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Pablo Paredes, poeta y dramaturgo: «La esperanza se construye con altas dosis de indignación» Autor de las Analfabetas, desmenuza la cultura

Pablo Paredes, poeta y dramaturgo: «La esperanza se construye con altas dosis de indignación»

Patricio Olavarría
Por : Patricio Olavarría Periodista especializado en Política Cultural
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Este fértil creador que acaba de estrenar junto a Ingrid Isensse “El Cuerpo de Mi Padre” y en el que actúan con sus respectivos progenitores, considera que hay que enfrenar la mirada neoliberal sobre la cultura y enfrentar al poder. «Significa que la autoridad muchas veces se las tiene que jugar por decisiones que afectan la capacidad de lucro de algunos porque debe predominar el bien común».


Poeta, dramaturgo y guionista de cine y televisión logró reconocimiento con Las Analfabetas, obra con la que ganó la Muestra de Dramaturgia y el Premio Altazor el 2011, y que se estrenó en Quito, Bogotá, New York y Ciudad de México; reconocimiento que también le valió por su trabajo como co-guionista de televisión por El Reemplazante el 2013.

En literatura, Pablo Paredes ha publicado poemarios como El Final de la Fiesta (2005, Santiago), Mi Hijo Down (2008, Buenos Aires) y La Raza Chilena (2010, Montevideo; 2012, Santiago). Sus textos se encuentran traducidos en varios idiomas y publicados en distintos países. Paredes que se desenvuelve también con soltura en la política y la crítica cultural, viene de una infancia difícil en la periferia durante los años ochenta, pero en donde siempre reinaron la ternura y los libros. En Revolución Democrática fue Coordinador Nacional, y acaba de estrenar en el teatro Mori Bellavista, El Cuerpo de Mi Padre, montaje íntimo sobre la paternidad en la que escribe y dirige junto a la destacada actriz chilena Ingrid Isensee, y en donde ponen en escena a sus respectivos padres: Manuel Paredes y Carlos Isensee.

-¿Qué significa El cuerpo de mi Padre?

-Es una obra de teatro que tiene la particularidad de hacer una reflexión a la figura del padre, aunque quienes están en escena no son actores profesionales, sino nuestros verdaderos padres. Carlos Isensse y Manuel Paredes, además de la participación de Ingrid y mía no en forma protagónica, pero somos los cuatro en escena. Si pensamos cinematográficamente sería algo a medio camino entre el documental y la ficción. Parafraseando a Ingrid se podría hablar de una rareza. Pero finalmente es un espectáculo. Una obra que tiene texto, que tiene actuación y biografía con nuestros padres ahí y por lo mismo tiene todas las densidades de la relación padre e hijo y padre e hija. Es una obra que puede entrar en momentos muy emotivos, pero también te puedes cagar de la risa y rozar el funeral y el parto a la vez.

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-¿Por qué los padres de ustedes y no otros actores?

-La verdad es que la anécdota es bien sencilla, aunque el psicoanálisis se asoma de manera muy obvia en proyectos como este, hace algunos años conversando con Ingrid nos dimos cuenta que ambos teníamos padres de pelo largo, y ese pequeño detalle nos hizo mirar sus cuerpos y nos dimos cuenta que no eran viejos que se habían dejado el pelo largo cuando eran quinceañeros o veinteañeros, ni a los treinta ni a los cuarenta, sino muy tardíamente y nos llamó la atención esa decisión frente a su propio cuerpo y nos pusimos a indagar. Finalmente nos dimos cuenta que existía una obra mucho más grande que las chascas de estos viejos, y que sí eran importante estos cuerpos como relatos biográficos que trascienden las unidades de cuerpo. Es algo que parece místico, pero más bien hablo de genética porque uno también es la extensión de estos padres.

-De algún modo se funda en tu infancia, donde entiendo que los libros reemplazaron a las privaciones…

No quiero parecer romántico con mi infancia y la pobreza ni mucho menos. La pobreza es un horror que debe ser superado. Nuestra pobreza fue muy concreta y muy alta, y quienes tuvimos la posibilidad de contar con libros por ejemplo en nuestras casas, creo que fuimos más anómalos que épicos, porque instalar una épica o un heroísmo ahí, significa señalar que en la casa de al lado no existía el heroísmo, y en realidad lo que muchas veces faltaba eran los libros, pero la épica estaba presente en esa otra casa y se reflejaba en otras cosas. Eso es distinto.

-Hoy hay más libros en todas partes

-Efectivamente hoy hay más libros, más cine y más televisión, pero tampoco quiero decir que el libro sea la salvación porque al menos en mi caso la tele me ayudó mucho en crear mi imaginario para escribir. Pero no creo que exista un pasado perdido y que ese pasado perdido sea un paraíso. No quisiera que los niños de hoy tuvieran que volver a la infancia de los años ochenta porque los niños de hoy están mejor que los de los años ochenta, pero eso no significa que vivamos en una sociedad justa o que reciban lo justo.

-¿Salvo los niños del Sename?

-Lo del Sename no se entiende sino como una tragedia horrenda, pero esa es la gran tragedia neoliberal de Chile y más que destaparse las ollas, explotan. A diferencia de los años ochenta con su instalación neoliberal en donde la pobreza también estaba desbordada y veías lo que estaba pasando, la tragedia de la infancia existía en la calle gritándote a la cara, lo que se hace en los noventa es fondear esa tragedia, maquillarla.

Me atrevo a decir que se decidió meter a una olla esta tragedia y taparla. Esta realdad nunca se enfrentó realmente en términos estructurales y este es el resultado. Por eso cuando hablamos del Sename también hablemos de Educación con todas sus diferencias en donde se expresa también esta tragedia entre colegios públicos y privados. Cuando se decide no tener una institucionalidad más eficiente o se bloquea el financiamiento, lo que asoma es clasismo y el neoliberalismo, en el fondo, un profundo desprecio por la infancia pobre y marginada de Chile, y si como consecuencia de eso, se nos llena el país de niñas y niños muertos, lo que tenemos, insisto, es una actitud criminal.

-¿Pero en ese sentido también está lo que pasa en la Araucanía?

-La discusión frente al pueblo Mapuche es incómoda para varios y es lógico. Hace unos días veía un corto del año 71 que hizo Raúl Ruiz en que se mostraba un viaje de Allende a La Araucanía y las altas expectativas que había. Ya sabemos que esas expectativas fueron bombardeadas y ahora hay que repensar sobre la misma urgencia. Pero hay algo que me preocupa, hablo ahora de mi propia incomodidad. Creo que hay que diferenciar mucho más claramente en el anhelo plurinacional, que comparto con fuerza, de las miradas nacionalistas que suponen superioridades étnicas o éticas de pueblos sobre otros. Creo en la convivencia bajo el respeto y el marco plurinacional, pero no en eso de que tenga que existir un país por cada etnia, esa idea me asusta y creo que le hemos debatido poco. Ahora en la concreta, cuando te encuentras de manera regular de casos como el que una mujer mapuche esté pariendo engrillada, hay que acusar esa violencia de las instituciones, por cierto, también, criminal.

-¿Te da rabia?

-Me da mucha rabia, pero Chile da rabia.

-¿Cuándo te da rabia Chile?

-Chile me da mucha rabia cuando uno se da cuenta que acá ha existido un plan, un diseño para que las cosas se asemejen al crimen. Cuando han pasado los años y ves que las variables y las negociaciones de la transición desde inicios del año noventa terminan en políticas públicas convertidas en una voluntad criminal. Estamos hablando del Sename y de niños muertos, pero también hay crimen sin muertos porque el niño pobre que tiene la inquietud de mirar las estrellas y quizá nunca pueda ser un astrónomo el día de mañana como podrá serlo el niño que estudia en un colegio privado. Eso también es un crimen.

La cultura juega un rol fundamental ¿Qué opinas del término acceso cultural?

-Acceso es una palabra noventera que me perturba porque supone a unos que están afuera y otros que están adentro. Tiene la connotación del que diseña la cultura y del que puede acceder, y eso me parece sumamente peligroso porque ahí está lo paternal a propósito del padre, pero sin ternura y sin diálogo.

Pero también remite a un lenguaje claramente neoliberal

-Es que lo es, cuando digo el que está adentro y el que está afuera, me estoy refiriendo a que el acceso a la cultura es un término neoliberal, te estoy hablando de mercado porque lo que sucede es que hay una oferta y una demanda, y lo que quiero es hacerte parte a ti de esa demanda porque finalmente no hay un diálogo. Lo importante es cómo ese “afuera” pregna el sistema de creación artística.

