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Octavio Paz entra en el laberinto de la memoria

Fundó revistas, escribió poesía y ensayo, fue diplomático, profesor y dramaturgo. El primer mexicano que recibió el Nóbel de Literatura y se codeó con los más destacados intelectuales europeos, que fue disidente de una izquierda que todavía se lo reprocha, fue el mismo que abandonó su puesto de embajador y se preocupó de instalar la poesía hispanoamericana dentro del contexto literario mundial.


"Octavio Paz es sin duda uno de los más destacados escritores e intelectuales latinoamericanos del siglo XX" asegura Andrés Ajens, poeta y ensayista que en los próximos meses publicará, bajo el alero de la editorial Cuarto Propio y la boliviana Plural, "El Entrevero", texto en que profundiza en la relación de Paz con las escrituras en lenguas indoamericanas mexicanas.



Para Ajens, Octavio Paz representa un claro ejemplo del intelectual moderno, "no sólo por la variedad de registros de escritura que exploró (polifónico humanista tardío), sino también porque permanentemente sostuvo la tensión entre la ‘creación’ literaria y el pensamiento crítico. Su propia poesía la entiende, y lo dice reiteradamente, como poesía crítica".



Federico Shopf, ensayista, poeta y académico, piensa que Paz cumple un papel mucho más importante a través de su escritura ensayística que poética. A Shopf, Octavio Paz no le parece un poeta de primer orden, como sí lo son Pablo Neruda, César Vallejo o Jorge Luis Borges.



Considera que Paz no es un poeta "desequilibrante", aunque sí le reconoce su afán por averiguar sobre el pasado cultural mexicano, por el desarrollo de la lírica latinoamericana y por sus aportes por difundir el surrealismo. Destaca su texto ‘Los hijos del limo’ (1974), "donde está inserta también la poesía hispanoamericana", asegura.



Ajens asegura que algunos poemas del legado de Paz "son todo un regalo para la lengua castellana migrante, la de este lado del Atlántico". Entre ellos destaca ‘Blanco’, incluido en el libro ‘Ladera este’ (1968) y ensayos "jugosos y aún legibles" como ‘El laberinto de la soledad’ (1950) y ‘Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe’ (1988).



El político variante



El académico de la Universidad de Chile y Doctor en Filosofía, Grinor Rojo, reconoce que su opinión sobre Octavio Paz es ambivalente. Para él no existe duda de que el mexicano fue un poeta importante y de trayectoria, pero los constantes cambios de postura que sufrió Paz frente a temas ideológicos convierten a Rojo en un crítico de su obra ensayística.



"Lo que hay en Paz es una trayectoria en un poeta sin duda con talento. Una trayectoria bastante acomodaticia de acuerdo a cuales son las circunstancias del tiempo", dice Rojo. Algo que se evidencia en las fluctuaciones de su obra poética, que comenzó siendo cercana a la Guerra Civil española "en posiciones que en ese momento eran próximas a la de Neruda", pasando luego por variaciones "que van a dar al surrealismo, a las tendencias orientalistas de los años 60 y que remata en una actitud próxima a lo posmoderno", asegura el académico.



Lo mismo piensa respecto a la disidencia del Nóbel mexicano respecto a la izquierda de la época. Para Rojo, "forma parte de este acomodo constante de Paz. Un hombre que se inicia como escritor de izquierda y luego, en los 50, se fue ajustando con el gobierno del PRI en México y finalmente asumiendo posiciones francamente de derecha dentro del concierto de la intelectualidad latinoamericana, cercanas por ejemplo a Vargas Llosa".



Shopf advierte la importancia de Octavio Paz como intelectual, "por sus aportes en el desarrollo de las ideas, la discusión crítica y política". Aunque reconoce que "en su vida hay paradojas también". Ejemplo de ello es la polémica en que entró con Pablo Neruda, cuando le dijo "desdeñosamente por escrito", según Shopf, "que lo que los diferenciaba era el sueldo de diplomático que tenía Neruda. En esa época Neruda ya era una figura política con posiciones de izquierda, pero después se dio vuelta la tortilla, porque Octavio Paz se transformó en diplomático también".



A la embajada en India Paz renunció posteriormente, a raíz de la matanza ordenada en 1968 por el gobierno mexicano contra estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas. "Renunció a ser embajador, pero no a ser funcionario del ministerio de Relaciones Exteriores. Entonces son renuncias importantes desde el punto de vista mediático, pero no completas", precisa Shopf.



Según Ajens, "más allá de las metidas de pata", Octavio Paz dejó como legado una trayectoria personal de escritor-intelectual comprometido con el siglo que le tocó, "lo que lo aleja de la figura tan predominante hoy en día del simple literato profesional (a ratos cínico, a ratos banal) que ha terminado por arrojar el bebé (ilustrado) con el agua sucia de la tina (posmo)".



La crítica de Grínor Rojo a los ensayos de Paz quedarán plasmados en su próxima publicación, bajo editorial LOM. En "Las armas de las letras", Rojo toma "El laberinto de la soledad" de Paz para poner de manifiesto cuáles son las fuentes de las cuales se ha servido el mexicano "y qué es lo que él ha hecho por esas fuentes, en una interpretación de México y de la historia y la cultura mexicana que a mí me parece profundamente cuestionable", asegura sobre el conocido ensayo de Paz, en el que según Rojo "deforma de una manera muy seria lo que constituye la historia de la cultura de ese país".

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