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«La Gestapo», nuevo libro para desmitificar la policía secreta de Hitler Reseña literaria

«La Gestapo», nuevo libro para desmitificar la policía secreta de Hitler

Más que un organismo omnipotente era una burocracia pequeña pero eficaz, que en gran medida funcionaba gracias al soplonaje de ciudadanos comunes y corrientes


Un nuevo libro sobre la célebre policía secreta del régimen nazi acaba de publicar la Editorial Crítica.

Se trata de «La Gestapo – Mito y realidad de la policía secreta de Hitler, del académico británico Franz McDonough, que cuenta los orígenes, el funcionamiento y el fin de la Geheime Staatspolizei (en alemán, policía secreta del Estado), que nació junto a la dictadura nacional socialista en 1933, así como el destino de sus principales integrantes, entre los cuales figuraron Heinrich Himmler y Adolf Eichmann.

Tal como señala la reseña oficial del libro, esta entidad fue el principal instrumento del terror en la Alemania nazi. McDonough se sumergió en los archivos alemanes que sobrevivieron la Segunda Guerra Mundial para demostrar que más que un organismo omnipotente era una burocracia pequeña pero eficaz, que en gran medida funcionaba gracias al soplonaje de ciudadanos comunes y corrientes, y en el cual se mezclaban policías profesionales y educados militantes del Partido Nazi.

«No se trata aquí de los campos de exterminio ni de las ejecuciones en masa, sino de la experiencia cotidiana de la persecución contra determinados grupos religiosos, contra los comunistas, los marginados sociales, los judíos… Un terror que tenía una de sus principales armas en la denuncia de vecinos, compañeros de trabajo o familiares», destaca la reseña.

En ese sentido, McDonough reconstruye este mundo a partir de las historias concretas de hombres y mujeres comunes que fueron víctimas de unos crímenes por los que la Gestapo se libró después de castigo.

El resultado es un libro apasionante, con el cual McDonough no logra sólo retratar a una organización compuesta en gran parte por policías de carrera, que actuaban como funcionarios, sino la propia Alemania nazi, donde la mayoría de los ciudadanos aceptaba la dictadura y se sentía cómodo en ella, tras años de caos e inestabilidad.

McDonough se sumerge en los barrios obreros, las casas y los bares. Hay testigos de Jehová, pastores evangélicos, operarios de fábrica y amantes que se denuncian entre sí. También una red de soplones, muchos de ellos antiguos comunistas, que accedieron a colaborar para salvarse de los campos de concentración -que empezaron a funcionar en 1933- o para que los dejaran tranquilos a ellos y a sus familias.

De hecho demuestra que de hecho el ciudadano común no temía a la Gestapo, que si bien podía detener opositores y enviarlos a campos de concentración, también liberaba a otros por falta de pruebas, al actuar apegada a «pautas legales muy estrictas». Eso sin olvidar que al final de la guerra recrudecieron los maltratos a «los enemigos del Estado».

El académico se adentra en la trayectoria y los métodos de los agentes de la Gestapo (incluida la tortura), así como la ayuda que recibían de otros organismos del Estado (como los servicios sociales) y los propios ciudadanos; examina a sus víctimas y la tragedia que sufrieron; y finalmente revela qué fue de sus miembros tras el fin de la guerra. Algunos de ellos fueron detenidos, pero se suicidaron antes de llegar a ser juzgados. Otros recibieron una condena en los Juicios de Núremberg o se unieron al cuerpo funcionario de la recién nacida República Federal Alemana (RFA), mientras también hubo quienes desaparecieron, sin ser hallados jamás.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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