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Luis Gnecco, como Karadima: «Si algo me irrita es la transgresión de la inocencia. Esa rabia me permitió acercarme al papel» La avant premiere de «El Bosque de Karadima» se realiza este martes y el jueves se abre al país

Luis Gnecco, como Karadima: «Si algo me irrita es la transgresión de la inocencia. Esa rabia me permitió acercarme al papel»

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Días antes de que se estrene en todo el país la película de Matías Lira, en algunos círculos de la crítica comienza a hablarse sobre el sólido nivel actoral alcanzado por Gnecco en el papel de Karadima. En esta nota, el actor nacional se declara escéptico, sitúa su actuación a la altura que requería una producción de alto nivel y plantea –mientras prepara su participación en un filme inspirado en Martín Larraín– que sería «fantástico» que se hiciera una película con el problema político actual, sobre los límites entre «el dinero y la política».


Luis Gnecco se declara totalmente escéptico. Aunque confiesa que, como muchos chilenos, fue criado bajo la orientación católica y que, incluso, compartió el misticismo en su adolescencia, muy tempranamente sepultó todo lo que hiciera referencia a la Iglesia. Tal vez por esa razón –admite– el nombre de Fernando Karadima no le significaba nada en lo absoluto, jamás había escuchado o retenido su nombre, hasta que los «pecados» del cura atravesaron los muros de la Parroquia de El Bosque y todo se convirtió en un gran escándalo.

A días de que se estrene El Bosque de Karadima, de Matías Lira, en círculos de la crítica nacional la interpretación de Gnecco como el «santito» Karadima, ya comienza a calificarse como una de las grandes actuaciones del año, con una intensidad dramática capaz de sacar escalofríos.

Pero Gnecco les pone atajo a los adjetivos. Para él, la actuación ni por lejos es lo que sustenta una buena película. Por el contrario, señala, la actuación es un engranaje más, especialmente en esta historia, donde los vicios y las transgresiones a la confianza, el poder del ocultamiento y las mentiras, dependen del juicio del director para agrupar todos esos puntos, sin que la película se convierta en una «diatriba contra la Iglesia», a fin de registrar, a través de la ficción, el sufrimiento y valentía de las víctimas, que decidieron enfrentar su miedos para denunciar el abuso de poder al cual estaban sometidos al interior de la secta.

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La transgresión

Aun cuando la pregunta de cómo se construye un personaje como el de Karadima le resulta a Gnecco un tanto fútil, las emociones utilizadas en el papel, las sacó –como es usual en todos los actores– de la propia experiencia.

«Todos tenemos en nuestra experiencia alguien frente al cual hemos depositado toda nuestra confianza y después nos hemos visto traicionados, sea este un formador espiritual, sea un padre, un amigo, un maestro o una mujer, a eso recurrí, a esa experiencia, a la experiencia de la desazón, de esa relación perversa que es depositar la confianza para que después te traicionen», explica el actor, con plena convicción de que no existen tutoriales al respecto.

La lectura de parte de los expedientes canónicos y de las entrevistas con personas que padecieron el poder de Karadima, como también de otros que, pese a todo, aún lo siguen considerando santo, impulsaron a Gnecco a ir valorando el peso de esta persona en un concierto de claroscuros.

«Fui comprendiendo cómo era defender a este señor, financiarlo, disfrutar de su venia, de su bendición, de sus palabras y, para una parte de gente mucho más específica, disfrutar de su luz, de su poder y sus influencias. Para esta gente, conocerlo o no conocerlo marcaba la diferencia», señala.

Luis Gnecco, recibiendo instrucciones de Matías Lira

Luis Gnecco, recibiendo instrucciones de Matías Lira

Contacto con Karadima

Aparte del estudio de las carpetas y de las sesiones con el director, Gnecco cayó en cuenta que una vez estuvo en una misa ofrecida por Karadima, en El Bosque, y un pariente suyo, cercano, era amigo del párroco.

Personalmente, el actor que encarna también al perverso personaje de «Moreno» en la serie Prófugos de Pablo Larraín, hizo las gestiones para reunirse privadamente con Karadima. Durante las tratativas, cuya intención era la de obtener mayores antecedentes para visualizar la compleja personalidad del cura, Gnecco pudo observar de cerca ese manto de «santidad» que sus seguidores le atribuyen.

«Tuve una aproximación muy interesante,» recuerda. «Ocurre que esta persona me decía que Karadima no era un santo antes, sino que era un santo ahora, porque era un mártir de la Iglesia. Esta persona me decía que Karadima libraba una lucha con el demonio, lo que justificaría muchas de sus conductas. Entonces, eso te da la idea de lo distorsionada que era esta persona».

Tomar esa perspectiva y aplicar el filtro a sus opiniones personales para retratar a Karadima, con sus matices, en blancos y negros, es lo que llevó a Gnecco a lograr plasmar una de las escenas más crudas de la película y que marca un hito en el cine nacional: la escena homosexual entre el cura y uno de sus jóvenes seguidores.

«Tomar distancia de los prejuicios personales fue lo que me permitió hacer la escena cuando este señor seduce a un niño», dice Gnecco, enfatizando que, si los actores no aplican esa distancia, la sobreactuación es un riesgo permanente.

Sobre la posibilidad de reunión con Karadima, finalmente, estuvo a punto de materializarse, de no ser por la acción del Arzobispado, que neutralizó toda posibilidad de que el actor y el cura se encontraran.

karadima

De Larraín a Bachelet

Con gran experiencia en teatro, cine y TV, Gnecco advierte que El Bosque de Karadima «es una película seria, con gran producción, un profundo trabajo de guión, y una historia con peso específico».

«Yo creo que el cine chileno se divide entre películas en serio y películas no tan en serio. La mayoría de las veces el cine se hace casi en forma artesanal y todos juran que estamos metidos en una gran industria y la verdad que el cine chileno se hace casi en forma escolar, donde uno tiene que llevar su ropita y trabajar gratis», plantea sin una gota de ironía.

En esta producción, al buscar a través de la ficción el reflejo de la realidad contemporánea, «uno se da cuenta, ahora como observador, que está frente a un muy buen producto del cine nacional, que se hace cargo de una historia real», resume el actor, para quien el alto nivel de la película le planteó el desafío de poner a esa altura su actuación.

Si bien, para Gnecco, las películas volcadas al interior, con tonos personales e intimistas, como gran parte del cine chileno, «no es malo en sí», porque de algún modo muestran «que así somos, pa’ dentro», aquellas cintas que buscar explorar, por el contrario, la realidad, conllevan un aporte adicional.

Mientras comienza a exhibirse esta semana la película de Matías Lira, Luis Gnecco ha comenzado a trabajar en otro filme, que comparte con este la manera de mirar la realidad. Se trata de Aquí no ha pasado nada, la nueva película de Alejandro Fernández (Matar a un hombre) inspirada en el caso de Martín Larraín.

«Así como en el caso de la película que se inspira en Larraín, a mí me parecería fantástico que se hiciera una película sobre lo que está pasando en la política, sobre esta revoltura. Respecto de los límites entre política y dinero, o una película que trate sobre qué le pasa a una mujer como Bachelet con su hijo, donde tiene que dirimir hasta dónde es madre y hasta dónde es Presidenta», concluye.

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