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Francisco Lombardi: «El cine es muy complicado en América Latina»

Invitado como jurado en la categoría Largometraje de la décima versión del Festival Internacional de Cine de Valdivia, el director peruano aprovechó la oportunidad para presentar y promocionar -además de competir en la sección Panorama Internacional- su último y controversial trabajo: Ojos que no ven.


Director, productor y guionista, Francisco Lombardi se ha destacado por su singular y ácida mirada de la realidad a través del celuloide. Mediante connotados filmes -galardonados en festivales de la talla de Cannes, San Sebastián, Berlín, Montreal-tales como La ciudad y los perros, Caídos del cielo, Crimen y castigo, Tinta roja y Pantaleón y las visitadoras, entre otras, el cineasta ha traspasado fronteras, roto esquemas y abierto una nueva vertiente en el cine latinoamericano.



Lombardi, casi único referente de la cinematografía contemporánea peruana, vuelve a unirse con la guionista Giovanna Pollarolo para contar una historia actual sobre el deterioro moral, la hipocresía y el oportunismo que la corrupción del poder político pueden generar. "Ojos que no ven, es un retrato de personajes que intenta ser representativo. Es decir, detenerse ante el panorama de hoy en Perú, dentro de una perspectiva ética y moral vinculada con lo que fueron los 10 años de gobierno de Fujimori".



– ¿Cómo nace la idea que llevar a la pantalla, Ojos que no ven?
– Nosotros veníamos trabajando, con mi guionista de siempre, en un proyecto de varias historias paralelas en una sola película, que era una experiencia que habíamos hecho antes en una cinta de los años 90, Caídos del cielo. Mientras trabajábamos en el proyecto, aparecen de pronto los escandalosos videos que descubrían la corrupción en Perú a cargo del jefe de inteligencia de mi país, Vladimiro Montesinos. A partir de eso, integramos lo que hacíamos con esa premisa. Las historias que estábamos construyendo tenían que ver con el tema de la corrupción y de pronto este gran escándalo, este gran descubrimiento, esta cosa tan masiva nos sirvió para amarrar todas los pequeños relatos que teníamos.



– ¿Se podría decir que el filme es una especie de denuncia política o una visión propia de la corrupción en Perú?
– No es una película que ponga el acento en el tema político, en el sentido de ser eminentemente de crítica a un Gobierno. No es que tenga un slogan o una idea base que trate de demostrar o que trate de convencer. Ojos que no ven es un retrato de personajes que intenta ser representativo. Es decir, detenerse ante el panorama de hoy en el Perú dentro de una perspectiva ética y moral, vinculada con lo que han sido los 10 años de gobierno de Fujimori. Entonces hay revisión política, pero la hay partir de comportamientos de personajes, a partir de una ficción, que aún cuando pueda combinarse eventualmente por momentos con elementos documentales, no deja de ser un ficción. En mi cine, con más o menos acento político de acuerdo al tema que se toque, lo que intento es a partir de datos de la realidad, de elementos cotidianos, de comportamientos de personas, tener una mirada, tener una visión.



– Acá en Chile ya casi no existen películas de contenido político, ¿qué tan difícil es realizar un filme de estas características en Perú?
– Nosotros ni siquiera tuvimos presiones, porque esta cinta se empezó a producir un poco después de la caída de Fujimori. Pero de lo que sí estábamos conscientes, es que el trabajo que no tenía una capacidad de convocatoria muy grande, porque toca un tema que no es fácilmente comercial. Toca puntos sensibles, es incómoda, por lo tanto no hay demasiada gente dispuesta, por lo menos en Perú, a ver algo que no es simplemente entretenimiento. Hay temas que son más difíciles, apuestas más arriesgadas y menos atractivas para el público. Nosotros teníamos claro esto, pero quedamos muy contentos, muy satisfechos, aún cuando sabemos que la película no tiene grandes expectativas comerciales. Es una cinta que requiere cierto nivel de exigencia.



– En sus trabajos anteriores se ha dado una constante, ¿a que se debe esta obsesión por las adaptaciones literarias?
– No es algo mío. Es una obsesión de los productores. Lo que pasa es que muchas veces tú propones proyectos originales, y éstos se sostienen siempre en un guión. Y el leerlos por los productores siempre es bastante complicado porque no los entienden. Hay muchas películas que yo he elegido hacer como La ciudad y los perros, Crimen y castigo y la novela de Alberto Fuguet, Tinta roja. Fuera de éstas, las demás adaptaciones las he realizado por propuestas de productores, y cuando no teníamos cómo levantar un proyecto, acudíamos a un novela para ver si de esa manera podíamos conseguir dinero para hacer cine.



– ¿Cómo se generó la adaptación de la novela de Fuguet?
– Yo fui periodista en los 70, cuando tenía 22 o 23 años más o menos. Leer la novela de Alberto Fuguet me trasladó a la memoria de esa época y entonces, después de hacer dos películas por encargo, realizar un trabajo más cercano me pareció interesante. Por esto, cuando Fuguet fue a Perú a promocionar uno de sus libros, me acerque a él, lo conversamos, se interesó muchísimo y de inmediato se agradó con la idea de adaptar su novela y nos dio todas la facilidades para realizarlo.



– ¿Cómo podría definir su cine?
– A mi me gusta hacer un cine que tenga que ver con cosas que están pasando, a lo mejor de una manera metafórica, a lo mejor de una manera directa, pero con acontecimientos que afectan a la gente día a día. Es una definición amplísima, pero es lo que puedo contestarte. No me gustaría hacer películas de época, por ejemplo, aunque por ahí tal vez haga una, pero no es lo que me interesa. Normalmente no hago comedias, hago filmes más bien de drama, con un poco de humor a veces negro. Y trato de interpretar lo que pasa alrededor mío. Intento leer un poco lo que ocurre, encontrar un tema que me parezca que afecta a muchos, o a mí particularmente. Y mi idea es trabajar no con una historia, sino con varias dentro de una misma cinta. Pero a veces no se puede hacer porque es muy complicado conseguir productores. La historia única que puede venderse es mucho más fácil comercializarla. El cine es muy complicado en América Latina, por lo que uno no puede tener preconceptos o esquemas demasiado restringidos porque al final terminas quedándote sin hacer películas. Yo tengo 13 películas en un país donde prácticamente no se hace cine y mi idea es seguir haciéndolo con una cierta continuidad, de manera que si en algún caso tengo que volver a adaptar un libro o hacer un película que tenga un solo tema, pues buscaré la manera de realizarlo sin perder demasiado mis ideas.



– ¿Hay algún tipo de cine que le gustaría abordar y que no ha podido hacerlo?
– He hecho más o menos lo que querido hacer. He tenido las limitaciones que tiene todo el cine en Latinoamérica: muy poco dinero, dificultad de conseguir productor, pero en general he realizado lo me gusta.

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