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El cerco a la farándula

Copesa cerró sorpresivamente su revista dedicada a star system criollo. Y Sebastián Piñera tomó hace menos de un mes el control de SQP, la factoría más importante de chismes alrededor de animadores y futbolistas. Ahora, nadie quiere verse asociado al formato del que todos disfrutaron durante casi una década, pero que ha comenzado a enlodar las marcas de la industria cultural.


Después de cinco años circulando los viernes con La Tercera, el director de ese medio reconoció  que Glamorama, la revista de farándula del diario “no tuvo el resultado comercial que se quisiera”, según un comunicado interno que circuló después de una reunión entre representantes del sindicato, editores y la Gerente de Recursos Humanos de Copesa, Claudia Bendeck.

La decisión de acabar con Glamorama, según fuentes del conglomerado, se tomó a principios de este año, y será reemplazado por un suplemento de ciencia, tecnología y medioambiente. “Al dueño nunca le gustó la revista, partiendo por el nombre. Los vendedores, por una orden de la empresa, no ponían la misma fuerza en vender publicidad y por eso prácticamente no tenía avisos”, cuenta uno de los reporteros que trabajan hasta el 24 de octubre, cuando salga el último número del suplemento.

Conocida es la intención de Alvaro Saieh, controlador de Copesa, de perfilar los medios del holding hacia el segmento de más altos ingresos. Una señal clara fue la compra de revista Paula en 2003, una conexión  directa con el mundo que gira alrededor de la familia Edwards, aún a cargo de los contenidos.

 Aunque Glamorama destacaba por sus producciones fotográficas de buen nivel, en lasque el star system local peleaba por aparecer, la revista a pesar de los matices, seguía siendo de farándula y no calzaba exactamente con lo que La Tercera quiere mostrar. Y la decisión no es aislada, por el contrario indica una tendencia que en televisión tuvo su primer golpe hace menos de un mes.

La marca Piñera

 El 29 de septiembre se supo que Chilevisión, el canal de Sebastián Piñera, pagó cerca de 500 mil dólares para quedarse con los programas que producía Broadeyes, la factoría de Rodrigo Danús. Uno es el matinal Gente como tú y el otro SQP, el espacio símbolo de la farándula. Piñera venía gestando esta decisión desde que se compró la estación en abril de 2005.

Fue un movimiento fulminante, el equipo también se enteró casi al mismo tiempo que la prensa. Oficialmente se dijo que toda la gente del equipo sería contratada por Chilevisión al menos hasta el 31 de diciembre. Junto con el negocio, Rodrigo Danús entrega el programa que cimentó la industria del chisme asociado al espectáculo desde que salió al aire en 2001.

Sergio España, periodista y consultor de Subjetiva y Mediática, de la Universidad del Desarrollo, ve  el declive de la farándula como un camino sin retorno. “Primero Chilevisión llega a la cumbre y después todos los canales le copian el sistema. Pero ahora estamos saliendo del horario prime y pronto saldrá del mediodía. Un camino similar siguen los realitys. Lo mismo pasó con los estelares que dominaron los 80 y se acabaron una década después”.

Ahora, la mirada de los canales está en la ficción y el canal de Sebastián Piñera ha demostrado tener olfato. “A pesar de que la calidad de los capítulos de Infieles pueda ser discutibles en algunos casos, le da valor agregado al canal y eso es lo que quiere la gente, no contenidos  comoddities que no aportan nada a la marca y que al contrario la ensucian, tal como la farándula”, afirma España.

El consultor identifica a TVN  como el primer canal que tomó una decisión en este sentido, reduciendo al mínimo los minutos de farándula en el matinal  Buenos Días a Todos “para no ensuciar la marca de uno de sus programas más valorados”.

En el caso de SQP, el programa era un polvorín que estallaba cada cierto tiempo, como cuando dos panelistas (Alejandra Valle y José Miguel Villouta) llamaron proxenetas a los ejecutivos de TVN, y quienes observan el perfil que está construyendo Sebastián Piñera en su ruta a La Moneda, ven en la compra del espacio una manera de controlar los contenidos de un programa que podría dañar la imagen que más le interesa cuidar: la suya.

 

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