-¿Y de qué hablaríamos hoy entonces?

-Yo creo que es importante incorporar desde otra perspectiva en el panorama artístico cultural la participación, lo que no significa renunciar a los públicos, significa que los públicos son activos y no pasivos en términos que no sólo van a consumir propuestas artísticas. Los públicos son la ciudadanía. Yo quiero ir a reflexionar con respecto de un determinado tema. Creo que cuando hablamos de una reforma educativa también nos referimos a una reforma en lo cultural. Una reforma en la escuela implica reformar los teatros, las bibliotecas, las salas para cine, etc.

-¿Cuál es tú opinión de la promesa cultural en un medio de mercado?

-Yo creo en el Ministerio de Cultura y pienso que es un avance. Pero hay que diseñar de manera integral. Pero también es una discusión algo tramposa, es como decir bueno la televisión basura es lo que tiene más rating por lo tanto es lo que quiere la gente, y por lo tanto lo democrático y participativo sería la televisión basura. Es una falacia porque hace suponer que estamos parados en el mismo lugar que los medios de comunicación y eso no es cierto. Entonces resulta que en un modelo neoliberal a secas como el chileno cuando la oferta cultural proviene de la necesidad de generar el negocio con la mayor ganancia posible, las oportunidades no son las mismas para todos. Aseverar que a los chilenos no les gusta el cine chileno cuando hay casi nulos espacios para la producción nacional es una falacia de la industria.

-Claro, pero desde la lógica del mercado siempre hay miles de personas que no participan, en concreto quedan fuera del goce cultural

Pero mira, estoy por estrenar y me estás entrevistando en el barrio Bellavista, y el noventa y cinco por ciento de los teatros probablemente de Chile están en este barrio y concentrados en tres comunas de la capital. Deberíamos preguntarnos qué hacemos, porque cuando se habla de descentralizar no es una figura flotante, es concreta. Que los teatros se concentren en tres comunas de Santiago y que son de alto ingreso es brutal.

-Pero siempre hay una decisión política detrás de todo este problema de la cultura y el mercado

-Estoy de acuerdo en eso contigo, ha existido una decisión política de dejarle al mercado parte del tema cultural, y el mercado define la oferta artística en donde está el poder adquisitivo y así me ahorro problemas porque el mercado está para ahorrarse problemas, mientras que la política pública está para enfrentar problemas.

-¿Crees que la Política Cultural tiene una orientación hacia la élite?

-Creo que ahí se cruza el tema con la industria y con la masividad, y pienso que es pertinente para las políticas públicas en cultura pensar en el desarrollo de una industria y apostar en ciertos momentos a la masividad. El problema es cuando existe una élite que controla la agenda de esa masividad y de la misma industria y es ahí en donde está el problema político. Creo que efectivamente la reflexión artística en Chile por momento pasa mucho por pequeños públicos, y en ese sentido defiendo la televisión pública porque efectivamente necesitamos una programación artística cultural más que hacer oferta por cable y ahí resolver una demanda que es real.

-¿Implica enfrentar al mercado?

-Significa enfrenar la mirada neoliberal sobre la cultura y enfrentar al poder, significa que la autoridad muchas veces se las tiene que jugar por decisiones que afectan la capacidad de lucro de los privados porque debe predominar el bien común. En Chile cuando se exige una programación nacional o latinoamericana en la televisión existe la caricatura que estás poniendo a la burguesía en el paredón y claro, es una caricatura útil porque asusta. Y nadie está levantando una propuesta al estilo de Corea del Norte, solo pedimos que se hagan las cosas como lo ha hecho Inglaterra, México, o Brasil en lo referente a la cultura.

-¿Y la otra forma es pasarles plata a los gremios?

-Está bien que los gremios demanden, pero lo que hay que hacer es generar públicos porque de lo contrario no se promueve nada. Por ejemplo, en el caso de las Artes Escénicas descubrimos que en parte la demanda gremial no da abasto. Hay que trabajar con el ámbito escolar, con la formación, es un tema en el que la educación es central, y esto es independiente de los colegios artísticos. A veces se le entregan más recursos a un gremio específico y claro apagas un incendio, pero no atacas el problema porque no se hizo lo suficiente para generar una política pública de fondo. Muchas veces significa tocar zonas que son espacios destinados al lucro.

