. La chabacanería y los programas vacíos se han apoderado de las pantallas y del interés de la gente; el mismo público que se deleita con una buena obra de teatro o con una interesante exposición fotográfica.



Entretención desechable



Programas como Tremendo Choque, de Chilevisión, o Mekano, de Mega se han trasformado rápidamente en los íconos en cuanto a programas juveniles se refiere. En estos espacios los grupos Axé y el baile de jóvenes con sensuales vestimentas son los pilares de sus audiencias.



La conversación y el análisis de temas actuales o simplemente interesantes como el teatro, el cine o la música, pasan a segundo o tercer plano para dar paso a los cahuines y copuchas.



Pese a ser programas sin ninguna clase de contenido, que más bien se asemejan a una eterna clase de baile, no son menos inteligentes: vacíos en su contenido, pero cerebrales en su forma.



Mekano es un buen ejemplo de esta situación. Si bien presenta todos los elemento de este tipo de programas desechables, muestra una mínima pero considerable y exitosa variación: relaciona amorosamente a sus integrantes como una teleserie, provocando el seguimiento de una historia de amores, engaños y arrepentimientos. Ahí radica la fuerza de su éxito y la gran acogida y cariño de los televidentes por los personajes.



El año 2002 se ha plagado de programas de este tipo, además de una indeterminada cantidad de noticias dentro del mismo margen. Que la Bolocco, que el Rafa, que la Carlita Ochoa con un hijo sin padre, que la Titi y Cristián Castro, que la Geisha, en fin un sinnúmero de personajes que de relevantes no tienen nada, sólo aparecer en televisión.



No es menor que los premios de la Asociación de Periodistas de Espectáculos (APES), se hayan entregado en el programa del Kike Morandé, Morandé con Compañía. Dando una simple mirada podría decirse que fue un gran gesto del programa, ya que la entrega de premios no encontraba un espacio para realizar la ceremonia. Sin embargo, y tratando de hacer un análisis más profundo, esta situación refleja cómo ambos sectores se han fusionado o conviven simultáneamente sin estorbarse.



Es algo contraproducente que el premio al mejor montaje teatral o a la mejor representante de danza, sea entregado en un contexto de chabacanería, como lo es Morande con Compañía, donde uno de sus máximos atractivos es levantarle el vestido a una muchacha dentro de una caseta transparente.



Es increíble que estos fenómenos se den dentro de un margen y un período de tiempo en el que todo pareciese indicar que los chilenos nos encontrábamos con más instancias culturales, que al fin se daban las cosas para una mayor oferta y diversidad de expresiones artísticas. Justo en un momento donde la gran masa se acercaba al teatro, a exposiciones, confiaba en nuestro cine, en nuestros artistas, en nuestra cultura. ¿Será posible que la chabacanería y la cultura convivan de la mano? ¿Y que la gente las acepte como dos opciones paralelas dentro de un mismo contexto? ¿Es viable pasarse de Tremendo Choque a El Termómetro?



Tunick y la Geisha



Un acontecimiento que sin duda marcó al año 2002 fue el alboroto que provocó Spencer Tunick y sus fotografías de desnudos. Mientras algunos señalaban que el evento era un insulto a la moral y las buenas costumbres, que era un acto burdo y de mal gusto, otros afirmaban indiscutidamente que era una muestra de expresión artística y un acto liberador para una sociedad tan reprimida como la nuestra.



Al parecer primó la última opción, pero siempre rozando la línea que separa lo netamente comercial y burdo, con las instancias artísticamente culturales.



Lo interesante radica en la gran cantidad de personas que acudió, muy temprano por la mañana, a la muestra fotográfica. Burdo o no burdo, de mal o de buen gusto, artístico o no artístico, esta muestra dio la posibilidad a muchos de dejar atrás los prejuicios, los miedos y darnos cuenta que no somos tan apocados como creemos. Para muchos, Tunick se convirtió en el fotógrafo que le desnudó el alma a los chilenos.



Pese al gran éxito o polémica, como quiera llamársele, que tuvo Spencer Tunick, sin duda el personaje del año es Anita Alvarado: la Geisha chilena. Esta mujer se ha convertido en el centro de atención de toda la prensa amarilla en Chile, que la ha elevado a la categoría de estrella a nivel nacional.



Es casi irrisorio cómo una prostituta, de la noche a la mañana puede pasar a formar parte del jet set criollo -si es que existe-, sacar un disco, un libro y portada tras portada en los periódicos, al punto que ahora ha declarado que quiere ser diputada. No cabe duda que es un fenómeno interesante, pero porque nosotros así lo hemos querido y ella lo ha aceptado.



"Creo que en Chile se ha producido una verdadera revolución cultural y yo he sido la promotora. Es decir, yo solita tengo mucho más importancia que todo ese atado de la institucionalidad cultural, de la que tanto hablan los políticos", ha señalado.



La Geisha ha trascendido nuestras pantallas, nuestras miradas, nuestra conciencia, haciéndose casi imposible no comentar alguna de las últimas tonteras en que anda metida. ¿Una creación cultural, una construcción social, una expresión artística o un patético personaje sobrevalorado? Tal vez todas, quizá ninguna.



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