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Sergio Missana: «Chile es un referente natural para mis narraciones»

Sus personajes viajan, buscan, indagan. En contextos extremos, casi inhóspitos, intentan encuentros. Consigo mismos y con los otros. En la reciente novela de este autor, que ha recibido una recepción dispar de parte de la crítica, ese viaje interior del protagonista es más notorio y profundo que en sus anteriores trabajos literarios.


Reflexiones acerca de la autoridad, el contexto político, la marginalidad y el aislamiento. Límites imprecisos en el tiempo y el espacio. Conflictos con la autoridad y cuestionamientos existenciales. Todos estos elementos se articulan en La calma con personajes que intrigan, misteriosos, llenos de simbolismo.



Colega de Alberto Fuguet en algunos medios periodísticos, asiduo visitante de la casa de José Donoso – uno de los artífices de su lectura, según ha comentado-, participante del taller de Diamela Eltit, Sergio Missana busca intencionalmente cierta oscuridad en su narración, la tercera después de El invasor (1997) y Movimiento falso (2000).



Mientras algunos críticos han situado temporalmente a La calma como una historia que transcurre durante la época de la conquista, el autor la ha definido más bien como situada a comienzos del siglo XX, pero sin exactitudes. Es que, en su concepto, el tiempo y el lugar no son lo que le dan la sustancia a los sucesos, aunque hay una metáfora expresa entre el contexto físico y el mundo interior del narrador.



El paralelismo metafórico



Los hechos son, en apariencia, simples. Un desconocido moribundo pide ayuda en un pueblo remoto. Luego de salvarse de la muerte, es hecho prisionero por las autoridades, pero él tiene una misión que le exige desobedecer. Se inicia así el recorrido en el que Boro, un niño de 12 años -y quien narra la historia, desde su vejez-, lo acompaña. Tras la aparente simplicidad de la trama, sin embargo, se esconden verdaderas odiseas síquicas.



– Se ha hablado bastante sobre el «viaje sicológico» que se hace en La calma. ¿Crees, en este sentido, que es una novela más madura que las anteriores?
– No sé si es más madura. En La calma se presta más atención a la interioridad de los personajes, que en las novelas anteriores estaba filtrada, descrita de manera indirecta a través del relato de la acción o las descripciones de paisajes.



– ¿Por qué este viaje es, además, en lo físico, en una geografía tan extrema?
– La acción de mis tres novelas transcurre en paisajes desérticos, es decir, geografías extremas. En La calma se narra un viaje hacia el sur, hacia los confines australes, pero no hay un paralelo metafórico deliberado entre esa frontera física y la excentricidad o ilegalidad de los personajes.



– ¿Por qué, si vives ya desde hace algunos años afuera, siguen residiendo tus personajes en Chile, o en un lugar que se le parece mucho?
– Chile sigue siendo un referente natural para mis narraciones, por el momento.



– Decías en una entrevista que los personajes van adquiriendo vida propia. ¿Se te «desmadran», a ratos?
– Creo haber dicho que, al escribir, las historias van adquiriendo vida propia, por lo menos en mi caso. Al principio avanzo con esfuerzo y a mitad de camino tengo la sensación -que acaso sea ilusoria- de que el texto adquiere cierta autonomía.



"Tomar distancia de mis personajes"



En Movimiento Falso Missana tampoco define claramente la situación geográfica. En ese caso, el encuentro entre los protagonistas -siempre hombres, siempre esencialmente solitarios, siempre velados- se produce en algún sitio del norte chileno. Una oficina salitrera abandonada.



¿Por qué situar tus dos últimas historias en contextos histórico-geográficos relativamente vagos?
La calma transcurre en un contexto deliberadamente abstracto. Esto es un recurso literario no particularmente interesante en sí mismo. Me interesaba contar una historia, no llamar la atención sobre la vaguedad de su entorno.



¿Las búsquedas de tus personajes son parte de tus propias búsquedas o no están necesariamente vinculadas?
-A estas alturas, creo tomar bastante distancia de los personajes. Toda escritura está armada a partir de impresiones personales (y lecturas); en mi caso, creo que la experiencia vivida está reelaborada de modo que no hay una intención autobiográfica.



Tu narrador en La calma tiene una vaguedad en la edad en términos de reflexiones. ¿Es intencional esta ambigüedad?
– El narrador es un viejo de más de 70 años que narra ciertas experiencias que tuvo cuando tenía 12 años. Más que de ambigüedad, se podría hablar de diversos niveles: la mirada ingenua del niño que vivió los hechos, la reconstrucción y reflexión del anciano que los relata, y posibles deformaciones u opacidades producto del paso del tiempo y lo falible de la memoria.



xjara@elmostrador.cl

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