-¿Qué te parece tanta polémica por el nuevo centro Cerrillos y las políticas de las artes visuales? Los artistas están en picada…

-Cuando uno lee tanta crítica a un proyecto de envergadura como Cerrillos, y ve por otra parte, a un Ministro defendiendo tanto un proyecto que no estaba en la agenda de este gobierno, es inevitable preguntarse por qué le falta apoyo, sobre todo cuando se trata de un espacio que antes no existía. Da la impresión que falta claridad en cuanto a la misión del Centro de las Artes. Primero dicen una cosa y luego otra y eso, obviamente, complica los apoyos del sector de las artes visuales y de los museos. Un ejemplo concreto es que no está claro si el centro, en su eje, es para los artistas visuales, para la ciudadanía o ambos, y cuando no se comprende -o no está claro- el fin del proyecto, es natural que existan dudas desde diferentes lados. Pero la verdad es que más que defender el proyecto de Cerrillos u otro en particular, creo que el Ministro debiese defender con más fuerza el Proyecto de Ley de Ministerio, que es el marco general del resto y que es por lo que va a ser evaluado al final de su administración.

-Las Artes escénicas también está a la espera en cuanto a su Ley

-Los gobiernos hablan mucho de las industrias culturales y está bien, pero el Estado también debe preocuparse por las artes que no son industrias, como el teatro y la danza, sino el día del níspero vamos a lograr que la creatividad, la diversidad y el conocimiento sean base del desarrollo.

-¿Santiago a Mil es el regalón del Estado?

-Santiago a Mil no es un festival que haga el Ministerio de Cultura o la Intendencia de Santiago de manera directa. En otros países está repleto de festivales de gran tamaño. Conviven festivales, públicos, mixtos y privados. Pero en Chile, siento que nos enredamos y discutimos por un festival y no por el hecho de que sea el único festival de gran magnitud en Chile. Acá no sobra Santiago a Mil, falta la decisión política de promover festivales diversos y en todo Chile, falta meterle cabeza y plata a eso, construir teatros, meter el teatro en los programas escolares para que el público crezca y, sobre todo, se deselitice. En el fondo, me parece que se confunde la discusión por una gran política teatral para Chile con el cuestionar a un Festival que ha permitido diálogo internacional, visibilidad del teatro chileno y que rescató enero del desierto transformándolo en un gran momento para a cultura, pero que no puede ser confundido con la Política Pública del desarrollo teatral del país, que es la responsabilidad del Estado, que es lo que falta y que es lo que debemos demandar.

-Se dice que hay mucho cabrón en el medio cultural ¿Qué piensas?

-Hay cabrones en todas partes, pero la cabronez se combate con políticas públicas serias y legislación. Si hay un sistema que destina muy poca plata para el desarrollo del cine, el teatro o la literatura, no es raro que se repitan los mismos nombres y, casi siempre, eso no es responsabilidad de los nombres sino de una política, por lo menos, desfinanciada.

-¿Qué hay más, proyecto o consigna cultural?

-La cultura está repleta de consignas y nadie se quiere meter con esto porque se sienten presionados porque es mejor hacer un hospital o una escuela, y con eso se cierra el debate. Pero fíjate que todos quienes participamos en política hemos llamado a los amigos actores o actrices que tienen pantalla porque consideramos que son líderes de opinión para que den diferentes mensajes, y ahí está el hecho evidente que la pantalla es relevante y tiene una importancia muy clara que es parte de nuestro cotidiano, es parte importante de nuestras vidas, y el cine también. No nos falta capacidad, hay cosas interesantes y entretenidas. El asunto es que esta sociedad neoliberal tiene costos y a veces no salir del clóset político es cómodo porque muchas veces implica dejar de ganar plata. Pero cuando alguien decide ganar menos plata por una causa hay que sacarse el sombrero.

-¿De qué personaje político harías un monólogo del absurdo?

-¡Uf! Hay harto pero ahora he descubierto a unos personajes muy extraños que me llaman la atención como categoría que son los embajadores. Viven entre el honor y el exilio, es una especia de jubilación y a la vez premio. Nadie entiende bien si te quieren o te odian. Tienen algo decimonónico. Estoy pensando en escribir sobre este tema.

-Parafraseando a Humberto Eco, ¿Apocalíptico o integrado?

-No quiero casarme en uno y pondré otra imagen. Te diré que la esperanza se construye con altas dosis de indignación, y eso hay que tenerlo muy claro.

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