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Libro “Cucarachas y otros cuentos”: La monstruosa, torcida y ominosa realidad CULTURA

Libro “Cucarachas y otros cuentos”: La monstruosa, torcida y ominosa realidad


“Yo quería gritar tu nombre, Gregorio, pero desconocí el alfabeto de los solitarios. Venía de gorjear desesperanzas cuando te vi a mi lado, sombra y espejo. Gregorio, te presentaste, y yo oí mi propio graznido que condenaba el peligro a otro peligro más dulce y más rojo, como una llamarada en vuelo. De esto, hace mucho tiempo. He olvidado y he vuelto a recordar; me extendiste la mano flaca, sonriendo, y en mi mente los cuchillos picoteaban mi deseo”, Lilian Elphick.

Tardes oscuras, nubes negras, y muchos bichos. “Cucarachas y otros cuentos” (La Maceta Ediciones, 2018) de Andrés Torres Meza (Santiago, 1977) es un libro en formato plaquette que construye una atmósfera implacable, cruda, donde los personajes, rotos y vulnerables, se enfrentan a un mundo que les parece del todo peligroso, violento, sucio, lleno de perversidades.

No hay zona de confort, todo parece un vaivén donde no es posible asirse. Ni la religión con sus siervos de Dios y sus crucifijos puede ofrecer amparo o respuesta. Ni la infancia, como un espacio otrora apacible y maravilloso, puede protegernos de los impulsos y la malignidad. Ni el cielo, ni la tierra. Ni menos la familia.

“Mi madre leyó emocionada:

“Id y evangelizar a todas las criaturas”.

¿Qué significa?

Que diosito está muy contento de que tú vengas a estudiar a su hogar.

Mientras intentaba comprender lo dicho por mi madre, me descubrí delante de aquel ser enteramente vestido de negro. La monja me sonreía. Su mano blanca y huesuda salió de su hábito posándose sobre mi cabeza. Di un salto hacia atrás” (Cuento “El sueño de Mamá”, pág. 19).

“Fue en aquel momento, en que sor Brígida se abalanzó rápido como una bestia sobre mí, tirando con furia una de mis orejas, arrojándome al suelo. Algunos de mis compañeros se echaron a llorar aterrorizados, pero al ver cómo crecía en mis pantalones una mancha de orina y mierda, comenzaron a reír.

Sor Brígida, aún con mi oreja en sus manos (serían años que pasaría castigándola, hasta que un día, la desgarraría haciéndome perder parte de la audición), me obligó a ponerme de pie.

Si le cuentas a tus padres, les sucederá lo mismo a tus compañeros. A mí y a Dios nada se nos escapa –me dijo exhibiéndome como un trofeo al curso” (Cuento “El sueño de Mamá”, pág 24).

“– ¡Mamá! –grité.

–Silencio –mi madre miraba fijo la televisión.

Miré la pantalla. El militar, el mismo que colgaba al lado de la cruz en la sala de clases, ejecutaba la frase:

–Y serán castigados con la mayor dureza posible.

La orina y la mierda corrieron por mis piernas, mientras los gusanos blancos, casi transparentes, caían a granel de entre mis manos, reventando contra el suelo, liberando pequeñas moscas negras que elevaron el vuelo dentro de nuestra casa, apropiándose de ella” (Cuento “El sueño de Mamá”, pág 25).

Escritor Andrés Torres Meza

Con un lenguaje preciso y certero y una narración trepidante, Torres Meza, en menos de 50 páginas y en un conjunto de solo tres cuentos, se atreve a abordar sin aspavientos aquellas zonas oscuras en que transcurre la realidad. Incesto, crueldad, violencia, asco. Primos que descargan, compulsivos, su libido y que desgarran de sopetón la inocencia. Monjas terroríficas y autoritarias que imparten orden y educación, bajo dictadura, sobre la base del miedo y el castigo. Bichos eufóricos que acosan a un hombre alcohólico y maltratador. Todo esto sumado a un entorno ominoso, amenazante, casi sobrenatural.

“En aquel instante, entró mi primo a la habitación. Al verme tirado con los calzoncillos en las rodillas y con mi pequeño pene arrugado, chorreando mongólico un hilillo de baba, se acercó a mirar a su hermana. Sacó un trozo de papel higiénico de su pantalón y le limpió el rostro. Caminó hacia la ventana, olió el papel y miró la luna. Me dijo:

-La luna no es un satélite…es un agujero abierto en el cielo. Y la luz que se ve es la luz que se filtra desde el mundo de más allá.

Arrugó el papel lanzándolo por la ventana, una corriente de aire lo impulso hasta perderse en la oscuridad de la noche” (Cuento “Primos”, pág. 10).

“El vaso se estrella contra mi frente, reventando en mil pedazos de vidrios y cucarachas. Rápido me lo guardo y salto sobre mi mujer, rodeo su cuello con mis dedos y apretó con una fuera que incluso para mí es desconocida. Mi mujer llora y grita. Todas las cosas dentro de la casa gritan junto a ella: las paredes se arrugan y piden ayuda, los muebles sufren ataques epilépticos y piden ayuda, los floreros se trisan y piden ayuda, la casa entera se comprime y pide ayuda, mientras las malditas cucarachas se reúnen en las esquinas de las paredes alentándonos para que nos masacremos de una buena vez” (Cuento “Cucarachas”, pág. 32).

Hay mucha animalidad, zoología, en los cuentos de Torres Meza. Mejor dicho, hay un carácter bestial, extático, monstruoso, en que nos reconocemos. Abundan las comparaciones. Los gusanos tanteando ciegamente en medio de la habitación. El bullicio de miles de voces parecido al zumbido producido por un panel de abejas. El enjambre de moscas que chupaban las yagas de las rodillas, las manos. Gorriones muertos y en estado de putrefacción. Cucarachas y más cucarachas. Casi como un homenaje a Kafka, “Cucarachas y otros cuentos” no prescinde, del sin sentido, del humor ácido. Al contrario, se sumerge en las profundidades más viscerales de una humanidad fracturada e indolente, donde casi ya no queda rastro de empatía ni redención.

Saludables son este tipo de escrituras inquietantes, que rompen la asepsia, el preciosismo, el buen gusto, el rodeo de palabras; que recusan aquella literatura intranscendente que declara decir aquello que no dice, donde nada realmente ocurre o importa. El libro de Torres Meza, en definitiva, no hace más que develar la naturaleza violenta, bestial, de nuestros tiempos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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