Publicidad
Rodrigo Cañete, creador del blog que destrozó el “apartheid chileno” Lovearenotpeople se enfoca en la crítica a la “alta sociedad”

Rodrigo Cañete, creador del blog que destrozó el “apartheid chileno”

El crítico de arte y ex funcionario argentino advierte que “Chile necesita preguntarse si la reciente buena performance económica es suficiente como para justificar una situación social de desigualdad y marginación que bordea, algo que podría considerarse como ‘terrorismo institucionalizado de las clases altas blancas sobre la mayoría mestizo de baja estatura’”.


Bastó con reproducir algunas opiniones y quedó la escoba. El blog del crítico de arte y ex funcionario argentino Rodrigo Cañete denunció a principios de marzo que algunos habitantes de un país llamado Chile desprecian a los morenos, aman a Estados Unidos y tienen el sueño secreto de ser arios, y la respuesta no se hizo esperar.

El sitio web no hizo más que reproducir los comentarios (y las respuestas) de algunos trasandinos sobre la sociedad, la educación y las relaciones entre los chilenos. Unos pocos locales le encontraron la razón, mientras una multitud lo atacó (por decirlo suavemente), entre otros por ser argentino, incluso desde los medios locales. Y eso que Cañete concede que también la Argentina es racista.

“Debo confesar que la reacción de los chilenos me sorprendió por lo ensimismada”, dice Cañete, crítico de arte y ex subsecretario de Cultura residente en Londres, a El Mostrador Cultura + Ciudad. “Parece importarles más que un argentino hable de ellos que sus hijos no puedan tener oportunidades por su color de piel”.

Posibles razones

Loveartnotpeople es un blog que, en palabras de su autor, se enfoca en la crítica de arte, la crítica a la “alta sociedad” argentina  y también “a la creación de espacios de debate para decir las cosas como son. Esto tiene que ver con mis entrevistas y charlas –’Cañechats’ en Youtube y Vimeo- en las que hablo con gente de mi generación de diferentes temas culturales sin miedo y sin limitaciones”, siempre destacando que lo hace sin patrocinio de ningún tipo.

Por lo mismo, Cañete está acostumbrado a las polémicas. En este caso, se atreve también a bucear en las posibles explicaciones del “apartheid local”, que por cierto no ha sido el único en denunciar. (Ya lo dijo en 2010 en su libro “Superclass” el académico estadounidense David Rothkopf, editor de la revista Foreign Policy, al señalar que “Chile is not a country, but a country club”, apuntando lo endogámico de nuestra clase dirigente, donde se repiten los mismos apellidos hace dos siglos).

“No soy un especialista en Chile y creo que responder esta pregunta sería una irresponsabilidad de parte mía”, dice Cañete consultado sobre las razones de por qué nuestro país es así. De hecho, gran parte de lo que sabe de Chile es gracias al libro Siútico del escritor Óscar Contardo. “Mi alarma frente al nivel de racismo que percibí tras la lectura y discusión del libro de Contardo, me llevó al calificar al racismo de Chile como ‘apartheid’”.

Siútico: arribismo, abajismo y vida social en Chile (Planeta, 2008) es, según la reseña editorial, “una crónica valiente, incisiva, cómica y a la vez terrible, que se pasea por los juicios y prejuicios de la sociedad chilena. El autor revela en su recorrido una fauna compuesta de pitucos y rotos, del mediopelo que aspira a más y el abajista que sueña con ser más corriente y menos rubio”.

“Chile como unidad socio política me interesa bastante poco”, confiesa Cañete. Su interés es, “más bien, humanista y yo diría que está motivado por su increíble indiferencia a su propia lesa humanidad. Chile necesita preguntarse si la reciente buena performance económica es suficiente como para justificar una situación social de desigualdad y marginación que bordea, algo que podría considerarse como ‘terrorismo institucionalizado de las clases altas blancas sobre la mayoría mestizo de baja estatura’”.

Modelo hacendal

Para este crítico de arte, que admite su poco conocimiento de la historia chilena, la razón “puede ser esa muy bien documentada teoría -y demostrada por historiadores de izquierda- que señala que la sociedad chilena se gestó en el modelo de hacienda regentada por vascos”.

