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Dogmas religiosos o la aparatosa lucha celestial contra las plagas mundanas

Con un ingenioso guión, interesantes giros de tuerca y una fuerte dosis de suspenso, Frailty plantea una singular reflexión religiosa en torno a los sacrificios divinos y sus «angelicales verdugos». Extraña, misteriosa y cautivante, el primer largometraje de Paxton se construye sobre una base repetida, pero con un poderoso trasfondo de identidad propia.


Alejándose de los típicos clichés en los filmes de suspendo y misterio, Frailty logra salir airosa sin la aparatosa pirotecnia hollywoodense, centrándose en desarrollar la vida interiorior de los personajes y sostener la historia a raya, manteniendo la expectación sin caer en lo burdo. En una especie de parodia sarcástica sobre las creencias religiosas, enlazada íntimamente con misterio, suspenso y absurdo, la opera prima de Bill Paxton logra construir un relato ameno, atrapante y sorpresivo.



La historia arranca con un hombre que se presenta en la oficina de Wesley Doyle (Powers Boothe) -el agente del FBI al mando de la búsqueda del famoso asesino de Texas conocido como «La mano de Dios»- para anunciar que conoce la identidad del escurridizo asesino en serie. Se presenta como Fenton Meiks (Matthew McConaughey) y afirma que su hermano Adam mató a todas aquellas personas y luego se suicidó.



Los crímenes de Adam son sólo una pequeña parte de una larga y compleja historia que Meiks desea compartir con Doyle, para que entienda qué impulsó a su hermano a matar. El pasado y el presente convergen cuando los dos extraños se dirigen en automóvil al jardín donde Adam supuestamente está enterrado y Meiks comienza su relato.



Con interesantes juegos de flashbacks, Paxton va reconstruyendo una historia aparentemente absurda, pero que esconde un sinfín de aristas insospechadas que conformarán una resolución inesperada. Pese a cimentarse sobre una fórmula conocida -la del sicópata en serie-, Frailty consigue crear una sensación de tensión y terror, sin bordear los excesos visuales ni argumentales, cumpliendo con una tarea compleja pero acertada en términos narrativos.



Por momentos la cinta de Paxton se acerca a lo realizó con gran destreza M. Night Shyamalan en Señales, donde el realizador de origen indio manejó y jugó durante todo el filme con la seudo credibilidad de su historia, para impactar con gran fuerza en el final. Frailty logra dar esa impresión de desconfianza y a la vez de angustia en torno a un relato poco fidedigno y estúpido por momentos, pero que a medida que avanza, se solidifica, afianza y cobra consistencia.



Provocativa y aterradora, Frailty intenta materializar la eterna lucha del bien contra el mal en el mundo contemporáneo. Este es el punto sustancial de la aceptación o reprobación de la película. Bill Paxton trata el argumento de una manera un tanto parodica con el fin de descolocar al espectador dejándolo impávido, sereno y receloso, para ya cercana la finalización de la proyección, golpearlo, sorprenderlo, tensionarlo y botarlo al baúl de las incredulidades descartables.



Con una cierta brutalidad, -manejada de una forma lejana a lo sutil, pero acertada- Frailty, concebida como un thriller sicológico sobrenatural, abusa tal vez de su potencial en cuanto a la extensión de la presentación del conflicto. Sin embargo, la solvencia con la que su realizador maneja los tiempos en los flashback, las asumidas limitaciones de sus personajes (interpretados de gran forma) y su depurada puesta en escena, hacen de este particular largometraje, una experiencia cinematográfica intensa, dinámica, potente y lejana a las típicas maquinaciones de Hollywood. Lo que hoy por hoy, se agradece bastante.

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