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La naturaleza (no) profesional de Fito Páez

Ante un estadio Víctor Jara lleno fans incondicionales, Fito Páez presentó el sábado su Naturaleza Sangre. Pese a los aplausos, la sólida e incluso emocionante presentación, el rosarino no entregó novedades y al igual que en su nuevo disco, repitió la formula de su éxito.


Ante el estadio Víctor Jara lleno, Fito Paéz se desploma. Cae al suelo después de haber interpretado agónicamente 139 Lexatins, una canción de su nuevo disco, Naturaleza Sangre, sobre un chico que se despide del ‘mundo cruel’ tras haber ingerido tal cantidad de pastillas. Por supuesto, actuaba.



O quizás recordaba, porque Páez estuvo cerca de desplomarse sin actuaciones de por medio. Hace unos quince años atrás, su vida se vio golpeada por el asesinato de su familia: historia y sensaciones registradas en el disco ‘Ciudad de Pobres Corazones’ (’87). Para el estilo de vida de esos años consultar la canción Hazte Fama de ‘Tercer Mundo'(90), que detalla sus adicciones (marihuana, pastillas, alcohol) y las advertencias de sus amigos y vecinos.



Hoy, Fito Páez sólo puede recurrir a la memoria emotiva para interpretar desplomes por drogas como el que se vio el sábado, en la mitad de la presentación de Naturaleza Sangre. Porque hoy, y hace años en realidad, el rosarino anda tranquilo, envuelto en un aura de suficiencia muy cool que quizá lo llevan a tomarse una buena botella de vino o varios whiskys, pero nada de excesos. Su música vive un momento parecido.



El nuevo de disco de Páez difícilmente podría calificarse de malo, o si quiera de regular; es un buen album, que tiene sólo un pero: repite la formula que lo llevó a ese lugar tan privilegiado, en donde incluso se le perdona ese irregular experimento de balada pop rock junto a Joaquín Sabina.



Naturaleza Sangre es un disco sin riesgos, que merodea sin cuidado entre la dulzura (Bello Abril) y algo de rabia en canciones como la que le da nombre al disco. Siempre en un formato pop que Páez ha trabajando tanto -y muchas veces tan bien-en discos como "El amor después del amor", "Circo Beat", "Rey Sol" o "Abre". Y la presentación del sábado fue por la misma línea.



Concentrado en el nuevo disco, aunque con varias citas a su repertorio clásico, Páez dio un show similar a los muchos que ha dado en Santiago. Musicalmente sólido y ante un público incondicional, que coreó sus canciones sin fallar en ninguna estrofa. Su única queja fue que el sonido era demasiado bajo



De la nueva placa, Paez interpretó Nuevo, Salir al sol, Volver a mí, Bello abril -dedicada a la recientemente fallecida María Gabriela Espumer-, Urgente Amar, 139 Lexatins, Naturaleza Sangre y Música para Camaleones.



Todas, canciones que el público ya había escuchado hasta aprendérselas. Pero que si hubiesen sido interpretadas sin intercalarlas con el repertorio clásico de Páez, no habrían logrado un concierto emocionante. Porque aunque el mismo de siempre, el concierto del sábado tuvo su cuota de emoción



Emoción que recayó la interpretaciones de canciones como la clásica Giros; la ineludiblemente dulce 11 y 6; Cable a Tierra interpretada en un pequeño mix junto a Un vestido y un amor; Circo beat, con el rap de Tercer Mundo en el medio; la poderosa Ciudad de Pobres Corazones; Dar es Dar, con una larga cita a Algo mejor de Fabiana Cantillo; A Rodar; Mariposa Tecknicolor, y Normal 1, en la que Páez le cedió la voz a su guitarrista, Gonzalo Aloras.



Probablemente la única excepción en el repertorio, fue Canción de amor mientras tanto, de Ey (’88), un regalo sólo para los fanáticos más recalcitrantes del rosarino, y que de hecho se perdió en una ruidosa versión que sólo unos pocos disfrutaron.



La Profesionalidad de Fito Paez



El jueves pasado, Fito Paez prometía en la conferencia de prensa que el sábado no veríamos un grupo de profesionales. "No hacemos esto de manera profesional, nos interesa el fenómeno extra negocio de la música; la música como lenguaje curador y que te conecta con emociones fuertes", detallaba.



Como era de esperarse en el concierto no fueron seis músicos amateurs lo que tocaron por más de dos horas en el escenario. Paez carga con más de diez discos en su historia y una cantidad de presentaciones en vivo que le permiten una calma envidiable. Si a eso le sumamos un grupo de fanáticos en constante aumento que, por ejemplo, se saca la ‘remera’ y felices la gira en el aire mientras corea gritando A Rodar, tenemos un resultado que hasta cierto punto es complicado manejar. Todo se vuelve aún más difícil cuando tan fácilmente se sitúa al rosarino al lado de los padres del rock argentino, Charly García y Spinetta.



La respuesta que queda pendiente es que tan poco profesional puede ser un concierto de un músico con esa problemática. Paez dice que en sus música no prima el negocio, y en parte podría demostrarlo en el hecho de que Naturaleza Sangre fue editado por su sello propio Circo Beat, y en que el sábado vimos un show, aunque algo repetido, con una alta dosis de entrega emocional.



Por otro lado, esa repetición que ronda en Naturaleza Sangre y en el concierto del sábado, parecen señalar que Fito Paez se vuelve cada vez más un músico profesional: un disco cada un par de años de buena factura, presentaciones impecables y emocionantes, pero nada demasiado nuevo; sólo memoria emotiva y aplausos a destajo.



Una especie de tumba de la gloria, donde la creatividad está suspendida, pero esa calidad de icono del rock argentino mantiene al público en alto y dado a los aplausos.

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