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La muerte de Piglia, el humanista y narrador más respetado de su generación Víctima de una enfermedad neurodegenerativa

La muerte de Piglia, el humanista y narrador más respetado de su generación

«Miro críticamente ciertas decisiones de mi vida que fueron tomadas en función del futuro de mi literatura», escribió en Los diarios de Emilio Renzi (2015). «Por ejemplo, vivir sin nada, sin propiedades, sin nada material que me ate y me obligue. Para mí elegir es desechar, dejar de lado. Ese tipo de vida define mi estilo, despojado, veloz. Hay que tratar de ser rápido y estar dispuesto a dejar todo y escapar”.


Ricardo Piglia (1941-2017), fallecido este viernes, era en la literatura argentina narrador más respetado de su generación, un magnifico escritor que seguía regalando en cada texto inédito o que republicaba – Princeton y Harvard fueron testigos de sus clases magistrales – conocimientos nuevos sobre las posibilidades de la literatura, y sus subterráneos cruces con la vida.

Fue, en definitiva, un gran humanista. Hace poco había decidido darse el gusto y hacer un libro que reunía, seleccionados por él mismo en una antología, lo mejor de su obra de ficción y ensayo, donde se filtraba esta voluntad de manera sistemática y en clave biográfica.

El libro se titulaba Antología Personal y condensaba relatos, ensayos, discursos, fragmentos de diarios, en una retrospectiva esencial de su obra y uno que otro texto inédito para el gusto de sus seguidores.

Lo dijo su compatriota y colega, Martín Caparrós: Piglia no era un escritor de moda que los jóvenes persigan copiar como Cesar Aira o Fabián Casas, sino autor para subrayar cada libro que publicaba, especialmente en no ficción.

Siempre fue deslumbrante en establecer relaciones críticas y hallazgos literarios con teorías económicas y sociales. Un escritor que politizaba – en el buen sentido del término – a sus lectores con sutileza didáctica y responsabilidad moral, y esto sin contar su acabada obra en el género policial, pues por eso y por otras cosas, Piglia era un autor de obligación para casi cualquier tipo de lector, en palabras del crítico literario Víctor Minué.

«Miro críticamente ciertas decisiones de mi vida que fueron tomadas en función del futuro de mi literatura», escribió en Los diarios de Emilio Renzi (2015). «Por ejemplo, vivir sin nada, sin propiedades, sin nada material que me ate y me obligue. Para mí elegir es desechar, dejar de lado. Ese tipo de vida define mi estilo, despojado, veloz. Hay que tratar de ser rápido y estar dispuesto a dejar todo y escapar”.

Lucidez crítica

Su obra fue prolífica y reconocida: publicó los volúmenes de cuentos La invasión (1967), premiado por Casa de las Américas; Nombre falso (1975), Prisión perpetua (1988) y Cuentos morales (1995); las novelas Respiración artificial (1980), La ciudad ausente (1992), Plata quemada (1997), Blanco nocturno (2010) y El camino de Ida (2013); y los ensayos Crítica y ficción (1986), Formas breves (1999) y El último lector (2005).

Fue distinguido con el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (Chile, 2005), el Premio de la Crítica (España, 2010), el Rómulo Gallegos (Venezuela, 2011), el Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas (Chile, 2013) y el Konex de Brillante (Argentina, 2014), entre otros.

Al recibir el José Donoso había dicho que se trataba de un premio «que tiene mucha proyección latinoamericana. Por lo mismo, estoy muy contento de compartir este honor con (José Emilio) Pacheco, Antonio Cisneros y otros grandes escritores que me precedieron. Me parece importante que la literatura sea protegida con este tipo de acontecimientos».

«En la obra original y promisoria de Ricardo Piglia, la invención literaria se reúne a la lucidez crítica. Su dominio de diversos géneros de relatos y de distintos registros de lenguaje le permite acercarse, con la precisión y el saber del ensayista, pero también con el arte y la imaginación del narrador, a la experiencia histórica argentina y latinoamericana», fueron entonces los argumentos esgrimidos por el jurado para privilegiar a Piglia por sobre los demás escritores nacionales y extranjeros que postulaban al premio.

Los 327 cuadernos

En 2015, un documental, 327 cuadernos (2015), también le rendía homenaje al autor residente en el barrio de Palermo de Buenos Aires. Su origen fue singular: cuando Piglia renunció a la Universidad de Princeton y regresó a Argentina después de años de vivir en el exterior, se reencontró con su diario íntimo compuesto por 327 cuadernos en los que registró más de medio siglo de vida. El destacado documentalista Andrés Di Tella lo acompañó en ese proceso.

El resultado fue un film que exploraba su intimidad vital, con momentos históricos y trascendentes de la historia rioplatense contemporánea: la Revolución Libertadora (1955, que condujo a su padre a la cárcel por defender al derrocado Juan Perón), el golpe de Estado de 1966 (la llamada Revolución Argentina), la muerte de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia (1967), y el regreso de Perón al país trasandino (1972).

Aquellas circunstancias colectivas eran contextualizadas, gracias a una excelente labor de montaje y de investigación periodística, con las coyunturas personalísimas del narrador: los desplazamientos de su familia, el amor juvenil por una prima, entre otros.

En su estreno comercial en Argentina, los medios elogiaron el documental. Y el diario Página 12, casi de forma premonitoria, apuntó: «retrata a Piglia como un chamán oficiando un elocuente ritual funerario que tiene algo del dolor, pero también la calma de las despedidas».

La enfermedad y la muerte

Piglia murió de una esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Esa enfermedad lo privó de lo que más quería: «Ya no puedo escribir», lamentó en una entrevista con el diario El País en agosto pasado.

Además, el escritor se debió enfrentar públicamente con Medicus, el servicio de medicina privada al que estaba afiliado, que se negaba a costear los medicamentos importados que necesitaba para mantener el tratamiento de su enfermedad. De hecho, este año una campaña de firmas en el sitio change.org logró reunir 42.000 firmas para obligar a Medicus a financiar un medicamento, cuyo valor rondaba los cien mil dólares.

Se trata de una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las células nerviosas del cerebro y de la médula espinal. Le había sido diagnosticada en septiembre de 2013.

«Es una gran pérdida, una tristeza, no sólo porque Ricardo Piglia fue un escritor que renovó la tradición literaria argentina –y quizás latinoamericana–, sino también porque fue un hombre generoso que aportó al mundo de las letras desde diferentes lados, enseñando, apoyando autores, editando y rescatando obras del anonimato y el olvido», señaló el editor y escritor chileno Galo Ghigliotto. «Escritores importantes hay muchos, pero Piglia fue un hombre de letras como pocos».

En 2015, al obtener el Premio Formentor, la enfermedad ya le había impedido recibir el galardón en persona. Fue Carlota Pedersen -su nieta- quien lo hizo, junto a su amigo y editor español Jorge Herralde, responsable de publicar Los diarios de Emilio Renzi que restan completarse, luego de la aparición en 2016 de Los años felices, con el tercer volumen titulado Un dí­a en la vida, que aparecerá este año.

«Nunca he podido estar en el lugar indicado o en el momento justo. O no llego, como en este caso», escribió esa vez en la carta de agradecimiento.

En su artículo de despedida, el diario trasandino La Nación escribió que sería «la literatura, esa ‘forma privada de la utopí­a’ siempre ‘un poco incómoda’, que Piglia habí­a definido en Prisión perpetua, la que definirá ahora, sin su mirada atenta pero con su legado a cuestas, hacia qué nuevas formas y lecturas se encamina su obra».

 

 

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