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El polémico libro póstumo del nieto del Che que destroza Cuba «33 revoluciones» llegará a Chile el primer trimestre de 2017

El polémico libro póstumo del nieto del Che que destroza Cuba

En la novela de editorial Alfaguara, fruto de una década de trabajo continuo, Canek Sánchez Guevara habla de hastío y opresión en un país donde «lo único que funciona es la fiesta, la orgía, el falocentrismo y la épica del bollo (materialismo erótico). Lo demás: discurso para obnubilar a las masas. El sexo es el principio y el fin: la templeta histórica».


Por su ascendencia familiar, fue parte de la élite del régimen cubano. Canek Sánchez Guevara (La Habana, 1974-Ciudad de México, 2015) fue el nieto mayor de Ernesto «Che» Guevara. Primogénito de Hilda Guevara  (1956-1995) y de Alberto Sánchez, un revolucionario mexicano que secuestró un avión y terminó en la isla, vivió en medio de unos privilegios que rechazaba. Abominó la violencia que ejerció su abuelo y acusó al castrismo de ser una «monarquía». Dedicado a la escritura y la fotografía, nunca tuvo posesiones ni un trabajo fijo.

Tras vivir entre Milán, Ciudad de México y La Habana, abandonó definitivamente la isla en 1995, tras la muerte de su madre de cáncer. “Salí con el corazón hecho mierda y las ideas más revueltas que cuando llegué. Me hice en Cuba, la amé y la odié como solo se puede amar y odiar algo valioso, algo que es fundamental para uno”, cita el diario El País en un artículo reciente.

Como si fuera una maldición, al igual que su abuelo y su madre, murió antes de entrar en la cuarentena. Fue en Ciudad de México, durante una operación al corazón. Su legado son sus escritos, varios de los cuales forman parte de la novela «33 revoluciones» (Alfaguara). Allí ajusta cuentas con su país natal, donde «lo único que funciona es la fiesta, la orgía, el falocentrismo y la épica del bollo (materialismo erótico). Lo demás: discurso para obnubilar a las masas. El sexo es el principio y el fin: la templeta histórica»

El hastío

En el libro se cuenta «el día a día de un hastiado burócrata en una isla caribeña donde hay una constante verbalización: todos sus habitantes dicen lo mismo con distintas palabras; doce millones de discos rayados que se repiten una y otra vez», según cuenta la reseña de Alfaguara. «En el país nada funciona y a nadie parece importarle, pero el inconformismo del protagonista le hace distanciarse de los que le rodean y buscar una salida de esa isla asfixiante».

«El edificio resiste el embate», se lee en la novela, de la cual se pueden leer en Internet algunos fragmentos . «En su interior, los pasillos aparecen llenos de rostros temerosos y gente que reza instrucciones y obviedades (‘hay que mantener la calma, compañeros: nada es eterno’). Todos verbalizan a la vez (veinte discos rayados sonando al mismo tiempo): todos dicen lo mismo con distintas palabras, como en la cola o en el mitin —manía de hablar: doce millones de discos rayados parloteando sin parar».

«El país entero es un disco rayado (todo se repite: cada día es una repetición del anterior, cada semana, mes, año; y de repetición en repetición el sonido se degrada hasta que sólo queda una vaga e irreconocible remembranza del audio original —la música desaparece, la sustituye un arenoso murmullo incomprensible—). Un transformador explota en la distancia y la ciudad queda a oscuras. El edificio es un agujero negro en medio de este universo que insiste en derrumbarse con estrépito. Nada funciona pero todo da igual. Siempre da igual. Como un disco rayado, que siempre se repite…».

En palabras del periodista estadounidense Jon Lee Anderson, que halló los rasgos del «Che» en 1998 en Bolivia, Canek fue «un escritor brillante y apasionado que murió demasiado joven. Esta imborrable novela póstuma es un rechazo visceral al patrimonio político que le tocó por ser el nieto del Che, y también un grito de socorro personal». Una obra que acaba de publicarse también en Francia y que llegará a Chile durante el primer trimestre de 2017.

