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Un filósofo en La Moneda

Invitado por el programa Conferencias Presidenciales de Humanidades, el filósofo italiano conversó con algunos periodistas en el palacio presidencial. Su tesis de que es mejor vivir en un mundo de acuerdos que en el de la guerra incluye un sueño de alianzas en oposición a las políticas estadounidenses.


¿Cómo puedo pensar que en la política se tiene que decir siempre la verdad? Con esta provocativa pregunta comenzó la conversación el filósofo italiano Gianni Vattimo, contemplada en el programa "Conferencias Presidenciales de Humanidades", en la que han participado Fernando Savater, José Saramago y Mario Vargas Llosa.



Autor de varios libros, entre ellos: La Sociedad Transparente, Las Aventuras de la Diferencia y Creer que se Cree y reconocido como uno de los más importantes filósofos de la posmodernidad, Vattimo es un destacado intelectual de la izquierda italiana y diputado del Parlamento Europeo. Alumno de Gadamer, en la actualidad es profesor de estética en la Universidad de Turín. Centra su estudio en la lectura y reinterpretación de Nietzsche y Heidegger. A partir de estos dos filósofos construye su propuesta teórica, denominada "el pensamiento débil". En La Moneda Vattimo efectuó un recorrido por distintos temas filosóficos a partir de sus propios inicios.



Heideggerismo de izquierda



Vattimo llegó a la filosofía por motivaciones políticas y religiosas. Como joven militante comunista, sus intereses no conciliaban con la política del gobierno italiano de la época. Por otra parte, buscaba "un pensamiento antimoderno, pero no reaccionario como la filosofía tradicional de la Iglesia Católica, del tomismo, el aristotelismo". Comenzó a leer a Nietzsche en los años 60 y tras la publicación del libro de Heidegger sobre Nietzsche se interesó en el estudio de este último.



Cuando enseñaba ya en la universidad comenzaron las movilizaciones de Mayo del 68, pero no participó en ellas, por considerar a muchos de sus protagonistas como "jóvenes burgueses que sólo querían consumir más". Vattimo buscaba posicionarse más allá de un cambio en el poder político: "mi lectura de Nietzsche y Heidegger se transformó en una lectura de críticos radicales de la cultura liberal-capitalista, una lectura más radical que la de Marx".



Con la publicación de El Sujeto y la Máscara, Nietzsche y el Problema de la Liberación, pretendió una lectura nietzscheana-heideggeriana del marxismo. Sin embargo la obra tuvo poco eco en esa generación, más preocupada de las propuestas de Lukacs, Marx o Lenin. "Después entendí que no era posible imaginar una liberación nietzscheana en términos de marxismo-leninismo".



La liberación entendida como ponencia del ser contemplaba la destrucción como vía de emancipación. "Ya no se puede identificar el Ser con los seres, el Ser está más allá que los seres, es como el horizonte en el cual éstos aparecen"; el ser no se puede identificar con hechos históricos determinados, según el autor para ser fieles a Heidegger, "el Ser tiene que esconderse". En términos políticos, Vattimo llama a su obra heideggerismo de izquierda, bajo la lógica de dividir las interpretaciones del filósofo alemán desde la izquierda y la derecha, tal como sucedió con Hegel.



Según el filósofo, desde Platón hasta el totalitarismo moderno, se concibe al Ser como algo objetivo, calculable, visible. Tal es el caso de los positivistas, que encuentran la verdad del ser en el experimento. La crítica de Heidegger a la metafísica tradicional se da en términos éticos y políticos, y en ella subyace la idea de una sociedad en donde cada uno es sólo una partícula de un sistema que tiene que funcionar. Vattimo propone la disolución de la objetividad como "esperanza hacia un mundo más espiritual, más hecho de símbolos, más hecho de relaciones interpersonales".



Política y verdad



Reflexionando sobre las relaciones entre política y verdad, Vattimo señaló que "lo objetivo es algo que se verifica solamente al interior de un sistema de criterios". Las posibilidades de probar, por ejemplo, una teoría o proposición están dadas por el consenso de los criterios de verificación o falsificación. El problema para Vattimo es que hoy no existen estos criterios, no existe un paradigma.



Pensando en Heidegger, no existe el horizonte al interior del cual se verifica o falsea, puesto que no hay posibilidad de probar ese horizonte. Por tanto, Vattimo desconfía de los criterios absolutos; en cambio propone "criterios de recíproca persuasión" llevados al terreno de los argumentos ad hominen, argumentos de retórica social, en los que el filósofo -y el político- juegan su oportunidad en base a la capacidad de persuasión de su experiencia particular. En medio de esta multiciplicidad de verdades que intentan dialogar o superponerse, Vattimo propone la hermenéutica como forma de entendimiento. "No nos ponemos de acuerdo cuando encontramos la verdad, sino que decimos que hemos encontrado la verdad cuando nos ponemos de acuerdo". Esta idea no supone que el consenso dé paso a alguna forma de objetividad: para él la objetividad no existe.



Según el filósofo, la verdad, unida al concepto de objetividad "no sirve para nada, el algo por el cual te sirve se tiene que decidir". Sostiene que no cree que en política se tenga que decir siempre la verdad, aunque en otro sentido reconoce ciertos límites, como en los casos de Bush y Blair.



Las posibilidades de hacer política en el nuevo orden mundial, se dan bajo una definición del mundo globalizado, como "los acuerdos que se redimen de vez en vez, porque fundamentalmente sólo Dios puede ser relativista". En Dios deposita la capacidad de ver todas las verdades, tarea imposible para la condición humana que sólo mira situaciones determinadas, desde donde se comunica con otras situaciones determinadas en un intento por construir lo que él llama un "horizonte de acuerdo". Esta sería la mejor vía, por "razones básicas vitales": es mejor vivir en el mundo de los acuerdos que en el de la guerra. Termina proponiendo un sueño de alianza en oposición a las políticas norteamericanas, "Mi ideal es que América Latina, y no lo digo porque esté aquí puesto que lo pensé después de las elecciones de Lula en Brasil, se convierta en una suerte de polo que se enfrenta amistosamente, bastante autónomamente".



"No hay hechos, sólo interpretaciones"



Vattimo se opone a toda imposición autoritaria de la verdad y revisa sus planteamientos tras la huella, por ejemplo de la tradición judeocristiana. Sus ideas no son descubrimientos de la pura razón, sino que devienen con todo el peso de los acuerdos históricos del pasado. La relación del filósofo con la tradición es hermenéutica que, más que una simple descripción del estado de las cosas, ocupa un lugar privilegiado. Para enfatizar la idea cita a Nietzsche, "no hay hechos, sólo interpretaciones".



Vattimo concibe la escritura como "una manera de ponerse en forma, más que una conversación de citas. Verba volam scripta manem: la palabra permanece cuando escribo". Esto lo explica distinguiendo entre dos tipos de filosofías, "las que piensan que el ser es y después se manifiesta, y las otras que piensan que el ser es en la medida en la cual se instituye". Lo que dice Heidegger -que el ser es ereignis, un acontecimiento- le parece más relevante que la deconstrucción derridiana en donde "siempre la escritura es una escena segunda, el resultado de su pensamiento me parece ser una forma de epoké, de suspensión del juicio".



La escritura, además, es principalmente una representación de la vida espiritual que da sentido: "yo mismo existo en la medida que escribo mi propia autobiografía". En cuanto a los efectos en la vida pública, el filósofo se instala con su propia individualidad e intenta escribir en primera persona "de manera que otros me comprendan, yo efectivamente acontezco solamente en la comunicación".



* Marisol Loyola es profesora de filosofía. Universidad de Chile.

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