Publicidad
Cultura, ese viejo invento del gobierno Opinión

Cultura, ese viejo invento del gobierno

La cultura como dominio cultural se hace por algo, y para algo. Algo que va más allá de lo ministerial, es político. Sin embargo, no se hace de forma explícita y con discusión pública sincera, sino a partir del oportunismo sectorial, temático, que apela a la sensibilidad pública. De ahí el maniqueísmo reinante: a favor del ministerio o en contra… progresista o facho.


Este 2017 se cumplen 33 años de la publicación de una columna del escritor español Rafael Sánchez Ferlosio titulada “Cultura, ese invento del gobierno”. Chile vive hoy una situación análoga a la que alarmó a Sánchez y que vale la pena recordar en una cita: “El Gobierno socialista, tal vez por una obsesión mecánica y cegata de diferenciarse lo más posible de los nazis, parece haber adoptado la política cultural que, en la rudeza de su ineptitud, se le antoja la más opuesta a la definida por la célebre frase de Goebbels. En efecto, si éste dijo aquello de «Cada vez que oigo la palabra cultura amartillo la pistola», los socialistas actúan como si dijeran: “En cuanto oigo la palabra cultura extiendo un cheque en blanco al portador” (El País, 22 de noviembre de 1984).

Quizás, en Chile, este mismo argumento podría haberse planteado en 2003, aunque no se dio, cuando se crea el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, como una segunda fase de aquella iniciativa surgida al amparo del MINEDUC a inicios de los noventa. 2017 será para Chile –al parecer– el año en que se crea el “Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio”, por votación unánime del Senado de la República. Esto, a pesar que la honorable Comisión de Educación y Cultura fue testigo de no pocos argumentos de especialistas, asociaciones de funcionarios y académicos que plantearon las falencias, contradicciones y asimetrías que el diseño de ministerio contiene.

No niego la posibilidad de un ministerio de cultura, pero si se lee atentamente este proyecto queda claro que se trata, más que nada, de una máquina de operación política e instrumental de lo que Sánchez describe como un invento del gobierno para el gobierno. Velar para que existiesen herramientas de corrección de este factor histórico asociado a todo ministerio de cultura era responsabilidad de los legisladores. Sin embargo, hoy sabemos que quizás pase sin mayores observaciones, para gloria del gobierno de la Nueva Mayoría. Pero sobre todo para el provecho del gobierno que venga. Esa es quizás la pregunta que queda por hacer: ¿dejarías usted que un gobierno de otra línea política que la suya implemente este proyecto de ministerio?

Estamos ante un diseño inmaduro e impreciso, el que, como es obvio, oculta su principio más gravitante: el poder del dinero como eje de la política cultural. El poder de incidir a nivel nacional bajo, ahora sí, una entidad única que los plurales del nombre del ministerio evita reflejar. La cultura como dominio cultural se hace por algo, y para algo. Algo que va más allá de lo ministerial, es político. Sin embargo, no se hace de forma explícita y con discusión pública sincera, sino a partir del oportunismo sectorial, temático, que apela a la sensibilidad pública. De ahí el maniqueísmo reinante: a favor del ministerio o en contra… progresista o facho. Sin embargo, no creo imposible aspirar a un ministerio más “neutral”, exento de estos sesgos, con una administración que, por lo mismo, sea una estructura eficiente al servicio de los ciudadanos y las comunidades, entendidas en su dinamismo y equilibrio. Aspirando así a una homeostasis cultural que considere la vertiginosa tendencia utilitarista de los recursos que el Estado destinará a la cultura.

En estos días, coincidentemente, la presidenta de la República ha anunciado la creación de un Ministerio de la Ciencia y la Tecnología. Antigua aspiración, que no me cabe duda se hace pública una vez que el mismo gobierno que diseñó el de Cultura, dio con la fórmula para que también la ciencia sea una invención del gobierno, dónde el futuro ministerio sea la referencia principal de una cultura estatal que poco tiene que ver con la cultura y la ciencia.

Pablo Chiuminatto
Académico
Pontificia Universidad Católica de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias