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Como medidas de «gendarmería mental» califican disposición de Metro de que músicos se inhiban de tocar canciones políticas Presidente de la Comisión de Cultura, Artes y Comunicaciones de la Cámara oficiará a la empresa para que elimine las controvertidas disposiciones

Como medidas de «gendarmería mental» califican disposición de Metro de que músicos se inhiban de tocar canciones políticas

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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El Concurso «Música a un Metro», con que la empresa de transporte urbano pretende regular a los músicos que interpreten canciones en las algunas de las estaciones del ferrocarril subterráneo, más que impulsar la cultura y regular la actividad, ha generado una serie de críticas, muchas de ellas severas, en que acusan a la empresa de promover la censura y la precarización laboral de los artistas, siendo especialmente polémico la disposición que dice que los artistas seleccionados deben comprometerse a no tocar temáticas políticas.


Algo suena mal, desentonado, desacorde, disonante y destemplado en las bases del programa “Música a un Metro”, con el que la empresa Metro S.A. pretende regular a los músicos que interpreten canciones en sus dependencias, que años atrás, antes del Transantiago, de seguro eran recordadas por sus autoridades como un sueño de los 80: asépticas y sin tumultos en las horas peak.

La idea de regular y de elevar el estándar de calidad de los artistas y, de paso, terminar con las prohibiciones y las expulsiones de los músicos del Metro en virtud de un documento arcaico -el Decreto Supremo 910 de 1975- que prohibía «hacer funcionar en el túnel, dentro de los coches o de las estaciones del Metro aparatos de radio o cualquier otro objeto sonoro, luminoso o destellante», fue celebrada en un principio como un avance cultural, como una medida que se emparentaba, por ejemplo, con el Metro de París, que desde 1985 realiza casting a los músicos para tocar en sus dependencias, convirtiendo esos espacios en una extensión cultural de la ciudad.

Pero la iniciativa, que es apoyada por la Sociedad Chilena de Derecho de Autor (SCD) y el Consejo de Fomento a la Música, dependiente del CNCA, y que pretende acotar, mediante un concurso, el acceso a 40 agrupaciones para tocar en algunas de las estaciones de Metro, ha provocado un polémica creciente donde se repiten los calificativos de censura, retroceso cultural y precarización laboral de los músicos, entre muchos otros.

[cita tipo=»destaque»]»¿Desde cuándo la música con contenido social o político es perniciosa para el usuario del Metro? ¿quiénes son ellos para decidirlo? ¿a qué le temen? ¿de qué se están protegiendo?. Los músicos ambulantes de Santiago conocen como nadie el pulso y el pálpito de la realidad de la ciudad y del sentir del transeúnte de a pie, ése que precisamente se traslada en Metro aprisionado como una lata de sardinas. (Crítico de músico, Fabio Salas)» [/cita]

El músico Carlos Ledermann, en una columna de opinión, fue uno de los primeros en advertir -o suponer- que en las cláusulas de la concursabilidad podrían esconderse otros motivos, como el de limitar la creatividad para evitar la circulación de contenidos políticos en las canciones.

En el artículo primero de las bases del concurso «Música a un Metro» se señala que “los artistas seleccionados pueden expresar su arte de manera ordenada, de calidad y de acuerdo a una programación predefinida”.

Para dar con esta programación predefinida, apunta Ledermann, se agrega en el artículo tercero, que cada postulante deberá presentar un programa de a lo menos 12 temas, pero un máximo de 2 podrán ser originales, vale decir, de autoría propia.

«Pero a ver ¿cómo podrían expresar «su arte» -como lo dice el art. 1- con dos temas originales de un mínimo de doce? ¿O es, entonces, que hay que “expresar el arte de otros”? Empezamos mal. Si se trata de arte, no se puede poner peros y castrar todo intento creativo reduciendo a dos, de doce, los temas originales», comenta, a la vez que se pregunta ¿o es que a alguien le conviene que los temas no sean originales y sean mayoritariamente cover?

En el Anexo 1, inciso III, de las mismas bases aparece una disposición aún más contradictoria y que ya ha levantado ácidos comentarios en twitter de parte de Ana Tijoux y Nano Stern, por citar algunos. En este párrafo dice: «El músico se compromete a no usar su interpretación como herramienta de causas políticas, sociales, ambientales, religiosas o de cualquier otra índole de carácter activista”.

O sea, dice Ledermann, la idea de este concurso es decirle al músico  «acepte la censura, cante cancioncitas tontas y sin contenido, no se ponga creativo, no componga, no hable de cosas indebidas, no diga nada que pueda generar reacciones incómodas, escoja muy bien su repertorio para que no haga covers de grupos y/o autores “complicados», suelta con ironía.

Para el autor de La primavera terrestre. Cartografías del rock chileno y la nueva canción chilena, el escritor de música Fabio Salas, medidas como ésta solo «demuestra que nuestras autoridades, sean del ámbito que sean, no han aprendido nada de nuestra historia reciente».

