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La crisis iraquí y el comienzo de una guerra sin final

Más allá de las inconsistencias, contradicciones y ocultamiento de los hechos, la invasión y posterior ocupación de Irak plantea el final de una era en las relaciones internacionales y el nacimiento de un período en que imperará el derrumbe de la confianza y la previsibilidad de las políticas nacionales de los países más poderosos.


El tema de la ocupación e Irak, que aún no tiene fecha de término, presenta un cuadro aberrante. Las numerosas inconsistencias y situaciones inexplicables se prolongan en el tiempo y parecen interminables. Estamos casi a un año de la resolución del Consejo de Seguridad dela ONU No1441, del 8 de noviembre del 2002, que reinició el proceso de inspección de armas en Irak, suspendido desde 1998. Por lo sucedido, se observa -ahora con más nitidez- que la resolución permitió al menos en parte el devenir de los acontecimientos. EE.UU. y el Reino Unido habían tomado la decisión de invadir y ocupar Irak un año antes, con o sin inspecciones de armas. Las armas no aparecen y su eventual implantación encuentra múltiples escollos.



Lo de Irak invita a comparaciones. Como que el mundo está frente a otro Viet Nam u otra guerra en la península de las dos Coreas. También se recurre a los casos de Kosovo o Timor Oriental. Pero los tiempos y las circunstancias son diferentes. Irak es Irak en 2003. El espectáculo que observamos es el de una potencia que manifiesta un claro diseño estratégico de ocupación gradual de espacios (países) con vacíos institucionales. A juzgar por la "hoja de ruta" la expansión se hace incontenible y el sistema internacional de naciones, que ayudó al derrumbe de la ex URSS, no puede contener a la alianza EE.UU.- Reino Unido y un grupo de naciones voluntarias para imponer una nueva doctrina de seguridad global.



Los partidarios de la invasión afirman que se lleva a cabo un plan cuyos objetivos principales ya se están cumpliendo. Argumentan que la población Iraquí goza más libertades y que se está construyendo su democracia. Para los que consideran aberrante en esta operación, lo que surge de la información disponible, es oscuro y hasta siniestro. Pero los que la justifican sostienen que el fraude en la información sobre la existencia de armas de destrucción masiva y respecto de la violación de los derechos humanos de los iraquíes que resisten la ocupación, son elementos que forman parte del plan.



Los que apoyan la ocupación sólo atienden al cumplimiento de sus objetivos, todo el resto de la argumentación, es secundaria. O sea, como me dijo un observador pro invasión en la zona del conflicto, los procedimientos, los límites éticos, el cumplimiento del derecho internacional, "todo análisis a la luz de los hechos es inútil. El ejercicio intelectual teórico sobre la paz y la soberanía no sirve, porque el mapa en la lucha antiterrorista está trazado".



La estampa de la información homogénea



Bajo este prisma toda crítica a los métodos usados es injustificada, y la administración estadounidense debe continuar con su inalterable postura de desconocer que la resistencia a la ocupación es genuina.



A la luz de las últimas investigaciones efectuadas por el Senado de EE.UU. -y la investigación de la Comisión Hutton sobre el Caso David Kelly en el Reino Unido- los dos argumentos centrales para invadir Irak: armas de destrucción masiva en condiciones de ser usadas y los lazos del régimen de Sadam Hussain con las redes terroristas de los atentados del 11 de septiembre, forman parte de un oscuro y cuestionado dossier.



Al mismo tiempo la prensa mundial, preocupada por las consecuencias de una ocupación prolongada, principalmente el Daily Telegraph, Los Angeles Times, New York Times, The Guardian, Le Monde y El País, presentan una visión homogénea y distante. No aseguran que las armas existieran, pero dejan la puerta abierta a que podrían existir. Con sorpresa se constata que ningún medio siquiera aventura que las armas podrían haber sido implantadas por las tropas de EE.UU. al comienzo de la invasión o durante la ocupación.



