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El «Realismo» de Teatro de Chile: el último trabajo dirigido por Manuela Infante

El «Realismo» de Teatro de Chile: el último trabajo dirigido por Manuela Infante

Un grupo de actores, dirigidos por Manuela Infante, exploran durante una residencia creativa en Nueva York la relación entre sujeto y objeto, en tanto estos también son “seres vibrantes”, no-humanos, pero capaces de generar acciones propias. El objetivo, dice ella, con su compañía, es el de “ver cómo los objetos pueden ser efectivamente ‘cosas vibrantes’ con cierta efectividad de acción propia, cómo pueden adquirir un, quizás pequeño pero irreductible, grado de independencia de las palabras.


22 de Noviembre, Nueva York. Después de presentar un avance del proceso creativo de Realismo en el Workshop Theater de Nueva York, Manuela Infante se alista con su compañía para, al día siguiente, regresar a Chile. Y es que luego de una exitosa temporada de Xuárez (2015) presentada en el GAM y que tuvo funciones hasta el 17 de 0ctubre, Infante ya trabajaba en su nuevo proyecto teatral. Llevan, junto a Teatro de Chile, investigando desde comienzo de año y programan estreno para el primer semestre del 2016. Su breve paso por Estados Unidos formó parte de una residencia en el Centro de Investigación Teatral Bob Wilson (The Watermill Center) que duró diez días y que finalizó con una muestra.

Los actores Rodrigo Pérez, Cristián Carvajal, Katy Cabezas, Ariel Hermosilla, Héctor Morales, bajo el diseño integral de Claudia Yolín, y dirigidos por Manuela Infante, exploran la relación entre sujeto y objeto, en tanto éstos también son “seres vibrantes”, no-humanos, pero capaces de generar acciones propias. El objetivo, dice ella, con su compañía, es el de “ver cómo los objetos pueden ser efectivamente ‘cosas vibrantes’ con cierta efectividad de acción propia, cómo pueden adquirir un, quizás pequeño pero irreductible, grado de independencia de las palabras, imágenes y sentimientos que provocan en nosotros”. Para esto es que la corriente filosófica “Realismo Especulativo” del francés Graham Harman ha sido determinante.

¿Qué calidad de energía o vibración tiene una copa de cristal, un rollo metálico extremadamente largo, o varios colchones inflables en escena cuando nos permitimos interactuar con ellos? ¿Qué significado tiene realmente esa interacción? Un mantel blanco y redondo, el mismo que hemos visto cientos de veces cubriendo una mesa, podría adquirir independencia, sustancia, incluso cuerpo si le ponemos atención. Algunas preguntas con las que Infante problematiza esta nueva búsqueda son: “¿cómo podría el Realismo Especulativo relacionarse con la corriente teatral «realista»? ¿Qué significaría para las artes escénicas -o aún más, la institución conservadora del Teatro- repensar el realismo en estos términos? ¿Podría esto llegar a ser una extraña forma de neorrealismo?

Otras preguntas, pero como espectadora, surgen después de ver un avance de Realismo. Manuela Infante accede a contestarlas pero sin “adelantar” demasiado lo que supone estará en cartelera el 2016.

-¿Cómo empezó la búsqueda de Realismo?

-Con Zoo (2013). Pero también con Vibrant Matter, a Political Ecology of Things de Jane Bennet. Ella estaba citada en el libro Producción de presencia que estaba leyendo para Zoo. Ahí se hablaba de la materia como algo que tiene una vibración y una agencia propia. Luego, siguiendo esa pista, leí a los realistas especulativos: Graham Harman, Bruno Latour…y un cúmulo de autores nuevos, todos europeos. El proyecto no está terminado aun. Pero hemos empezado por abordar lo que tiene relación con el repliegue y desocultamiento de las cosas, los objetos, palabras bien Heideggerianas. Según Harman, la concepción humana de la cosa no agota la cosa, es decir, la cosa tiene un ser propio que nos es misterioso.

Por eso se llama Realismo aunque también lo llamo ‘Neorrealismo’ en el sentido de que trabajar con ese Ser de las cosas es ponerse más realista que el realismo mismo, porque está refiriendo y dándole escenario a las fuerzas reales de los objetos, a diferencia del realismo que sigue usando los materiales para construir una representación antropocéntrica del mundo. En Watermill, durante la residencia, nos dedicamos específicamente a trabajar con lo que había ahí. Nos preguntamos ya, qué cosas tenemos, qué objetos, también fuimos a una ferretería y dijimos ya, qué hacen estas cosas y cómo se pueden desocultar (palabra muy Heideggeriana) en escena.

-¿Existe alguna dimensión ritual en este proyecto, pensando en el misticismo que generan los objetos en escena?

-Sí, apareció la dimensión ritual y resultó súper interesante. Más bien la dimensión mística, referida a precisamente lo que es misterioso en las cosas. Apenas uno piensa que las cosas tienen un ser que no vas a conocer jamás, uno tiene que entrar en esa dimensión mística y es que así eran las culturas pre-modernas, donde el hombre no era el centro y estaban todas estas fuerzas misteriosas con las que había que dialogar de algún modo. El rito es una manera de entrar en diálogo con todo eso. Entonces la palabra ‘ritual’ ha surgido mucho, lo ‘místico’, referido al misterio. La idea es que las cosas puedan ser actores equivalentes a los actores humanos en escena. Por eso yo lo llamo un teatro “post-antropocéntrico”, pensando en simetrías de estatus entre los elementos dispuestos en escena y los actores.

-Volviendo al misticismo y a la idea de que los objetos vibran, efectivamente, ¿abre esto sensaciones asociadas a la nostalgia, por ejemplo?

Sí. Hablamos harto también de una especie de nostalgia que sentíamos al relacionarnos en escena con los objetos, una nostalgia que se generaba siempre en la relación con ellos. Hay una especie de añoranza de relacionarse con esas cosas de igual a igual. Esas cosas no son solo cosas están subyugadas a nosotros. Hay una idea de que en otro tiempo pudo haber otra relación con las cosas. O podría en el futuro haber una nueva.

¿Tienen intenciones con la compañía de trabajar con hechos del pasado, con íconos o figuras representativas de la historia chilena como en obras anteriores?

En Realismo la intención más que histórica es futurista. Siempre hemos hablado de que lo que vamos a vivir en la obra es un cambio de era. Como si efectivamente cambiara el orden del mundo hacia un orden no antropocéntrico. Hemos usado como referente “Melancholia” de Lars Von Trier, pensando en ese tipo de cambio de era. Medio apocalíptica, de fin de mundo. Cambio de era en el sentido de cambiar las jerarquías, no que va a suceder algo que acabe definitivamente con el mundo.

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