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«Al publicar, los tics que uno tiene son monstruosamente amplificados»

Editó su libro Sumatra hace apenas siete meses y, ante su propio vértigo, ya se prepara para presentar su tercer poemario, Despedidas antárticas. Miembro del colectivo Casagrande, es uno de los responsables de los bombardeos poéticos hechos en Santiago, Dubrovnik y Guernica y, además, vocalista del grupo Los Muebles.


Oscila entre la alegría, los nervios y el vértigo. Acaba de enterarse, hace unos días, de que es el ganador del premio de la Revista de Libros de El Mercurio con su poemario Despedidas Antárticas. Ahora tiene la enorme ansiedad de corregirlo todo antes de que se publique. Lo inmutable de los textos publicados lo mortifica. Pero la sensación le es conocida. Hace siete meses, cuando Julio Carrasco, poeta, ingeniero y músico publicó Sumatra -su segundo volumen de poemas-, le sucedió lo mismo.



"El momento antes de la publicación es siempre crítico -cuenta-. A Sumatra, hasta última hora le estuve haciendo cambios. Incluso hubo un momento en el que decidí -como (Guillaume) Apollinaire, que en el último momento le sacó todas las comas a Alcoholes-, sacar todos los puntos. Y el editor me mandó a la chucha (ríe). Al día siguiente de publicado el libro, tuve el impulso de quemar la edición».



No es un tema de pánico escénico; ha hecho cosas bastante más llamativas en su vida que publicar un libro. Por ejemplo, bombardear el palacio de La Moneda con poemas, así como las ciudades de Dubrovnik y Guernica, junto a sus compañeros del colectivo poético Casagrande. O fundar un conjunto musical completamente sui generis, llamado Los Muebles, con ellos mismos; para ese grupo, ha compuesto cuatro de los cinco temas que posee.



-¿Por qué postulaste a este concurso si no querías que te publicaran?
-He postulado a todas las versiones anteriores. No es que no quiera que me publiquen, es que me pone nervioso. Se publica con todas las luces apuntando al libro, y eso hace que todos los tics que uno tiene sean monstruosamente amplificados. Además, entre mi primer y mi segundo libro demoré 10 años en publicar. Entre el segundo y el tercero van como siete meses y eso me da vértigo. Si me demoro tanto en publicar es porque cuando ya los poemas están publicados no se pueden seguir cambiando. Y la forma que tengan en el momento de publicarse es la forma en la que van a quedar, o al menos la forma en que las personas los van a reconocer.



-La sensación que uno tiene con estos nuevos poemas es que Sumatra era más experimental, te dabas más licencias, y que estos son textos más tradicionales, al menos en estructura.
-Es cierto, son más tradicionales, y desde ese punto de vista Sumatra es más atrevido, y esto es más cercano a lo que uno convencionalmente entiende por poesía. Hay incluso sonetos; lo que más me llama la atención de las formas antiguas es la reelaboración que se puede hacer, trasladar la intención poética a un formato antiguo le da un frescor interesante. Se provoca una tensión entre forma y sentido que me parece atractiva.



-A veces se juega con la forma, de modo que el contenido desmiente esa misma forma. Estoy pensando, por ejemplo, en Violeta Parra y lo que hace con su "Mazúrquica modérnica". ¿Haces eso?
-Sí. No pretendo acercarme a lo que hace Violeta Parra, ni mucho menos, pero sé lo que es eso, y uso rimas exóticas en uno de los sonetos también.



‘Nunca quise hacer acción poética’



Nacido en Chile y crecido en Cuba, durante la dictadura, admite que tiene una relación extraña con la figura de Fidel Castro y su eventual desaparición. «Tengo una relación complicada con Fidel, al igual que los cubanos. Yo le debo puros favores a la revolución cubana, porque cuando llegamos mi papá se operó de una pierna, y a mí me dieron educación allá; pero también es cierto que la gente no tiene libertad para opinar, que no puede decir lo que quiere. En este mismo momento, amigos míos que viven en Cuba no me pueden decir por e-mail lo que está pasando, les complica muchísimo", dice.



Tal vez fue ese tiempo en la isla socialista lo que le generó el amor por las estructuras horizontales. "Por favor, no pongas que soy el líder de Casagrande ni de Los Muebles", pide, y cuenta que la mayor gracia de estas agrupaciones radica precisamente en la igualdad. No es un asunto de pose hippie: respetando esa consigna el colectivo ha conseguido hacer acciones poéticas de antología, como los bombardeos de poemas, y algunas más extrañas, como invocar al alma de Neruda en el aniversario de su natalicio, o trasladar una médium a la Plaza Las Lilas, para que todo lo que allí se construya sufra siempre pequeños desperfectos.



-Con el colectivo Casagrande haces acción poética. ¿Podrías elegir entre la acción poética y la escritura poética?
-Yo nunca quise hacer acción poética. Nunca. Pasó porque me encontré con José Joaquín Prieto y Cristóbal Bianchi. Hicimos una serie de cosas descabelladas, como defender la plaza Las Lilas, o hacer espiritismo para invocar a Neruda. Ahora, si tuviera que elegir, creo que me quedo con la creación literaria, aunque ya le agarré el gusto a la acción poética y tampoco podría dejar de hacerlo. No sabría qué hacer, están mezcladas, y yo escribo también a partir de lo que hago.

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