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Programas de delincuencia en la TV: El miedo que ya no sacude a nadie Crítica de Televisión

Programas de delincuencia en la TV: El miedo que ya no sacude a nadie

Laura Landaeta
Por : Laura Landaeta Periodista, autora del libro "Don Francisco: Biografía no autorizada de un Gigante" y de "Reina de Corazones"
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Muchas cosas han cambiado en los últimos años y eso, sin duda, hace que programas como «Bandas criminales» y «Alerta Máxima, no tengan la convocatoria del pasado. La policía está cuestionada. La relación entre los estamentos es frágil. La sensación de inseguridad que antes nos proyectaban los noticieros con delincuentes de diversos tipos ya no existe. Ya no le tenemos miedo al lanza, mas nos preocupan los ladrones de traje.


Pocos temas seducen tanto a una audiencia como la delincuencia. Canales completos han basado gran parte de su parrilla programática en este tema explotándolo hasta el hastío. En un país en el cual la clase política intenta permanentemente recurrir a la inseguridad ciudadana para generar una sensación de abandono y desprotección, es evidente que todo lo relacionado con el tema vende como pan caliente.

Así lo entienden los cerebros de la televisión y por eso cada cierto tiempo vemos el infaltable reportaje de rigor sobre el aumento de la inseguridad ciudadana y uno que otro programa de horario prime que apuesta por ello. En este mes, por ejemplo, dos áreas de docurrealidad se han disputado la franja con sus apuestas: Bandas Criminales, de Canal 13 y Alerta Máxima, de Chilevisión.

Y caro, para quienes caímos rendidos ante la teleserie de El Patrón del Mal o, como yo, que tuve la suerte de ver en vivo y en directo –los privilegios de la globalización- la redada que terminó con la vida de este berraco narcotraficante colombiano, hay cierta adrenalina en las persecuciones que seduce de manera transversal, más aun cuando no lleva detrás el consabido discurso de la inseguridad ciudadana.

Es así como me dispuse a ver ambas propuestas. Debo reconocer que tiene cierto encanto esto de evidenciar la realidad de los delincuentes. Sus gustos, sus intereses, cómo gastan el dinero. Y la verdad, aunque ninguno de los dos espacios es original, aunque ambos copian formatos extranjeros y aportan muy poco al proceso creativo, Canal 13 se luce.

Y claro, quienes conocemos algo la historia del Área de Docurealidad de esa estación sabemos que su gestor y mentor es un tipo que se ha lucido en este formato por años, Rodrigo Leiva. El hombre tras proyectos como Cara y Sello, Perla y En su propia trampa es en realidad no sólo el cerebro tras los programas que hoy están en Canal 13, sino además el gestor de varios de los proyectos que sus detractores se llevaron a otras estaciones argumentando que eran de su propia cabeza.

Sólo uno se salva, Manos al Fuego y se salva, lo sé, porque fui yo quien tras un computador armó las reglas de este juego de villanos…. Y sí, me gradué de morbosa y maquiavélica.

Ahí no estaba Leiva. Pero sí estuvo en Diamantes en Bruto y en Adopta un Famoso. Formatos que, por lo demás, se hicieron a pulso y con una buena idea ajena pero que no lograron para nada el nivel de expectación que podrían haber logrado si hubiesen estado armados por un cerebro como éste.

Leiva es gruñón, un tanto cíclico en su trato y bien despectivo, sobre todo con los periodistas. Pero hace la pega bien. La hace tan bien que nuevamente logró convertir un espacio policial en un relaity de estrellas, donde conocemos en la intimidad a los narcotraficantes, ladrones y asesinos más conocidos del país con un enfoque mucho más al estilo C.S.I. que el simple compilado de relatos callejeros que hace su competencia, Alerta Máxima.

Eso sí hay que concederle un gran mérito a Alerta Máxima, más allá de la poca creatividad y de la propuesta archivista, tiene una conducción impecable. El periodista Carlos López, le proyecta una sensación de verdadera Alerta. Su tono imprime cierto cariz de seriedad, profesionalismo.

Pero es solo el conductor. Canal 13, en tanto, nos hace un seguimiento acabado, un paparazzeo exótico que nada tiene que envidiarle a los mejores reportajes del SQP o Primer Plano.

Y claro, no puedo dejar de mencionar al que, a mi juicio, fue siempre el mejor programa de esta especie. El programa dirigido por Carlos Moena y que tenía una estética de comics que lo hacía espectacular: Policías en Acción.

También estaba 133, atrapados por la realidad  El espacio producido por el periodista Manuel Cotapos fue, sin duda, el gran predecesor de este formato que se ha ido moldeando con el tiempo y algunos intentos.

Y claro, hace seis años, Policías en Acción tenía una propuesta audiovisual llamativa y atrayente. Además trabajaba con un relato efectista y al dedillo. 133, Atrapados por la Realidad, en tanto, jugaba más con las emociones que el efectismo. Y ambos espacios superaron con creces a rivales como Mea Culpa, convirtiéndose en los dos más vistos del 2008.

Pero volvamos a la actualidad. Dos programas iguales pero con facturas disímiles. El maestro y el pupilo frente a frente, motivados por poner el dedo en la yaga, en el centro del huracán noticioso, demostrando con ello dónde está puesto el ojo televisivo: en esa necesidad por mostrarnos que el país es inseguro, que los delincuentes actúan con impunidad, que hay policías eficientes y capaces haciendo seriamente su trabajo.

Y la verdad, han cambiado muchas cosas en los últimos años y eso, sin duda, hace que programas como estos no tengan la convocatoria del pasad0. La policía está cuestionada. La relación entre los estamentos es frágil. La sensación de inseguridad que antes nos proyectaban los noticieros con delincuentes de diversos tipos ya no existe. Ya no le tenemos miedo al lanza, mas nos preocupan los ladrones de traje.

Antes los veíamos porque queríamos entenderlos, conocerlos, saber qué piensas para así evitarlos, verlos venir, tratar de ganarles. Queríamos verlos pagando. Pero hoy, la problemática que nos interesa está en las cortes que los liberan, en el Metro que nos deja tirados un día entero con total impunidad. Y todo por un cable pelado…

El miedo lo sentimos porque la banca no llena los cajeros automáticos y salir a buscar un poco de efectivo se convierte en una procesión interminable. Siento más delincuencia en los abusadores de las Isapres, de las farmacias, de las AFP que hacen negocios con nuestro dinero, mientras nos jubilan sin ni uno.

Por eso los delincuentes no nos convocan. Porque el verdadero miedo está en otro lado. Porque el ladrón de cuello y corbata le ganó por lejos la lanza de la Plaza de Armas o a los pungas de Los Caviedes.

Hemos involucionado, no sólo en nuestra cultura televisiva con propuestas que no superan en nada a sus predecesores sino además y más grave aún, involucionamos como sociedad proyectando nuestros miedos en aquellas instituciones y personajes que, supuestamente se crearon para defendernos, para cuidar de nuestros intereses, para transportarnos tranquilamente.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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