“Gente muy arribista que llegó desde España y recibieron enormes terrenos, pero que por culpa católica les construían hospitales y educaban y cuidaban a los trabajadores mapuche-españoles mestizos”, añade. “Ese modelo, que se mantuvo por siglos, hizo que la clase alta conservara gestos como tratar paternalmente al que le estaciona el auto o vende algo en la feria”.

Argentina, en cambio, tiene otra constitución social, “sobre todo pensando en la inmigración de mediados del siglo 19. Y quizá eso diferencia a nuestras sociedades”. Las cifras son claras: entre 1880 y 1910, Chile recibió un centenar de miles de inmigrantes europeos, mientras a Argentina llegaron tres millones.

“Chile es muy parecido a Perú, sólo que mientras Perú era virreinato, ustedes eran una simple nota a pie de página”, agrega. “Un páramo al final de continente que fue desarrollando malas prácticas sociales. Supongo que fue esa poca vigilancia la que hizo que las clases altas se cohesionaran -casándose entre primos- el sur se lo dieron a alemanes, croatas y suizos para que mataran mapuches y construyeran pequeñas Bavieras. Alemanes que, por supuesto, huían de la revolucion industrial y, posiblemente, del nazismo”.

Ojo con EEUU

Cañete también se da el tiempo para alertar sobre la fijación de los chilenos por Estados Unidos, que a nivel político se manifiesta en que el país se haya convertido en un aliado estratégico de Washington en la región, retribuido parcialmente con la exención de visas como único país latinoamericano. (Por algo Evo Morales dice que Chile es el Israel de Sudamérica).

“La cultura norteamericana del siglo XX ha sido, sin dudas, maravillosa”, dice Cañete. “Estoy pensando en Gershwin, Disney, Warhol, Sondheim, Spielberg, De Kooning y Michael Jackson y la lista sigue”.

Sin embargo, también advierte que “el neoliberalismo ha logrado que los procesos y sistema de maximizacion de beneficios sean naturalizados y normalizados a tal punto de que ya no logre distinguirse aquello que representa de lo opuesto”.

“Estados Unidos es una sociedad muy enferma y creo que no necesito ahondar en los síntomas de esa enfermedad; adolescentes que matan a sus compañeros, gente que no habla con gente durante meses, racismo extremo, obsesión compulsiva por la sociedad de mercado y la eficiencia, etc.”.

“Desde ya, no tengo idea de por que Chile está tan obsesionado con los Estados Unidos pero creo que debería desobsesionarse. Nada bueno viene de este tipo de compromiso, sobre todo con una realidad tan diferente”.

Todo esto lo dice Cañete sin olvidar que su relación con Chile “es casi inexistente”.

“Fui sólo una vez con mis padres cuando era chico y tengo un excelente recuerdo”, comenta. “Mi opinión se formó con el libro de Contardo, mi charla (Cañechat) con él, mis reacciones al libro y el modo en el que los chilenos reaccionaron a mis reacciones”.

“Hay algo violento en la negación de Chile a discutir su propio racismo y eso me disgusta. Desde ya, no viviría en un lugar así. Sin embargo, algo positivo es que Chile todavía reacciona y le fluye sangre caliente por las venas. Argentina ya no reacciona. Esta adormecida”.

Argentina, un poco menos peor

Cañete admite, por otro lado, que los defectos que denuncia de Chile también existen en Argentina.

“Argentina es profundamente racista e, incluso, nazi. (…) Mucho de lo que digo sobre Chile es aplicable a la Argentina”.

Sin embargo, allende de los Andes todavía hay posibilidades de usar el siutiquismo de manera positiva para mejorar en la vida, agrega.

“Yo soy un vivo ejemplo de esto. Mi padre fue un boxeador de clase trabajadora que me envió a un colegio y a una universidad privada. Me gané una beca inglesa y me fui a Inglaterra a estudiar y a partir de allí seguí adelante. Todo lo que tengo me lo gane y muchas de esas oportunidades me las dio mi país al que le estoy muy agradecido. Amo profundamente a la Argentina”.

Publicidad

Tendencias