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El difícil camino de la descentralización cultural que ha seguido hace 14 años el Festival de Cine de Lebu Certamen analiza abrirse a la competencia de largometrajes

El difícil camino de la descentralización cultural que ha seguido hace 14 años el Festival de Cine de Lebu

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Tras una semana en que el encuentro cinematográfico itinerante recorrió Concepción-Talcahuano, Cañete, Arauco y Lebu, la evaluación de los gestores fue positiva. Luego de catorce años consecutivos, nuevamente llevaron cultura adonde nadie le interesa llegar. Gracias al Ficil, los profesionales que conforman la industria del cine intercambiaron conocimientos que se tradujeron en nuevas posibilidades para realizadores jóvenes y se cultivó una mística de emprendimiento invaluable, aquella sensación de estar viviendo una gesta épica en el sur del mundo.


Una cosa es hablar de descentralización cultural y de los problemas que enfrentan los creadores en las regiones, y otra cosa es hacerlo, impulsarlo, a pulso. Hace 14 años, los productores cinematográficos Claudia Pino, oriunda de Lebu, en la Octava Región, y Gonzalo Fredes, tomaron una decisión romántica y a la vez imposible.

«Si no es posible sacar a Lebu al mundo entonces traeremos el mundo a Lebu», se plantearon por entonces, sin saber que aquella decisión convertiría a este pequeño pueblito costero en una de las tres capitales del séptimo arte más importantes de Chile, reconocida en el extranjero por albergar un festival imperdible y a sus gestores como líderes en el difícil camino de llevar cultura adonde nadie le importa llegar, construyendo, de paso, una cohesionada comunidad  de personas ligadas a la industria del cine que califican a este festival como único en su especie por su mística.

Foto: Cristóbal Saavedra

Foto: Cristóbal Saavedra

Para dar cuenta del paso de los años en este encuentro de la cinematografía no es necesario hacer historia. Basta con recoger la experiencia de esta última versión para notar que la inversión cultural no ha sido en vano.

La presentación del filme Gloria, de Sebastián Lelio, en medio del lago Lanalhue, el pasado 16 de febrero, hizo de esta exhibición una experiencia única no sólo por la brutal belleza del entorno, sino porque en ella descansa la confirmación de que en esa zona el festival ha logrado marcar una tradición cultural que las políticas públicas ni siquiera se han atrevido a conocer. Durante dos noches, en el mes de febrero, los habitantes de Cañete -una de las ciudades más antiguas de Chile- y los campesinos del sector de costa Peleco, llegan hasta el lago provistos de mantas y ponchos, tomando mate, para ver junto a sus familias lo mejor del cine nacional. Esta vez fue Gloria. El año pasado, NO.

«La gente nos espera. A veces hace mucho frío, pero siempre llega gente. Ver a este público tan contento, sacándose fotos con los actores, con este lago alrededor, es una experiencia que no existe en ningún lado del mundo», dice Catherine Mazoyer, protagonista de Perfidia, de Lucio Rojas, uno de los largometrajes nacionales que se estrenaron en esta versión del Festival de Cine de Lebu.

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Así como las actividades descentralizadoras resultan palpables hoy en el Lago Danalhue, hace algunos años, cuando el festival era todavía más a pulso, la gestión cultural se hacía en avioneta, desde el continente hasta Isla Mocha.

Con el patrocinio de la Fuerza Aérea, que facilitaba los aviones para trasladarse a esta isla -situada afuera de las costas de la provincia de Arauco en la VIII Región, a 34,2 kilómetros de Tirúa-, el festival marcaba presencia con gestores, actores, directores y productores que se instalaban en este lugar para realizar una función única, teniendo como marco de público, a veces a no más de 20 personas, pero que en caso contrario no tendrían ninguna posibilidad de conocer el cine.

Sergio Hernández y Claudia Pino, directora del festival. Foto: Úrsula Madariaga

Sergio Hernández y Claudia Pino, directora del festival.
Foto: Úrsula Madariaga

La caverna Benavides

La décimocuarta versión del Ficil Biobío, en la que  se rindió homenaje al actor Sergio Hernández por su dilatada trayectoria de más de 40 películas, tuvo como escenarios este año a Concepción, Cañete, Arauco y Lebu.

Al ser el único festival de cine itinerante que no se da en salas de cine, los escenarios donde se proyectan las películas suelen ser de lo más inusuales. Uno de caverna_benavides_1los sitios emblemáticos, donde en los orígenes se llevaba a cabo el festival, es la Caverna Benavides, un conjunto de formaciones rocosas de grandes dimensiones que en los  inicios de la República sirvió como guarida al montonero realista Vicente Benavides, quien supuestamente escondía en las grutas de esta caverna lo robado a los hacendados de la zona. De ahí su nombre.

