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Viuda de Borges reafirma la polémica. No recibió el Nobel por su apoyo a la dictadura de Pinochet

Viuda de Borges reafirma la polémica. No recibió el Nobel por su apoyo a la dictadura de Pinochet

El escritor argentino recibió en Chile un honoris causa en la entonces intervenida Universidad de Chile en 1976, cuyo rector era un general, y alabó al dictador tras una reunión personal.


María Kodama, viuda del escritor argentino Jorge Luis Borges, señaló en una entrevista que una visita del autor al dictador Augusto Pinochet en 1976 impidió que ganara el Premio Nobel de Literatura.

Según una entrevista concedida al diario español “El País”, publicada hoy, antes de viajar en 1976 a Chile a recibir un premio honoris causa de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad  de Chile, el autor recibió una llamada de Estocolmo, donde se concede el Nobel, para advertirle que no lo hiciera.

“Yo siempre me iba para que él estuviera en la intimidad con la persona que llamaba, pero me retiene. Por sus respuestas me doy cuenta de lo que le decían y aunque deduje todo después me lo contó. Pero acabó diciendo: ‘Mire, señor: yo le agradezco su amabilidad, pero después de lo que usted acaba de decirme mi deber es ir a Chile. Hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornar o dejarse sobornar. Muchas gracias, buenos días’”, cuenta Kodoma.

“Fue genial, yo lo adoré más que nunca. ¿Quién por sus ideas soporta algo tan tentador? Más allá o por encima de lo que podía ser su interés literario estaba la ética, no dejarse sobornar”, agrega.

“Tenía que recoger el doctorado en la Universidad Católica (sic) de Chile; le dije que si no quería pensárselo, que podía alegar que estaba enfermo. Él me abrazó y me dijo: ‘¿Usted haría eso?’ Yo no, le dije, pero usted es otra persona. ‘¿Por qué cree que puedo hacerlo yo?’ Y no se habló nunca más del asunto”, concluye.

Tributo a la espada

Borges llegó a Chile a mediados de septiembre, en los mismos días en que fue asesinado el ex canciller socialista Orlando Letelier en Washington, según recuerda el historiador argentino Alberto Lettieri en su libro “La batalla cultural y la mirada de la historia» (Editorial Fundación Ross, Buenos Aires, 2014). En aquel tiempo el rector de la Universidad de Chile era Agustín Toro Dávila, un general de Ejército, y decano el historiador Mario Góngora.

Pocos meses antes, Borges ya había recibido de la embajada de Chile en Buenos Aires la Orden de Bernardo O’Higgins, el máximo honor que puede recibir un extranjero del gobierno nacional, por su apoyo a la dictadura.

En su discurso de agradecimiento del honoris causa en Santiago, Borges rindió homenaje a la represión al decir que “en esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. (El poeta argentino Leopoldo) Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita”, dijo citando un verso de la época “fascista” del literato trasandino.

“Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénaga, creo, con felicidad. Creo que merecemos salir de la ciénaga en que estuvimos. Ya estamos saliendo, por obra de las espadas, precisamente. Y aquí ya han emergido de esa ciénaga. Y aquí tenemos: Chile, esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada”, agregó Borges, que también apoyo explícitamente la dictadura trasandina del general Jorge Videla (1976-1983), que según cifras oficiales mató diez mil personas durante la represión.

Al día siguiente, Borges además se reunió con Pinochet y aseguró que “es una excelente persona, su cordialidad, su bondad… Estoy muy satisfecho… El hecho de que aquí, también en mi patria, y en Uruguay, se esté salvando la libertad y el orden, sobre todo en un continente anarquizado, en un continente socavado por el comunismo. Yo expresé mi satisfacción, como argentino, de que tuviéramos aquí al lado un país de orden y paz que no es anárquico ni está comunizado”. Era el mismo Borges que tres años después despreciaba la democracia al preguntarse: “¿El pueblo debe intervenir en la elección del gobierno? ¿Para qué? ¿De dónde sale eso?”.

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