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La conmovedora mirada sobre judíos refugiados en África

Avalada por premios recibidos en todo el mundo, incluido el Oscar a la mejor película extrajera, la cinta narra la conmovedora, cruda y real historia de una familia judía que a principios de 1938, ante el avance imparable del nazismo, deja atrás su acomodada vida en Alemania para empezar de nuevo en una granja de Kenya.


Aunque En un lugar de África representa la mirada lucida, aguda y decidora que quienes deben abandonar sus tierras y entablar nuevas raíces, muchas veces en contra de sus principios y modos de vida, la película de Carolina Link escarba mucho más profundo, desarrollando una historia de supervivencia, de convicciones, de fuertes decisiones y amargas pero pensados soluciones.

Inevitablemente, En un lugar de África cae en algunos clichés en cuanto a filmes sobre el continente se refiere. La utilización de los paisajes, ese encuentro de valores y el cariño que se apodera de cada persona que pisa sus suelos, son algunos de los temas más tocados y desarrollados en cintas de similares características.

Sin embargo el filme de Link logra destacarse gracias a la mirada que la realizadora efectúa sobre cada una de las interpretaciones, dotándolas de personalidades singulares, muy definidas, alejándose de estereotipos y generando cierta afinidad hacia el público.

De cierta manera, esta película se presenta como una reflexión aguda y crítica -pero con un trasfondo conmovedor- hacia la raza blanca estableciendo una oposición entre las relaciones de los protagonistas judíos con sus mentiras y cuestionables formas de percibir las cosas en contra de la pureza con que cada habitante africano es presentado. De hecho, uno de los puntos más altos de la producción se materializa en los sentimientos que surgen entre el fiel cocinero keniata y la niña, hija del matrimonio refugiado.

Narrada pausadamente pero con suma eficacia, esta especie de unión entre continentes termina por representar ese arraigo que logran sentir los protagonistas por el suelo africano, justificando la evolución de sus posiciones morales y raciales, gracias a la calidez, intimidad, plena libertad y especial afecto que logran sentir por su nuevo hogar.

En un lugar de África se desarrolla en la inminencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial, donde los Redlich, una familia de judíos alemanes, logran escapar del terror nazi a último momento. Regina de cinco años, va a emprender una nueva y sorprendente vida junto a sus padres, Jettel y Walter, en una pequeña granja aislada en los páramos de Kenya, donde todos ellos se verán obligados a llevar una vida marcada por la pobreza, crudamente apartados de su país y de sus raíces.

Walter Redlich debe olvidar las prolijas tareas de su profesión de abogado para encarar la dura rusticidad del trabajo de la tierra; Jettel su esposa, hija de una acomodada familia burguesa, sufre enormemente de su incapacidad de adaptación a una nueva realidad. Por el contrario, la tímida Regina es quien primero se impregna de la magia de África, un continente misterioso, poblado de seres igualmente enigmáticos, cuyo idioma y costumbres no tarda en aprender, mientras descubre en el cocinero nativo Owuor a un buen amigo. El matrimonio de sus padres, abrumados ambos por las pérdidas y la soledad, tambalea jaqueado por la desazón.

Walter no logra arrancar de su corazón la nostalgia por su Alemania perdida, y esa tortura le resulta más dolorosa y perturbadora que cualquier otra penuria. Ni siquiera la confirmación de que el resto de su familia ha sido exterminada por los nazis es argumento suficiente para hacer que Walter resigne el deseo de regresar a su patria. A la vez, su mujer e hija están aprendiendo a amar a Kenia, en lo que parece una reconciliación con su nuevo destino, ante lo cual la obsesión recurrente de volver a Alemania no tardará en agudizar el conflicto latente entre los esposos.

Mas que una cinta histórica sobre los refugiados judíos durante la Segunda Guerra Mundial, En un lugar de África funciona como la emotiva visión de quienes logran encontrar su espacio en el mundo, independiente de su raza o religión. Utilizando pero no abusando del paisaje africano, la directora Carolina Link logra conformar un bello retrato de personajes, sensibilidades, emociones, raíces y afectos humanos.

Alejándose de esa careta de dureza que el cine alemán genera, En un lugar de África se plantea la necesidad de llegar al espectador más que con su trama por la cercanía de sus personajes. Si bien el filme es un tanto denso, algo lento y bastante extenso en su duración, la atmósfera que se crea en torno a las sencillas pero acabadas situaciones logran dar con el punto exacto para que el largometraje se convierta en algo más que una típica película sobre África y sus estereotipadas subtramas.

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