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«La cueca brava está viva y está aumentando; es contagiosa»

El actor es también un cuequero de la nueva generación y junto a Los Tricolores es exponente destacado de esta corriente urbana entre los jóvenes. Un oficio musical que tiene su raíz en célebres folcloristas como Hernán Núñez, y que hoy recupera fuerza en los escenarios, fondas y hasta en la calle. Muñoz dice que »es un orgullo que me hayan dado la posibilidad de integrar el grupo».


"¡Arriba las palmas! ¡Sáquense los guantes! ¡Arriba las faldas! ¡Sáquense las pantys!", es el saludo que da inicio a los aplausos y el tamborileo del pandero y el tormento. Salen los pañuelos y los brazos se ofrecen y se toman. Es pleno paseo Huérfanos, en el centro de Santiago, y el tránsito de mediodía se detiene. Los oficinistas retrasan sus almuerzos y palmotean. En el escenario, Los Tricolores en pleno y el actor y cuequero Daniel Muñoz.



Emperifollado, con pantalón de paño, camisa dominguera y pañuelo azul al cuello, el que un día encarnara al célebre Malo se transforma: sin dejar de cantar, se ensaliva el pulgar a conciencia y lo hace derrapar por la cubierta del pandero, que vibra con ritmo envidiable. Lo golpea con el codo, los nudillos y el dorso de la mano. O toma dos platitos de café y los hace chocar entre sí, con un efecto similar.



Son los principales exponentes jóvenes de una expresión folclórica asentada en la tradición de los barrios populares, en los puertos, dentro de las casas de remolienda o al calor de las fiestas bien regadas. Esa tradición urbana, distinta de la cueca campesina, y que tuvo en el fallecido Hernán ‘Nano’ Núñez a uno de sus más importantes cultores.



Los Tricolores son parte de una generación que busca redescubrir esta herencia que ha permanecido latente por años, y el aprendizaje lo hicieron junto a los mismísimos protagonistas de la corriente musical. Noches de farra en los barrios de Estación Central y en el Puerto fueron, según cuenta Luis Castillo -pandero, tormento y voz del grupo-, la mejor escuela. "Tuvimos la dicha de ser buenos amigos con don Hernán, y comprendimos ese estilo de vida junto a él. A sus 90 años, corrimos el riesgo de estar con él de amanecida en un festival de raíz folclórica en la caleta Membrillo", recuerda.



El Malo y la cueca



Fue precisamente tocando en Valparaíso que Daniel Muñoz los contactó. La colaboración fue surgiendo de manera espontánea, hasta que, en el 2005, el actor fue uno de los principales artífices para que el grupo grabara su primer disco. La colaboración se ha afianzado y Muñoz es prácticamente un tricolor más. "Además de ser buen actor, maneja muy bien su cuerpo -dice Castillo-. Tiene talento, ha desarrollado un estilo personal, maneja muy bien su voz y tiene esa parte salerosa, el sabor para cantar, porque esta cueca es medio esquiva, si la persona no tiene mucha gracia está sonada".



Muñoz asegura que ha sido un aprendizaje intensivo. "Hay ciertas reglas dentro de lo espontáneo e improvisado que es -cuenta-. Y para eso hay que estudiar, prepararse y saber lo que estás haciendo. Perfectamente puedes hacer el ridículo en un entorno cuequero si piensas que la cueca la hace cualquiera. Tienes que prepararte".



-¿Por qué involucrarse tan profundamente en un proyecto así?
-Considero que son los mejores exponentes de la cueca brava que existe ahora en Chile. Es un orgullo que me hayan dado la posibilidad de integrar el grupo. Lo aprovecho, porque es un aprendizaje, cultivar la amistad, cultivar la cueca y conocerme a mí mismo. Aprecio tanto la cueca, que tener la posibilidad de vivirla con exponentes fieles es ideal, es un proyecto de vida que ya se ha extendido a nuestras familias.



-Antes de conocer a Los Chileneros y a Los Tricolores, ¿cuál era tu relación con la cueca?
-Mi abuela y mi padre siempre estuvieron cerca de la cueca. Después, con Mario Rojas trabajamos en una obra de teatro de carácter campesino, escrita por Roberto Parra. Hicimos amistad. En el 2001 participé en Viña del Mar; yo quería que parte del show fuera un grupo de cueca, y Mario me contactó con Los Chileneros, que estuvieron conmigo. Abrí un nuevo círculo, que fue introducirme en ese ambiente. Conocí a Los Chileneros y a todos los que los siguen, hasta que llegué a los Tricolores.



-Para Los Chileneros, la cueca partía de un cierto modo de vida. ¿Qué vigencia tiene eso hoy en día?
-La cueca es experiencia de vida. En ese sentido, es difícil encontrarla, porque la sociedad cambia, las dificultades son otras. La cueca está evolucionando, la interpretan cabros que se inspiran en la vida del roto chileno de esa época. Era gente que se dedicaba ala cueca, pero que no era su profesión, gente como Mario Catalán y otros, que eran comerciantes o matarifes, pero que tenían el placer de cantar cueca. Esa cultura se ha transmitido a los jóvenes, que tratan de revivir ese espíritu en el canto. Aparecen creaciones nuevas, pero la fuerza está en revivir. Cuando eso esté asentado, va a empezar un movimiento evolucionado de la cueca. Por ahora estamos todavía impregnándonos de la cueca del roto chileno.



-¿Crees que se puede reinventar, seguir recibiendo aportes?
-Yo creo que sí. Es como el tango: los argentinos tenían un estilo hasta que de repente apareció Piazzolla. Hay atisbos de cosas así, hay grupos que tienden a fusionar la cueca, como Los Porfiados, que introducen vientos. Algunos empiezan a pispar otras alternativas, jugando con la cueca. Pero en este momento, la idea es crear una buena base, o volver a hacer vivir las raíces, replantarlas para que el árbol crezca con otra savia. La raíz es lo que nos entregaron los viejos; de ahí se construye el futuro de la cueca brava chilena. Esto está vivo, está aumentando y se está produciendo el contagio.






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