Tras seis años realizándose el festival en la caverna, un accidente ajeno a la organización del certamen, que causó la muerte de un joven de Lebu, obligó a las autoridades a negar el permiso para que se exhibieran películas en el lugar.

Foto Cristóbal Saavedra

Foto: Cristóbal Saavedra

«El accidente fue fuera de la caverna. Nosotros hemos recurrido incluso a expertos espeleólogos para que revisaran las condiciones de seguridad de la caverna. Y la verdad es que este lugar no tiene problemas, pero el conflicto está en que hoy el municipio, un particular y la Armada, entre otros, reclaman la propiedad de la caverna, resultando inútil toda intención de realizar nuevamente el festival allí, ya que nadie se pone de acuerdo», reclama Claudia Pino, quien piensa que sería pertinente que otros actores, entre ellos privados, hicieran fuerza común para recuperar este espacio que elevaría ampliamente las perspectivas turísticas de Lebu.

Capital del cortometraje

Este festival de cine, además de realizarse en lugares exóticos y ser ejemplo de descentralización cultural, también se ha convertido con el pasar de los años en uno de los encuentros

Actores invitados Teresa Reyes y Carlos Embry

Actores invitados Teresa Reyes y Carlos Embry
Foto: Úrsula Madariaga

cinematográficos más relevantes para los realizadores de cortometrajes.

Este año se presentaron 1.440 trabajos de todos los continentes, de los cuales poco más de 160 pasaron a la recta final.

En las categorías de ficción nacional e internacional, documentales cortos nacionales e internacionales y una competencia de animación, los trabajos presentados superaron ampliamente las expectativas en cuanto a calidad técnica e idea original.

Sara Hoch, Directora del Festival de Cine de Guanajuato y jurado de ficción internacional, si bien reconoció  que no había ninguna obra obra maestra, admitió que todos los trabajos eran de altísima calidad. Así, la pelea por el primer premio se dio entre el corto Estocolmo, de South Georgia; The heat, Polonia; Espantalhos, de Brasil; La otra cena, España; y Mi amigo Nietzsche, de Brasil.

Finalmente, el primer premio del jurado, que representaba a la industria cinematográfica, se lo llevó «The Heat», que trata sobre los límites del sentimiento humano tras una guerra nuclear, en tanto que el primer premio de la prensa especializada fue para «Mi amigo Nietzsche», una obra que mediante recursos humorísticos devela una profunda crítica social sobre el estado de la educación.

Lo otros ganadores fueron:  Categoría documental internacional de ficción Primer lugar: “The Devil”, Francia Dir: Jean Gabriel Peirot. Categoría Ficción Regional, Primer lugar: “Calma”, Santa Cruz de Nicolás Postiglioni.  Categoría Documental Regional, Primer Lugar: “El ovejero”. Concepción, Dir: de Roberto Pérez. Categoría Animación Internacional, Primer Lugar: «Candyhearts», Dir. Joan Martin, España.

directoreschilenos

Lucio Rojas, Cristián Toledo y Ricardo Mankhe
Foto: Úrsula Madariaga

Festival de largos, una posibilidad

Además de los cortometrajes, a este festival cada año se presentan estrenos nacionales de largometrajes. Una de las críticas más fuertes que se hacen en torno a la competencia es la baja calidad de los largos que se estrenan y, que de algún modo, sería posible concluir que las buenas películas no se estrenan en Lebu.

Claudia Pino, explica que eso es relativo porque depende de qué es lo que se quiere. «A nosotros nos importa que se esté haciendo cine. Hay películas que si no se muestran en Lebu, no podrían ser vistas en ninguna otra parte. Además, aquellas producciones que por falta de recursos adolecen de problemas técnicos, en este festival surge la posibilidad que mediante el contacto con otros miembros de la industria del cine se establezcan colaboraciones mutuas para mejorar los productos», explica.

Uno de los desafíos que remarca su productor general, Gonzalo Fredes, es que el certamen siempre se orienta en torno a sus requerimientos. Algo así como que «camina adonde sus pies lo llevan», y pareciera ser que el destino del Festival de Cine de Lebu sería el mismo que el de Valdivia, que partió siendo de cortos para terminar consagrándose internacionalmente como un festival de largometrajes.

 

 

 

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