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Cine colombiano irrumpe con fuerza en el panorama latinoamericano

Entre otros, se debe a una Ley del Cine, promulgada en 2003, y un Fondo de Desarrollo Cinematográfico, que financia la mayoría de las cintas. La potencia del séptimo arte cafetero explica que haya sido el foco del último Festival de Cine de Viña del Mar, que se realizó la semana pasada.


El éxito de “El abrazo de la serpiente” de Ciro Guerra, reciente ganador del festival de cine de Santiago (Sanfic), y que se estrena la próxima semana en Santiago, es la muestra de un fenómeno innegable: el cine colombiano se está haciendo un lugar en el panorama latinoamericano.

La cinta, candidata al Premio Oscar, es parte de un fenómeno que incluye a películas como “Viva la música”, de Carlos Moreno, y “Siembra”, de Santiago Lozano, un trío que fue parte del último certamen cinematográfico de Viña del Mar (Ficviña), cuyo país invitado fue Colombia.

¿Cómo se explica este boom? Entre otros, debido a una Ley del Cine, promulgada en 2003, y un Fondo de Desarrollo Cinematográfico, que financia la mayoría de las cintas.

“Este momento es muy bonito porque toda la explosión que ha habido de películas  muestra una diversidad de miradas”, dice Lozano (Manizales, 1978), uno de los realizadores colombianos que estuvo presente en el último Ficviña la semana pasada.

“Siento que no hay una identidad definida de cine colombiano, sino que es muy diverso lo que se está explorando, incluso fuera de la producción de la capital Bogotá. Se están haciendo muchos cosas en la Costa, en Medellín, en Cali”.

Su ópera prima, “Siembra”, en co – dirección con Ángela Osorio, «que más que contar una historia quiere proponer una experiencia al espectador», en sus palabras, se estrenó en el Festival de Cine de Locarno de 2015, en la sección Cineastas del Presente, donde ganó el Premio de la Crítica Independiente a Mejor Dirección.

Realizadores jóvenes

La juventud de los realizadores es otra característica del boom cafetero. Lozano tiene 37 años; Guerra, el cineasta responsable de “El abrazo de la serpiente”, 36, mientras Moreno, autor de “Que viva la música”, llega a los 48.

Sus maneras de llegar al cine difieren. En el caso de Lozano, fue en la Universidad del Valle de Cali (Univalle), donde estudió Comunicación Social. Luego se realizó durante un año un Máster en Guión en Madrid, a los 28 años. Aunque pudo extender su experiencia europea, quiso regresar.

“Necesitaba estar en Colombia para poder escribir y poder mover los proyectos. No quería quedarme como migrante y que el cine se perdiera en el afán de sobrevivir”, explica. En aquel momento, además un amigo suyo, Óscar Ruiz Navia, rodó su ópera prima, “El vuelvo del cangrejo”, con la que colaboró como foto fija, y que por su éxito le abriría la puerta a sus creadores: ganó el Premio Fispreci en Berlín, en 2010.

Tradición cinematográfica de Cali

Lozano fue el menor de tres hermanos y se crió en un barrio sencillo. En la universidad se interesó primero en la fotografía y luego en el cine.

Cali es una ciudad de una fuerte tradición cinematográfica, donde hasta hoy el cine arte tiene su espacio en el Museo La Tertulia y la Cinemateca. También hay varios cine clubes.

En esta ciudad se filmó la primera película de Colombia (“La María”, una largometraje mudo de 1922); en los años 60, fue un elemento clave del colectivo cultural Grupo de Cali (o “Caliwood”), integrado entre otros por Luis Ospina (quien también estuvo en Ficviña, donde ganó un premio con su film “Todo comenzó por el fin), así como la propia producción de Univalle, con series emblemáticas como “Rostros y rastros”.

“Siembra”, de Lozano, “Que viva la música”, de Moreno, y “Ciudad delirio” (de la española Chus Gutiérrez) son sólo tres de algunos de los films recientes que se centran en esta ciudad que, aunque con miradas muy diversas, sí comparten un elemento clave: la música.

“En Cali hay una historia muy fuerte, no sólo alrededor de la salsa, sino que del baile. La vida cotidiana está atravesada en los barrios por la música y el baile. En muchos barrios se arman las fiestas en la calle, como se ve en ‘Siembra’. Los chicos se toman los parques».

En «Siembra» la cultura negra, especialmente el hip hop, juega un papel fundamental. Porque Cali es mucho más que salsa.

Un film de desplazados

El primer largometraje de Lozano, se centra en un fenómeno tristemente célebre de su país: “los desplazados”, aquellos campesinos que por la violencia que ejercen grupos armados han debido abandonar sus tierras y emigrar a la ciudad.

«Queríamos descubrir qué significa realmente esa palabra, ‘desplazado’, en término de políticas públicas, económicas, porque es una palabra muy útil para los discursos de los poderes, pero que finalmente no termina diciendo nada, sino más bien invisibiliza a las víctimas del conflicto (…), que viven en un tránsito eterno, en un limbo, que las hace no pertenecer a ningún lugar. De ahí nació la idea de hablar del tema del desarraigo», explica.

En este caso se trata de “El Turco” (el músico Diego Balanta), un hombre de la Costa Pacífico que se instala en una población callampa en las afueras de Cali junto a su hijo Yosner (el actor y bailarín José Luis Preciado).

Allí el joven se integra en el movimiento del hip hop. Su muerte será el punto de partida de una nueva vida de su progenitor, de ahí su título.

Una película que reflexiona sobre el desarraigo y con la cual su realizador quiso ponerle rostro a un fenómeno que afecta a cinco millones de personas en Colombia, el segundo país con más desplazados internos del mundo, sólo superado por Siria, según Naciones Unidas.

El tema de los ciclos vitales –ya sea migrar o envejecer- es fundamental en el imaginario de Lozano, “porque son estados en que el ser humano, de cierta manera, se encuentra en una tensión”. También la relación de padres e hijos. Su próximo proyecto, por ejemplo, habla de una caleña que regresa a Colombia después de veinte años para reencontrarse con su papá.

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