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La última tentación de Mel Gibson

Es un hecho que Mel Gibson no es un director sutil. Su incapacidad para manejar con docilidad secuencias complejas, se traduce en un producto bruto, generalmente acompañado de mucha sangre y cero dosificación.


Cargada de una fuerte polémica y una generosa y gratuita oleada de publicidad, La pasión de Cristo narra las angustiosas últimas doce horas en la vida de Jesús, desde que es arrestado en el Jardín de los Olivos, hasta el momento de su crucifixión. Con una brutalidad extrema y una falta de tacto evidente, el filme de Gibson busca impactar más por su visualidad, que por su tratamiento.



La mayoría de la películas que tratan temas religiosos, en mayor o menor medida, siempre han presentado algún grado de polémica. El ícono en este sentido fue la ultra censurada La última tentación de Cristo, de Martín Scorsese, filme que pudo ser exhibido comercialmente en Chile, tras 15 años desde su realización.



Manteniendo una similar línea de controversias y críticas en torno a su exhibición, llega a nuestro país la cinta dirigida por Mel Gibson, La pasión de Cristo. Avalada por una polémica de papel y cargada de un sinfín de rumores, la película del actor y director de Corazón valiente, es mucho menos de lo que aparenta.



Es un hecho que Mel Gibson no es un director sutil. Su incapacidad para manejar con docilidad secuencias complejas, se traduce en un producto bruto, generalmente acompañado de mucha sangre y cero dosificación. Y precisamente esa falta de tacto es una de las faltas más inapelables de La pasión de Cristo.



Una cosa es narrar las últimas doce horas en la vida de Jesús y otra muy distinta es hacer explícito cada latigazo, cada gota de sangre, cada suspiro de un agonizante Cristo ante su inminente muerte. Hay un cierto abuso de los acontecimientos históricos para impactar al espectador, sobre la base de un castigo que por su desajustada extensión, crudeza y monotonía, termina por cansar.



En cierta forma, La pasión de Cristo presenta un sadismo -totalmente innecesario para el desarrollo del relato- pensado íntegramente para generar polémica. En ese sentido, Gibson le apunto. Sin embargo, las exageraciones, el poco tacto y un nulo sentido de la originalidad, terminan por trabar la "conflictiva" propuesta del realizador.



Hablada totalmente en arameo (para los personajes judíos) y el "latín de la calle" (para los romanos), el largometraje comienza cuando Cristo (James Caviezel) concurre a orar al Jardín de los Olivos, tras la última cena, donde es apresado -traicionado por Judas- por blasfemia y llevado a Jerusalén para ser juzgado.



Condenado por los fariseos, Jesús es entregado a los soldados romanos, quienes lo torturan de diversas formas, hasta casi matarlo. En adelante, se inicia un tortuoso camino hacia su muerte, a través de las calles de Jerusalén, donde es golpeado, escupido e insultado. Su tragedia se detiene cuando es crucificado.



Filmada íntegramente en Italia, La pasión de Cristo fue adaptada por Mel Gibson y Benedict Fitzgerald, basada en los cuatro evangelios bíblicos del Nuevo Testamento de la Biblia: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.



En términos cinematográficos La pasión de Cristo es una película bastante simple y escasamente original. Sin muchos diálogos, la historia trascurre linealmente -salvo algunos flashback de "La última cena", que se fusionan con el tormento de Jesús-, sobre la base de un hombre que es castigado de principio a fin. No hay momento para la reflexión, para el análisis, para el recuerdo. Todo es explícito.



No hay tiempos ni pausas. Sólo se muestra, y se hace con desgarro, violencia extrema y sangre por montones. La cinta comienza con la siguiente cita: "Él sufrió por nuestras trasgresiones, apartado de nuestras injusticias. Sus heridas nos salvaron". Cabe preguntarse, ¿quién nos salvará ahora, de semejante mal rato?

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