Publicidad

Greenpeace pide US$ 14.000 millones para salvar ‘pulmones’ del planeta

«Es imprescindible que se utilice la oportunidad que ofrece Bali para incluir el mantenimiento de las selvas en las discusiones sobre el cambio climático y entre las soluciones para afrontarlo», dijo el brasileño Paolo Adario, coordinador de la organización ecologista en el Amazonas.


Greenpeace presentó este martes en Bali un mecanismo para frenar la desaparición de selvas tropicales y pidió la creación de un fondo de 14.000 millones de dólares (unos 9.550 millones de euros) para preservar el Amazonas y otros «pulmones» del planeta.



«Es imprescindible que se utilice la oportunidad que ofrece Bali para incluir el mantenimiento de las selvas en las discusiones sobre el cambio climático y entre las soluciones para afrontarlo», dijo el brasileño Paolo Adario, coordinador de la organización ecologista en el Amazonas.



Adario explicó que el grupo presentó en la conferencia del ONU sobre el cambio climático «un mecanismo de reducción de emisiones de carbono por deforestación tropical que pide la creación de un fondo para financiar la preservación de la foresta».



«Sin dinero no hay bosques y no hay futuro», explicó, al añadir que «el Gobierno regional del Amazonas ya ha mostrado que tiene voluntad política para frenar la deforestación y los Gobiernos de todo el mundo en Bali tienen que hacer lo propio».



Para Adario, los mecanismos de venta de derechos de emisión de carbono puestos en marcha por Kioto son insuficientes e ineficaces: «las emisiones no cambian, siguen sin reducirse, ya que muchas veces a las grandes empresas les sale mucho más barato comprar un área de bosque que reducir sus emisiones».



Greenpeace considera imprescindible establecer un mecanismo que permita la protección de los bosques y que «no pueda ser utilizado por las grandes compañías para incumplir su obligación de reducir sus emisiones».



Por eso, propone la creación de metas nacionales de reducción de deforestación y de un fondo internacional que, según sus cálculos, podría captar hasta 14.000 millones de dólares (unos 9.550 millones de euros) para los países que asuman y cumplan compromisos concretos de reducción de deforestación.



Del total de emisiones de carbono a la atmósfera se calcula que el 20 por ciento proceden de la pérdida de selvas tropicales.



«Sin dinero las selvas seguirán siendo destruidas», dijo Adario, al resaltar que las tropicales, todas situadas en países pobres o en vías de desarrollo, son las más dañadas y las que tienen mayor impacto sobre el clima.



«No es justo esperar que países que tienen muy pocos recursos económicos puedan preservar sus bosques. Es necesario que la comunidad internacional ponga recursos sobre la mesa para que esos países puedan proteger sus bosques de forma eficaz y al mismo tiempo ayudar al clima y proteger la biodiversidad y a las comunidades indígenas locales», añadió.



Brasil, con 400 millones de hectáreas de Amazonas, es el país del mundo que cuenta con la mayor extensión de selva, pero también es el cuarto del mundo en emisiones de gases invernadero.



«El 75 por ciento de las emisiones brasileñas proceden de la deforestación», indicó Adario, para quien «la contribución que debe hacer Brasil para ayudar al mundo a resolver el cambio climático es muy clara: deforestación cero».



Recientemente Greenpeace presentó un plan al Gobierno brasileño para frenar totalmente la deforestación en siete años, lo que, según Adario «puede hacerse, sólo necesita voluntad política».



«Brasil continua diciendo que los países ricos son los grandes responsables históricos del cambio climático, pero también nosotros tenemos nuestra cuota de responsabilidad y debemos hacer nuestros deberes», sentenció Adario.



Según los datos de Greenpeace, la Amazonía brasileña ha perdido en los últimos 40 años un 17 por ciento de su extensión, lo que equivale a un territorio más grande que Francia.



El promedio de pérdida de bosques se acerca en Brasil a los 20.000 kilómetros cuadrados al año, aunque ha disminuido consecutivamente en los tres últimos.



Greenpeace, presente en el Amazonas desde 1997, trabaja con las comunidades locales, de las que recoge información de primera mano sobre lo que pasa en la selva, pero también con el Gobierno, además de vigilar periódicamente la destrucción de la foresta por satélite y con un avión con el que sobrevuela las enormes extensiones verdes en peligro.



EFE

Publicidad

Tendencias