El escándalo que siguió al movimiento político que gobernó la Argentina durante doce años, liderado por Kirchner y su esposa y sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, también dio un respiro a Macri, que debe hacer frente a una inflación galopante y un crecimiento vacilante mientras trata de hacer aprobar medidas económicas de austeridad a siete meses de iniciado su gobierno.
La semana pasada, cuando a un hombre lo sorprendieron arrojando bolsas de dinero sobre la pared de un monasterio de una apacible ciudad de las afueras de Buenos Aires, el presidente Mauricio Macri se vio beneficiado más que las monjas.
El hombre resultó ser el ex secretario de Obras Públicas José López, segundo del Ministerio de Planeamiento por más de una década y estrecho colaborador del difunto presidente Néstor Kirchner. Las bolsas contenían más de US$9 millones, además de euros, yenes japoneses e incluso riales qataríes. La policía también se incautó de un rifle de asalto Sig Sauer y varios relojes.
El escándalo que siguió sacudió al movimiento político que gobernó la Argentina durante doce años, liderado por Kirchner y su esposa y sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, del partido peronista. También dio un respiro a Macri, que debe hacer frente a una inflación galopante y un crecimiento vacilante mientras trata de hacer aprobar medidas económicas de austeridad a siete meses de iniciado su gobierno.
El presidente rápidamente calificó el hecho de “episodio bochornoso” y agregó que desacreditaba la vieja manera de hacer política en la Argentina –alusión a Cristina Fernández y Néstor Kirchner-. El electorado había elegido un nuevo camino cuando votó por él, señaló Macri.
“Afortunadamente, los argentinos hemos decidido cambiar”, dijo Macri el jueves pasado. “Creemos que la política tiene que ser conducida por servidores públicos con vocación de dar y construir”.
Macri ganó una elección muy reñida en noviembre al derrotar al candidato de Fernández, Daniel Scioli, prometiendo erradicar la corrupción y revocar políticas proteccionistas como los controles cambiarios y los límites a la importación y la exportación. También devaluó el peso y eliminó los subsidios a la energía y el transporte, al tiempo que el banco central aplicaba una política monetaria más restrictiva. La gente está empezando a estar más apretada de dinero por la inflación.
Los precios al consumidor subieron 40,5 por ciento en los doce meses que terminaron a fin de abril después que el gobierno eliminó los subsidios al gas y la electricidad para los habitantes de Buenos Aires, según el índice de precios al consumidor de la ciudad.
Sin embargo, mientras el miércoles pasado el instituto de estadística anunciaba una inflación mensual del 4,2 por ciento para mayo, primeros resultados de un índice nacional actualizado después de un paréntesis de seis meses, todas las cámaras enfocaban a un López aturdido, esposado y vestido con un chaleco antibalas y casco. Era escoltado por una unidad SWAT a una consulta con un psicólogo porque aparentemente sufría alucinaciones.
La caída de López favorece la imagen del gobierno de Macri, que busca presentarse como una alternativa seria después de los gobiernos de Fernández y Néstor Kirchner, dijo Ricardo Rouvier, director de la encuestadora Ricardo Rouvier & Asociados.
“Cambia el foco de la atención pública hacia este hecho increíble”, señaló Rouvier. Eso “da cierto alivio al gobierno en un momento en que hay creciente preocupación por la situación social y económica”.