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La serpiente negra

Canek (un nombre maya que significa «lucero» o «serpiente negra») vivió para liberarse del estigma de ser el nieto del «Che» y lo hizo a través de las letras.  “Crecí entre salas de redacción y manifestaciones de tres días; entre interminables discusiones sobre el sujeto y objeto de la revolución. Bandera roja y La Internacional fueron las canciones que aprendí de niño”, relató años más tarde.

Residente en la isla desde la década de los 80, no soportó la obligación de ser «un ejemplo» y empezó a tener problemas por su preferencia por el rock y la bohemia. Le interesaba Trotski, pero también el house, Schopenhauer y el dadaísmo. Demasiado ecléctico para las rigideces de la dictadura. Amaba el anonimato, pero le era difícil pasar desapercibido: medía casi dos metros.

Ya instalado en México, durante cuatro años, escribió en la revista Milenio Semanal sus columnas «Diario sin motocicleta», en referencia a la famosa obra de su abuelo, con quien tuvo una relación contradictoria: admiraba su honestidad, pero rechazaba sus métodos. Unas columnas sobre viajes por Europa y América Latina que se publicaron este año en un libro homónimo en España, que permiten conocerlo mejor, como en este texto donde cuenta lo acontecido en una puesto fronterizo con Honduras.

«En la mañana abordo un mototaxi hasta ‘el otro lado’, y en el puesto fronterizo de El Poy el guardia me bombardea con preguntas al ver mi pasaporte: ‘¿naciste en Cuba, eh?’, como si fuera un delito tal eventualidad: ‘¿qué hacés aquí, quién te paga, a dónde vas, cuál es tu itinerario?’, y como lo único que sé es que nunca sé a dónde voy, ni a qué, ni por qué, tengo que inventar un recorrido sobre la marcha. Me parece correcto vagar sin ideas preconcebidas, o al menos dispuesto a que la realidad las destroce y reorganice en cualquier instante. Quien viaja para confirmar una tesis o una ruta viaja a medias, pues tendrá que ignorar todo aquello que resulte molesto a la ‘integridad’ de sus planes o ideas. Los manuales y el nomadismo no suelen llevarse bien. Las guías de turistas no funcionan cuando uno se mueve al azar. No sé cómo explicarle esto al policía».

Choque constante

En México publicó el libro de poesía Diario de Yo y en Barcelona hizo una investigación de la que resultó el libro Diario de Bolivia. Ernesto Che Guevara, una edición comentada por Canek y el editor cubano Radamés Molina. En Francia, publicó junto con Jorge Masetti -hijo de un compañero de lucha del «Che»- el libro Les héritiers du Che (2007) donde ambos hacían un recuento de su adolescencia en Cuba.

Allí Canek ya relataba «el permanente choque de una juventud, briosa y creativa, frente al dominio del Partido, cuyas actitudes dogmáticas y policiales le permitirán reconstruir los ambientes y personajes de 33 revoluciones«, según la reseña de Alfaguara.

El nieto mayor del «Che» murió el 21 de enero de 2015. Le habían detectado una infección en el corazón, causante de una neumonía y una falla renal que obligaron a hospitalizarlo, según medios mexicanos.

Antes de morir, en un mail, le escribió a una amiga: «El fanatismo es una cierta predisposición, y quien es un fanático religioso fácilmente puede serlo en lo político también (el mejor ejemplo, lo intuyes bien, es el del islamismo radical; pero el bushismo opera de forma similar -hay que escuchar a Bush para comprender lo que es ser un enajenado de verdad- como Fidel). La fe no es un peligro (ni la ideológica ni la religiosa) el único peligro está en el Absoluto, en el fanatismo, en la negación de todo lo demás».

 

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