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Atom Egoyan: «Fueron las escenas más difíciles que me ha tocado filmar»

Preocupado por la negativa de los gobiernos turcos a reconocer la veracidad del genocidio perpetrado a comienzos del siglo XX en contra del pueblo armenio, Egoyan incursiona en su último desafío cinematográfico: Ararat. »La idea era reflejar cómo el genocidio afectó a cuatro generaciones desde 1915», aseguró el realizador.


Nacido en El Cairo, de origen armenio y de nacionalidad canadiense, el realizador Atom Egoyan se ha perfilado (junto a David Cronenberg) como uno de los cineastas más interesantes y creativos de su país, asumiendo como desafío constante, retratar realidades y seres humanos sumidos en su más profunda intimidad.



En este sentido y preocupado por la histórica negativa de los sucesivos gobiernos turcos sobre la veracidad del genocidio perpetrado en 1915 en contra del pueblo armenio, Egoyan incursiona en su último desafío cinematográfico Ararat, sobre los trágicos acontecimientos ocurridos a comienzos del siglo XX, que provocaron la muerte de cerca de un millón y medio de personas.



El filme (que se estrena este jueves en nuestro país) cuenta la historia de un joven llamado Raffi, quién vuelve a Canadá con latas de película de 35 mm, algunos vídeos digitales y un secreto. Durante el control aduanero, un funcionario, David, siente curiosidad por descubrir lo que esconde Raffi, el que declara que sólo lleva material extra para una película que se está rodando en Toronto.



David sospecha que miente y el interrogatorio se convierte en un auténtico examen psicológico que revela fragmentos de sus respectivas historias personales.



"La película es acerca de la importancia del que cuenta, y la responsabilidad del que escucha. La historia muchas veces es el producto del deseo de acomodar varias versiones del mismo evento. La versión de Raffi, como nieto de un sobreviviente, es algo que el mismo tiene que definir, y lo hace junto con el encargado de aduanas", señala su realizador, Atom Egoyan.



Para el cineasta de origen armenio, Ararat está diseñada para reflexionar y meditar desde el punto de vista del shock que produce una historia tan cruel como real. "Fueron las escenas más difíciles que me ha tocado filmar, puesto que he tenido esas imágenes toda mi vida. Fueron muy duros de imaginar, y aun más duros de filmar, considerando además que todos los actores eran armenios", asegura el cineasta.



– ¿Qué le parece que por décadas los sucesivos gobiernos turcos nieguen el hecho?
– Es una actitud sumamente cínica y cruel. La única razón que ha permitido a los turcos negar la verdad del genocidio es que Occidente se los ha tolerado. La negación del genocidio ha sido un asunto determinante en mi vida. Siempre pensé que haría una película sobre el evento.



– ¿Qué aspectos se tomaron en cuenta para construir el guión?
– Sabía que el principal enfoque de la película tenía que ser en torno a una historia sobre la negación y cómo se creó un trauma transmitido de generación en generación.



– Ararat está narrada con un esquema poco convencional, que parte de las reflexiones de un muchacho. ¿Por qué se optó por este modelo?
– Tenía que mostrar lo que pasó, por qué pasó, y por qué se negó. La idea era reflejar cómo el genocidio afectó a cuatro generaciones desde 1915, culminando en el personaje de Raffi, quien necesitaba contar su historia a una persona totalmente ajena.



– ¿Qué buscó al integrar un filme dentro de otro, es decir, ingresar la filmación y estreno de Ararat, dentro de la película?
– La película que el director está haciendo dentro de la cinta es la película tradicional que todos esperan ver. Es importante mostrar las limitaciones de esa representación clásica cuando se trata de un pedazo de historia que no ha sido solucionado.



– ¿Qué se buscó con basar el filme en la relación de Raffi y el empleado del control aduanero?
– La película es acerca de la importancia del que cuenta la historia y la responsabilidad del que la escucha. La historia muchas veces es el producto del deseo de acomodar varias versiones del mismo evento. La versión de Raffi, como nieto de un sobreviviente, es algo que él mismo tiene que definir y lo hace junto con el encargado de aduanas.



– ¿Cree que Ararat genera reflexión?
– Desde luego, en absoluto. Está diseñada para que la gente medite. De hecho, no creo que la película funcione si el espectador no está preparado a ser inquisitivo y reflexivo en torno a los hechos.



– ¿Qué tan difícil fue reconstruir la historia, tomando en cuenta que en la película aparecen extractos del genocidio?
– Fueron las escenas más difíciles que me ha tocado filmar, puesto que he tenido esas imágenes toda mi vida. Fueron muy duros de imaginar, y aún más duros de filmar, considerando, además, que todos los actores eran armenios.



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