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Lula asumió la presidencia prometiendo fidelidad a su origen

El nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, declaró en su emotivo discurso que la «misión» de su vida estará «cumplida» si al final de su mandato «cada brasileño puede desayunar, almorzar y cenar cada día».


Con una promesa de fidelidad a su humilde cuna y la esperanza de cambio que en él depositaron más de 50 millones de votantes, Luiz Inácio Lula da Silva se convirtió ayer en el trigésimo noveno presidente de la República Federativa de Brasil.



Lula juró ante el pleno del Congreso en una ceremonia con un fuerte contenido emocional y asistida por delegaciones de 118 países.



Como ya es habitual en este tornero de 57 años que apenas pudo estudiar hasta el quinto grado de primaria, las lágrimas saltaron de sus ojos durante varios momentos de su discurso.



Lloró cuando recordó su origen y reafirmó su compromiso con los más pobres, y también cuando declaró que la «misión» de su vida estará «cumplida» si al final de su mandato, el uno de enero de 2007, «cada brasileño puede desayunar, almorzar y cenar cada día».



En Brasil «se votó por un cambio y cambio será la palabra clave» en su gobierno, afirmó en su primer pronunciamiento como jefe de Estado.



Los primeros 10 minutos de su discurso,que duró tres cuartos de hora, los dedicó al hambre que, según distintas fuentes, azota a entre 25 y 50 millones de brasileños.



Recordó la miseria de la región en que nació y de la que huyó junto a su madre y hermanos para «no morir de hambre» y convocó a todos los sectores del país a encarar una «auténtica cruzada contra ese flagelo».



«En un país con tanta tierra fértil no debería hablarse de hambre pero muchos en Brasil sobreviven milagrosamente, cuando no mueren de miseria y desencanto buscando un pedazo de pan», dijo.



Lagos en el palco



También reiteró que el fortalecimiento del Mercosur, la unidad de Sudamérica y América Latina toda serán las principales prioridades de Brasil en los próximos cuatro años.



Lo escuchaba el presidente Ricardo Lagos, acompañado de los jefes de Estado de Argentina, Eduardo Duhalde, Bolivia, Gonzalo Sánchez de Losada, Cuba, Fidel Castro, Uruguay, Jorge Battle, Perú, Alejandro Toledo, y Venezuela, Hugo Chávez.



También los presidentes de Portugal, Jorge Sampaio, de Sudáfrica, Thabo Mbeki, y los primeros ministros de Suecia, Goran Persson, de Serbia, Zoran Djindjic, así como el Príncipe Felipe de Borbón, en representación de España.



En nombre de Estados Unidos asistieron el responsable de Comercio Exterior, Robert Zoellick, y el representante de la Casa Blanca para América Latina, John Maisto.



Ante ellos, reiteró que el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovida por los Estados Unidos y que deberá entrar en vigor en el 2005, deberá favorecer «los intereses de todos», pues de otro modo «no le servirá a nadie».



Abogó por «democratizar» las relaciones internacionales y anunció una «lucha contra el proteccionismo y a favor de la eliminación de las barreras comerciales y los escandalosos subsidios agrícolas» que conceden los países desarrollados, pues constituyen «injustificables obstáculos» para el progreso de los países más pobres.



Descapotable



Su recorrido hasta el Congreso comenzó en la Granja do Torto, la residencia que ocupó hasta hoy en Brasilia, y fue obstaculizado por numerosos simpatizantes que esperaron durante horas para saludarle.



En el trayecto, la caravana oficial fue seguida de cerca por decenas de vehículos tocando sus bocinas, y aclamada por miles de personas que se apiñaron al costado de la carretera.



Frente a la Catedral de la ciudad proyectada por el arquitecto Oscar Niemeyer, Lula se encontró con su vicepresidente, José Alencar, y cambió su automóvil por un Rolls Royce modelo Silver Wraith descubierto que en 1953 fue donado a Brasil por el Reino Unido.



Bajo una tenue llovizna, Lula y Alencar saludaron en pie a una multitud que distintas fuentes calcularon entre 300.000 y 400.000 personas, en su mayoría llegadas de los más distantes puntos de Brasil y vestidas con el color rojo que identifica al Partido de los Trabajadores (PT), que el flamante presidente fundó en 1980.



Según resumió en su discurso de investidura, hoy se Brasil se ha comenzado a cumplir «el sueño muchas generaciones» y será recordado como el día del «reencuentro» del país «consigo mismo».



EFE

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