La homogeneización de la prensa de alcance mundial, con pocas excepciones -como The Guardian, New York Times y la BBC, estuvo orientada a justificar la invasión. La sensación entonces, y hoy que miles de visas para periodistas esperan su aprobación para entrar a Irak, es de que a Occidente llega un nuevo Gulag con nítido control informativo.



La idea de la implantación de las armas de destrucción masiva fue divulgada, por primera vez en un medio chileno, en El Mostrador el 5 de febrero pasado. Durante toda la primera semana de dicho mes, la mayoría de medios consultados en la zona del Golfo desconocía esta información. Ese mismo día 5, un personero de la Embajada del Reino Unido en Chile le preguntaba a un directivo de, diario sobre el origen de la misma.



El Gulag se expandía y recalaba en su peor expresión con la muerte de Dr. David Kelly, en un escenario de controversias ya conocido. Sin embargo, el General Tommy Franks -que comandó la invasión- en la Revista TIME de la primera semana de marzo de 2003 señalaba en un reportaje que "una vez finalizada la guerra debía iniciarse el proceso de inspección de armas y hacer todo lo posible para evitar que se sospechara de una implantación". Por cierto, la posibilidad de la entrada de laboratorios y arsenales móviles desde Turquía, Jordania, y Kuwait, era una información que se manejaba en la zona antes del fin de la guerra, pero los medios -al no tener pruebas- optaron por callarla. No obstante, la información sobre la implantación de armas era vox pópuli tanto en Irak como en Jordania, Siria, Líbano y otros países.



La parte visible del iceberg y el nuevo gulag



Existe una inmensa masa de información que, sin embargo, no lo dice todo. Por otra parte el análisis es avasallado permanentemente por los acontecimientos. No hay espacio para las hipótesis, como si la cultura milenaria de Mesopotamia desafiara la lógica mecánica de occidente. Observamos un proceso -desde las inspecciones de armas, hasta las últimas manifestaciones de resistencia a la ocupación- como si fuera un cuerpo desmembrado o un puzzle con defectos de fábrica. Por mucho peso que tenga el argumento de ser el petróleo el objetivo central de la operación, los procedimientos, la aceleración en las acciones, el alto grado de improvisación y la incertidumbre generada, conforman un escenario apocalíptico, por más que los paladines de la ultramodernidad en política eviten el término.



Con Irak se instala un modo de intervención en el que empieza a operar con más claridad el eje de poder y de alianzas entre los consorcios de armamentos, de la energía y de los medios. Unificados y retroalimentándose en pos de un objetivo común: dominar una zona que permita los pasos siguientes de la expansión. El petróleo se convirtió definitivamente en el componente central de la doctrina de seguridad planteada por los asesores de Jimmy Carter en 1974. (John Cassidy, New Yorker, 21 de julio de 2003).



Al preguntarle a un encargado de la oficina de prensa de uno de los países que participan en la ocupación "si lo de Irak no le parecía misterioso y siniestro"; me respondió con frialdad: "Para nosotros todo es muy claro, los objetivos se han cumplido, el misterio lo ven sólo los que están contra la invasión".



A partir de esta premisa básica -un diseño de invasión y el derrocamiento de un régimen, injustificables hasta el momento- Irak refleja la descomposición de las relaciones internacionales, la ruptura del estado del derecho internacional y -el tema que subyace y que permea en el accionar de los actores tanto internos como externos con intereses en ese país: el derrumbe de las bases de confianza propias de las relaciones interestatales.



Debido al inmenso poderío de los medios que acompañan estos sucesos, la información que recibimos sobre los hechos en el Irak es homogeneizada y fragmentada y su matriz esencial posee un profundo sentido ideológico. Se ha generado un círculo vicioso de plataformas de confianzas destruidas que se palpan, y es como la generación de un nuevo gulag. Miles de trabajadores de medios no han tenido acceso al Irak antes de la invasión, durante la guerra y en tiempos de la ocupación. Todo es una demostración de que se desean ocultar muchos acontecimientos. Es notable que en el período donde más posibilidades existen para conocer con un grado de certeza un suceso de proporciones mundiales -como lo de Irak-, es cuando menos se ha podido acceder a la zona de los hechos, y cuando más dificultades han existido para informar.





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