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El duelo y la rabia que provocó en el mundo la muerte de Pablo Neruda

En un principio, los rumores de que había sido víctima del régimen militar circularon por todo el mundo. Paulatinamente, se fue conociendo la verdad, lo que no amilanó a Eduardo Galeano para sostener que "la muerte de Neruda fue trabajada por el cáncer, por la edad y por el cáncer instaurado en Chile: el gobierno de Pinochet". A la voz del escritor uruguayo se sumaron Fuentes, Alberti, Evtuchenko y Cela.


"A Neruda no lo molestaremos… Al contrario, es una gloria nacional". Así, Augusto Pinochet se lavó las manos frente a los curiosos corresponsales europeos a pocos días del golpe de Estado, garantizando, de paso, la "libertad" con que contaría el poeta, a sabiendas de que su estado de salud le impediría ser un actor gravitante de la oposición al flamante gobierno de facto.



Tras el 11, las casas del Nobel fueron allanadas, saqueadas, destruidas. Pero a él, como aseguró Pinochet, no lo tocaron. Sí a sus caracolas, a los recuerdos de viajes y amigos que había cuidado con extremo celo y fetichismo. Pero sus cosas eran él; a Neruda lo tocaron igual.



En estado crítico por el cáncer a la próstata que lo aquejaba, viajó junto a Matilde Urrutia desde su casa en Isla Negra hasta Santiago. En el trayecto, la promesa de Pinochet fue rota: la ambulancia en la que era trasladado, fue interceptada por una patrulla militar, siendo tanto Neruda como Matilde sometidos a una exhaustiva inspección, a pesar de las súplicas de la mujer del poeta.



El vejamen afectó a la delicada salud del autor de Canto General. Pocos días después, en la noche del 23 de septiembre de 1973, Pablo Neruda, el poeta más reconocido de nuestro país, moría en la clínica Santa María. Y luego vino el funeral, y con él las tímidas manifestaciones que subterráneamente hacían sonar los «¡Compañero Pablo Neruda!», y luego el "¡presente!", y del ¡presente! al desenfado total. Fue la primera y última, en mucho tiempo, manifestación de repudio contra el golpe y la Junta Militar.



Contra la Junta fascista; contra la dictadura, camarada
Pablo Neruda: ¡Presente! ¡Ahora y siempre!




Matilde Urrutia rechazó los intentos de los representantes de las Fuerzas Armadas que, ilusamente, pretendían hacer llegar su "sentido pésame" a la, ahora, viuda del poeta. El crítico literario Alone, quien había recibido con los brazos abiertos la intervención armada, se escondía entre la multitud que iba a despedir a Neruda, mientras el embajador de Suecia, contradiciendo los deseos de Matilde, clamaba a los cuatro vientos: «¡Saquen fotos, fotos, fotos, es la prueba más evidente del salvajismo de esta gente!». Pablo Neruda, había finalmente regresado a la tierra, a esa tierra de la que emergió para rebautizar todo con su pluma.



El pesar internacional



Tras conocerse el estado deplorable en que habían quedado sus casas, el general Herman Brady declaró a la prensa, como recoge Camilo Taufic en su libro Chile en la hoguera, 1973, que "las Fuerzas Armadas como asimismo Carabineros, ninguna participación han tenido en actos vandálicos, condenables, que elementos descalificados han perpetrado en la casa habitación del insigne poeta que fuera el señor Pablo Neruda (…) Somos respetuosos de las ideas, y nos causa profundo pesar que este hecho desgraciado se haya producido cuando el país sufría la pérdida del respetado artista que fue el señor Neruda". Pocos, incluidos los uniformados que lo acompañaban frente a las cámaras de televisión, le creyeron.




La censura y el control sobre los medios de comunicación por parte de la Junta, generaba confusión y se prestaba para todo tipo de especulaciones. Muchos fueron los que pensaron, como Rafael Alberti -quien escribió un poema poco conocido y que Taufic reproduce en su libro-, que Neruda había sido víctima de la violencia de las Fuerzas Armadas. Quizás, no estaba tan equivocado.



CON PABLO NERUDA EN EL CORAZÓN, de Rafael Alberti (Fragmento)


Lo anunciaron primero (lo oí una madrugada):

Pablo Neruda ha sido asesinado

Pablo Neruda ha muerto. (Lo oí otra madrugada.)
Habían rectificado, aunque daba lo mismo.

Venid a ver ahora su casa violada,
Sus puertas y cristales destrozados,
Venid a ver sus libros ya cenizas,
A ver sus colecciones reducidas a polvo,
Venid a ver su cuerpo allí caído,
Su inmenso corazón allí volcado
Sobre la escoria de sus sueños rotos,
Mientras sigue corriendo la sangre por las calles.




A la voz de Alberti, se sumó Eduardo Galeano, quien acusó: "la muerte de Neruda fue trabajada por el cáncer, por la edad y por el cáncer instaurado en Chile: el gobierno de Pinochet", mientras que en el mismo tono, el poeta soviético Eugenio Evtuchenko decía: "Neruda fue uno de los titanes que sujetaba sobre sus espaldas el globo de la poesía mundial. Se dice que murió de un cáncer y es duro pensar que el cáncer de la Junta Militar roe hoy el bello cuerpo de su patria, Chile".



A ello se agregaron los dichos del español Camilo José Cela, quien rechazaba el título doctor "honoris causa" que iba a concederle la Universidad de Chile, declamando: "a ti Pablo, ya muerto, te digo: renuncio desde aquí y en este instante al doctorado honoris causa que me iba a dar la misma Universidad que a ti te lo diera. Esa Universidad ya no es la misma, aunque por fuera lo parezca".



La avalancha de elegías tuvo uno de sus momentos cúlmine en el artículo que escribió el mexicano Carlos Fuentes, donde expresaba que «Pablo Neruda nos condujo a todos a las zonas salvajes de nuestro lenguaje olvidado. No habría, sin su aventura poética, novelas modernas en Hispanoamérica porque él nos liberó de la exquisitez y el buen gusto, él nos enseñó a comer y a beber, él nos enseñó a mirar adentro de las peluquerías y a temblar ante nuestro espectro en las vitrinas de las zapaterías»



Y más adelante: «Toda la América española resucitó en su lengua. Recuperamos en su poesía cuatro siglos de historia perdida, maquillada por discursos huecos y proclamas grandilocuentes, mutilada por el imperialismo de afuera y la opresión, y adentro desfigurada por el silencio humillado de los muchos y la mentira elegante de los pocos».



VEA ADEMÁS:



Lea completa la elegía Con Pablo Neruda en el corazón, de Rafael Alberti



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