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Opinión: La generación ganadora y la nueva cultura

Opinión: La generación ganadora y la nueva cultura

Pablo Hales, colaborador de El Mostrador Cultura


Estamos a las puertas de un nuevo campeonato mundial de fútbol. Hay, como nunca, un ambiente triunfalista. Y con fundamento.

Miro a mi hijo de 8 años.  Maneja estadísticas y tiene su propia versión de la historia del fútbol y del mundo. Asegura que ahora nos toca y que vamos a dar la pelea para ganar el mundial.

Le sonrío. Cargo mi historia. En el fútbol y en la vida. Pero en el fútbol, con muchas más frustraciones que nada.

FUTBOL, CONFERENCIA DE PRENSA, SELECCION ARGENTINA.

Es una nueva generación, que nació en otro mundo. Con una mujer de Presidente de la República. En democracia (o al menos sin Dictadura militar). Con éxito económico. Con luces de neón y pantallas leds. Con  miles de dulces y golosinas de todo el mundo. Con autos de lujo en las calles, con grandes centros comerciales. Con hermosas clínicas privadas. Con dispositivos electrónicos e internet en todos lados.  Con todos los partidos de fútbol de todas las ligas del mundo, en directo. Con televisión en HD. Con 15 canales de cable que transmiten “monitos animados” las 24 horas al día. Con padres que trabajan largas jornadas. Muchas veces más solos. Con información, con mucha información.

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En cambio, yo pasé mi infancia en blanco y negro. Con Dictadura militar y miedo. Con 3 canales de televisión. Solo superochos y negritas. Con pocas salidas. Con suerte al Lomitón. Con bono sermena y colas. Con edificios feos y grises. Citroneta y fiat 600. Con pocas opciones. Pocos cines. Sin fútbol en la televisión, salvo casos muy excepcionales. Con más vida familiar. Menos tacos. Más barrio y más juego en la plaza y en el pasaje.

Claro, son vidas distintas. No mejor, ni peor. Distintas. Dos mundos distintos en 30 años de diferencia.

A  su edad me tocó vivir el Campeonato Mundial de España 1982. En plena Dictadura militar, la prensa chilena nos decía que teníamos un equipo que iba a ser campeón del mundo. Que no sólo teníamos a Elías Figueroa, sino al que iba a ser el mejor stopper del campeonato (René Valenzuela) y el mejor lateral izquierdo (Wladimir Bigorra),  el mejor arquero (Mario Osbén) y al que iba a ser el goleador del torneo…. Carlos Caszely. Sin comentarios. Conocemos la historia. Y nuestra generación siguió siendo una generación de perdedores. Con un par de segundos lugares y un solo triunfo  internacional (la Libertadores 1991).

La generación de mi hijo, ha vivido otra historia. Con un fútbol cambiado por Bielsa. Con una selección ganadora, insolente, que sale a atacar en todos lados y que obtiene resultados que no teníamos antes. Con jugadores que de verdad tienen éxito y son conocidos y reconocidos en todo el mundo.  A tal punto, que en el corto momento oscuro, durante la era Borghi, mi hijo me preguntó extrañado qué le pasaba a Chile que estaba jugando tan mal, si antes (su antes era Sud Africa) era de los mejores del mundo.

Claro ha cambiado la cultura y la forma en que estos nuevos chilenos ven el mundo. No hay miedo a la derrota, hay esperanza de triunfo.

Pero lo que más me ha llamado la atención, es un cambio en torno a la visión de los roles y en particular de las virtudes de la masculinidad.

Está claro que afortunadamente, las cosas han mejorado para las mujeres en los últimos años. Hasta 1949 no tenían derecho a votar. Hasta 1989 eran consideradas legalmente incapaces de celebrar muchos contratos. Hay ejercen los mismos cargos y empleados, hay mujeres en el cargo de Presidentes de varios países. Ha habido un reconocimiento real a las funciones femeninas y a su integración a la sociedad. Pero sobre todo, a las virtudes de lo femenino: la sensibilidad, la vida interior, la expresión de las emociones, la compasión, el acoger, el escuchar, la paz, etc. Ahora los padres compartimos roles. Todos sabemos mudar, hacer comidas y tratamos de escuchar, enseñar y aprender.

Pero, como contrapartida, se reprimen las virtudes típicamente masculinas y no hay opciones educacionales claras.  La fuerza, el heroísmo, lo externo, lo voluntarioso, el choque, la competencia  y la confrontación. Son virtudes masculinas, que bien encaminadas han sido indispensables para el progreso de la humanidad.

Ahora todo lo que pueda parecer fuerza o competencia es mal mirado. Es violento y malo. Es negativo. Está bien que sancione la violencia o la agresión, pero proscribir las expresiones de la masculinidad es tan aberrante como el otro extremo.

Es bueno que se respete lo femenino, pero me temo que hoy en día se ha producido una confusión. Y el espacio de las mujeres, es muchas veces tratando de ser hombres u ocupando espacios de hombres. Es decir, reconocimiento de lo femenino, pero a costa de lo masculino.

No es extraño que en todos los colegios, el fútbol sea motivo de conflicto sin solución. Lo he conversado con muchos padres  de distintos colegios y en todos, hay conflicto entre los niños asociados a sus partidos de fútbol en los recreos. Conflictos que no logran ser solucionados por las profesoras (porque además, ya no quedan profesores hombres).

En el fútbol hay roce, hay choque, hay algo de violencia y fuerza, se expresan las virtudes de la masculinidad en plena competencia y sobre todo en los recreos, donde no hay árbitro.  Durante años se hizo sin problema, pero hoy es inmanejable. Pues todo eso, está prohibido. Demonizado.

Lo que resulta aún más contradictorio cuando el fútbol es hoy en pleno Mundial, el gran factor de unidad y de esperanza de triunfo de nuestro país.

Es cierto. Esta generación tiene muchos más recursos y más información. Todos los padres queremos que tengan buena educación, para que puedan ser más exitosos y tengan acceso a más opciones.

Pero también es cierto que tienen muchas más dificultades y exigencias, partiendo por los padres, que fuimos educados y formados en otro mundo, hace solo 30 años atrás.

Espero que seamos capaces de guiarlos y abrirles los caminos, para que ganen y triunfen, pero sobre todo, para que puedan ser más plenos, íntegros y más realizados en sus aspectos emocionales, intelectuales y espirituales.  En sus partes femeninas y masculinas.

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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