«¿Desde cuándo la música con contenido social o político es perniciosa para el usuario del Metro? ¿Quiénes son ellos para decidirlo? ¿A qué le temen? ¿De qué se están protegiendo?», se pregunta. «Los músicos ambulantes de Santiago conocen como nadie el pulso y el pálpito de la realidad de la ciudad y del sentir del transeúnte de a pie, ése que precisamente se traslada en Metro aprisionado como una lata de sardinas».

Ante esa situación, el crítico sugiere que mejor no se haga nada. «Si les van a brindar un espacio- cuyo sistema de selección o licenciamiento es ya de por sí sospechoso y segregador- sin darles la opción de que estos artistas canten la música que desean cantar, si van a estar con esas pelotudeces de gendarmería mental y sensitiva hagan otra cosa (…), pongan altavoces en las estaciones y sintonicen los cuarenta principales. Asunto arreglado».

El presidente de la Asociación de Derecho de Autor, Álvaro Scaramelli, entidad que es parte del jurado, sin embargo comparte la misma opinión. «Este tema lo conversamos en la SCD y nos parecen anacrónicas. Vivimos en tiempos donde todos se expresan libremente y el canto siempre ha sido una manera de expresar el alma de las personas, no se puede intentar callar la voz del alma con este tipo de medidas fuera de época», dice.

El diputado Ramón Farías, presidente de la Comisión de Cultura, Artes y Comunicaciones, catalogó estas medidas como una falta grave a la libertad de expresión.

“No es admisible que se les restringa un pensamiento político o religioso dentro de su calidad de artistas, donde deberían tener todas las libertades para poder cantar sobre los temas que les parezcan pertinentes”, sostiene el parlamentario.

De esta manera, advierte, que le parece irrisorio que el Metro pretenda vetar  a todos los artistas por la forma de crear su música.

“La historia de la música chilena y del resto del mundo están basadas en ideologías, hermosas canciones tienen muchas veces trasfondos políticos, religiosos, de crítica social y experiencias personales. Artistas como Los Prisioneros, Anita Tijoux, Nano Stern, Los Jaivas y muchos otros, han llevado adelante sus carreras con letras de lucha social y críticas hacia los estados del poder,  dudo mucho que Metro censuraría a cualquier de estos artistas y se privara de tenerlos tocando en sus recorridos”, dice Farías, quien adelanta que mandará un oficio a la empresa de transporte, con el fin de que la cláusula dentro del reglamento del concurso sea eliminada.

Esta situación que para muchos es un retroceso cultural y que se entendería si la disposición fuera prohibir hacer apología al terrorismo de Estado, al racismo, la xenofobia y a otras formas de incitación al odio, no es la única medida contradictoria. La precarización laboral de los músicos es otro asunto.

En una columna de El Mostrador, el músico Felipe Sandoval Cuevas señala que el Metro establece una estricta serie de normas contractuales al ofrecer “ser parte del staff de músicos de Metro”.

Entre estas, cita que el músico del metro debe pagar pasaje, pese a contar con credencial de staff; que la alimentación y servicios sanitarios deben ser cubiertos por el músico afuera de las dependencias de Metro; y el músico libera de responsabilidad a la empresa por cualquier accidente que éste pudiera sufrir en sus dependencias.

Pero sin duda lo más grave es que «Metro puede anular el convenio por la razón que se le plazca, en el momento en que se le plazca».

Esa atribución, según acota Ledermann en su columna, es contradictoria con otra disposición y que permite a Metro usar a su arbitrio los nombres y derechos de imagen de los artistas.

«Lea bien las bases y ponga atención al inciso VII del artículo décimo, donde le advierten que usted “da autorización expresa, inmediata e irrevocable, sin que sea necesario efectuar pago alguno por ello a utilizar sus nombres, seudónimos, cuenta de Facebook, fotografías, voz, así como cualquiera otra y/o de su imagen que en la materia considere útiles para fines promocionales, de publicidad y difusión del Programa en todas sus etapas”.

Hace pocas semanas, el proyecto Trama de la Unión Europea, más un conjunto de organizaciones ligadas a la música como la Asociación de Músicos del Maule, los músicos independientes de Valparaíso, el colectivo Enjambre, la Sociedad de Derecho de Autor, el Sindicatos de trabajadores de la Música y el Sindicato de Músicos y Artistas Chilenos, lanzaron el Código de Buenas Prácticas profesionales en el área de la Música, cuyo objetivo según explicó la coordinadora Els Lauriks, de Trama, es trabajar en colaboración a «fin de mejorar las condiciones laborales de artistas, técnicos y gestores».

Sería oportuno que las autoridades de Metro leyeran este manual.

 

Pinche la foto para escuchar la lista de canciones que no podrían tocarse en el Metro de Santiago.

canciones metro

Vea aquí el documental «Son de estación», de Felipe Corrotea

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