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En la huella de Violeta y Gabriela: desde la provincia a la humanidad

Dos baluartes de la cultura chilena salen a la luz: uno en DVD y otro en cine. El documental "Viola chilensis" se estrena este miércoles en video, y "Gabriela del Elqui" llega a las salas el 1 de junio. Ambos trabajos, del mismo director, Luis Vera, se centran en la humanidad de las creadoras más destacadas del país.


La primera vez que la vio, tenía cerca de siete años. Era un encuentro musical en la Quinta Normal, y Luis Vera -probablemente Luchito en esos días-, tomado de la mano de su padre, se sentía extraño. Una mujer cantaba ante una multitud respetuosa, únicamente acompañada por su guitarra. Acostumbrado a los conciertos campesinos más festivos, al pequeño Luis le llamaba la atención el silencio casi ritual que circundaba a la cantora. Terminado el concierto, su padre, periodista y fotógrafo de la revista Zig-zag, lo llevó a conocer a la artista: mi hijo Luis, Violeta Parra.



Esas son las primeras imágenes que el cineasta, director de "Bastardos en el Paraíso", tiene de la mujer más torrencial y talentosa que haya nacido en Chile, la compositora, cantora, investigadora y tejedora que protagoniza su documental "Viola Chilensis". Una cinta que recibió el premio de la crítica como mejor documental del 2003 y que se estrena este miércoles en DVD, bajo el sello Alerce. Hasta ahora, el material sólo era localizable en cine arte, y miles de cartas le llegaban al director para conseguirlo.



Para Vera, el seguimiento de la huella de Violeta Parra fue un trabajo que duró más de trece años. La creadora de "La jardinera" lo perseguía en sus sueños de exilio, se le aparecía en composiciones de otros orígenes y no le daba tregua. Era ella el fantasma de Chile más tangible, junto con Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Más que las empanadas, más que la cordillera y el mar. Tres rostros de un país que se le escapaba, y que, ya de vuelta, se ha dedicado a desentrañar.



La primera fue Violeta. La Violeta, como le dicen todos los que sienten una familiaridad con ella. Luego, y en paralelo, comenzó con el trabajo de documentación de Pablo Neruda, para un filme que fue estrenado para el centenario del poeta, el 2004. La tríada de los talentos se completa con Gabriela Mistral, cuya vida llega a las salas de cine el próximo 1 de junio. Los trabajos fílmicos de Violeta y Gabriela, cuenta, resultan especialmente reveladores, puesto que, en general, la atención se ha centrado en su obra y menos en su humanidad. En este caso, la persona ha sido el eje de la narración. "Para mí es un orgullo haber asumido estos documentales sobre las dos mujeres más importantes de la historia de Chile. En ambos casos he salido airoso, he tenido buena recepción en el tratamiento y el contenido", cuenta.



En plena semana del patrimonio, aparecen estos trabajos como una revelación, pero también como una forma de rescate y de memoria.



Violeta volcánica



Yo canto a la chillaneja si tengo que decir algo
y no tomo la guitarra por conseguir un aplauso
yo canto la diferencia que hay de lo cierto a lo falso
de lo contrario no canto




V. P. "Yo canto la diferencia".



La inmersión en los tres íconos de la cultura chilena, para Luis Vera, estuvo, paradójicamente, en un azaroso infortunio. El realizador planeaba hacer una película sobre Violeta Parra, pero en clave argumental, es decir, una ficción; se encontraba trabajando en el proyecto al cien por ciento cuando murió Sonia Forch, la jefa de producción. Al poco tiempo falleció también Marco Correa, director de arte, y los fondos que la televisión española había comprometido con el proyecto se cayeron por problemas económicos de la empresa. Completamente contrariado, Vera decidió cambiar el rumbo de su trabajo y comenzar a perseguir los fragmentos de la vida de Violeta. "Creo que todo eso fue un llamado de atención de la Violeta para decir "este no es el momento -relata-. Pero de todos modos, me apasionaba descubrir el misterio de esta mujer que amó tanto, y que sintió tanto desamor que incluso la llevó a la muerte. Ese destino trágico para una mujer joven, me pareció de una altura, de una dignidad de película".



Para Vera, se trata más que de un paradigma o de una convención. Es, finalmente, un referente identitario, y he ahí la razón por la que, durante su exilio, se sintió perseguido por ella como por un país completo. El suyo. "Es una mujer que sobrepasa todos los límites, incluso los sociales -opina. Tendría que haber un código de Violeta, como un código Da Vinci. Hay mucho que descubrir en los grandes personajes. Los chilenos también pueden encontrar a través de ellos parte de la razón de su ser".



Desde entonces, se dedicó a rastrear entre familiares, artistas y cercanos a la compositora las trazas de su humanidad. El principal mérito del trabajo, al igual que el de Gabriela, es el de sacar a la protagonista de su rigidez de íconos, humanizarlas, hacerlas dinámicas, comprensibles, contradictorias, profundamente carnales y entrañables. "Son dos mujeres que salen, que surgen desde lo más atrasado de la provincia; una, desde el abandono de San Carlos y otra, desde el abandono del Valle del Elqui. Tenían todas las opciones para fracasar en cualquier opción de vida, y sin embargo se transforman en las dos mujeres más exitosas y más universales de nuestra historia".




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