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Crímenes, castigos y absurdos en la historia política de la sexualidad LGTBI en Chile La autora es la psicóloga Janet Noseda

Crímenes, castigos y absurdos en la historia política de la sexualidad LGTBI en Chile

«LGBTI. Historia y Política de la Sexualidad» (Editorial Ceibo) analiza la sexualidad desde un punto de vista histórico y político, haciendo una revisión de la historia de la masturbación y su prohibición; la emergencia de las categorías sexuales y la patologización de algunas; la división de la sexualidad en reproducción y placer y el castigo hacia la sexualidad erótica, y también ofrece una descripción y definición de cada grupo de la diversidad sexual.


En 1767, el latifundista Alonso Lecaros Ovalle yacía muerto a puñaladas por uno de sus esclavos: «el negro Antonio», que dormía en la misma habitación que «don Alonso». La razón del homicidio fue que, como era de costumbre, Alonso podía sodomizar al «Negro Antonio», por cuanto era de su propiedad. Hasta que un día el esclavo, cansado de la situación, mató a su violador. El castigo fue su ejecución en la horca, en la Plaza de Armas de Santiago.

Esta es sólo una de las historias que cuenta «LGBTI. Historia y Política de la Sexualidad» (Editorial Ceibo), de la psicóloga Janet Noseda.

El libro analiza la sexualidad desde un punto de vista histórico y político, haciendo una revisión de la historia de la masturbación y su prohibición con la creación de objetos antimasturbatorios; la emergencia de las categorías sexuales y la patologización de algunas; la división de la sexualidad en reproducción y placer y el castigo hacia la sexualidad erótica, y también ofrece una descripción y definición de cada grupo de la diversidad sexual.

Noseda es psicóloga, magíster en Psicología Clínica de la Universidad de Santiago de Chile, y se desempeña como coordinadora de la Comisión de Género y Diversidad Sexual del Colegio de Psicólogos de Chile. Es especialista en diversidades sexuales, con once años de experiencia en tratamiento a personas LGBTI y sus familias. Además, es la titular docente de la cátedra Sexualidad Humana en la Universidad de Arte y Ciencias de la Comunicación (Uniacc).

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Casos clínicos

El «negro Antonio» probablemente fue uno más de los esclavos que eran vendidos, con bozales, en un corral ubicado cerca de la calle que hoy es Manuel Rodríguez, en Santiago Centro. Para Noseda su historia es un ejemplo de que en la época el problema no era penetrar a otro hombre, «lo único penado y repudiado socialmente fue el homicidio. En el Chile del siglo XVII no se cuestionaba ni se escandalizaba por el sexo entre dos hombres».

“En Chile se produjo un fenómeno parecido al de la antigua Grecia. El patriarca, por su mayor poder, era el penetrador no sólo de su esposa, si no también de sus esclavos. A través del penetrar, se mostraba poder por sobre los grupos subordinados», se lee en el libro

Noseda relata en su investigación la historia de un homosexual de unos cuarenta años, criado en el seno de una familia evangélica donde la homosexualidad no solo era mal vista, sino considerada un «pecado» a castigar. El paciente se casó y tuvo tres hijos, con la esperanza de que así no tendría más fantasías homoeróticas, pero ello obviamente no ocurrió. Noseda recuerda lo difícil que fue lograr que «aceptara su sentimiento de amor hacia su pareja sin culpa ni odio hacia sí mismo».

La autora advierte que la pertenencia de género y sus mandatos «vienen a ser una pesada cruz con la que cargan miles de niños y niñas LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales) en las escuelas, junto al miedo a la discriminación o a perder el afecto de sus seres queridos, siendo estos aspectos también los causantes del sufrimiento de miles de adultos LGBTI que viven en la mentira y la clandestinidad».

Otro caso citado por Noseda se refiere a una mujer transexual. «Camila» nació como hombre, pero siempre se sintió mujer. De pequeña usaba el pelo largo y jugó como cualquier niña, hasta el primer día de colegio. Las monjas la raparon y le obligaron a vestir pantalón y corbata. Se sucedieron los problemas: trataba de ir al baño de niñas, pero el inspector se lo impedía. Muchas veces citaron a sus padres para reprocharlos por las actitudes femeninas de Camila. Sus compañeros le ponían sobrenombres o la aislaban. Finalmente su padre la expulsó de casa, aunque gracias a Internet ella ya sabía que era «transexual». Con el paso de los años, finalmente pudo someterse a una operación de reasignación sexual.

«Como se puede apreciar, la discriminación social y la heteronormatividad tiene profundos y negativos impactos en las personas LGBTI», escribe Noseda. «Esto, obviamente, derivado de las molestias escolares ante quienes tienen conductas eróticas o sexuales que socialmente asocian al sexo contrario».

Guía para psicólogos

Fue justamente «la gran ignorancia que he observado que existe acerca de la diversidad sexual y lo castigada que es la sexualidad, especialmente en las mujeres», una de las razones que llevó a Noseda a escribir este libro.

«Creo que si los estudiantes de Psicología supieran más acerca de la diversidad sexual, existiría una mejor oferta de ayuda para estas personas y no la actual peregrinación que hacen de psicólogo en psicólogo buscando alguien que entienda del tema», señala. «Además, creo que ya era hora de hablar de sexualidad abiertamente en este país».

Noseda recuerda que en la época de las culturas precolombinas se exaltaba y se veía como algo natural la homosexualidad y la masturbación, existiendo figuras de mujeres con las manos en la vulva, por ejemplo. Todo cambió con la colonización desde un país «extremadamente cristiano». «Se castigó la homosexualidad y la masturbación, aunque se continuó con las prácticas de sodomía en la era de la esclavitud».

La especialista atribuye la ignorancia, los prejuicios y los mitos en torno a la sexualidad en nuestro país lisa y llanamente a que «no se habla de sexualidad».

«Las carreras humanistas deberían tener ramos de sexualidad humana, pero no las tienen y en las familias poco se habla del tema y esto lo podemos observar en los adolescentes, que tienen cada vez más enfermedades de transmisión sexual y esto es porque no hablan de sexualidad con sus padres ni formas de protección», advierte. «Menos aún, se habla de la diversidad sexual. ¿Cómo esperar entonces que podamos verlo como algo normal?».

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