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Fin de la ocupación en Irak o cambio de giro en el expansionismo de la alianza transatlántica

El presidente Barack Obama el 28 de febrero en Campo Lajeune en Carolina del Norte, EEUU, señaló que «el 31 de agosto de 2010 terminaba la misión de combate en Irak». El plan de retiro gradual contempla la mantención de un «remanente o residuo» de 35 mil a 50 mil soldados para capacitar, asesorar el ejército Iraquí y proteger personal estadounidense, hasta el retiro definitivo a fines de 2011.


Frente a una audiencia de soldados y autoridades,  el anuncio sucede después de una confrontación de seis años, que lleva 4.250 soldados estadounidenses muertos, cerca de cien mil pérdidas civiles (Irak Body Count, 2009) y 657 mil millones de dólares gastados e invertidos, sin conocer aún qué parte de estas dos variables consume a la otra. De acuerdo a la revista The Lancet, más de 600 mil civiles -principalmente iraquíes-  han muerto por causa de la invasión y ocupación, e inclusive el grupo investigativo independiente Opinion Research Business, a partir de un estudio de muestras de familias, sostiene que la guerra ha provocado más de 1 millón de muertes civiles.

Todavía no está claro si el retiro se debe a razones de gasto, prestigio internacional y relaciones con el mundo islámico, o que simplemente desde el corazón del análisis estratégico en EEUU se llegó a la conclusión que mantener una fuerza de combate de cerca de 150 mil soldados en el Golfo Pérsico no tenía la significación estratégica anticipada por los planificadores de la invasión en la administración anterior. Pueden ser todas esas razones juntas, pero lo que sí está claro es que EEUU con la fuerza residual o remanente en Irak, deja la puerta a abierta hasta el retiro definitivo de Irak a fines de 2011, y en este período el cambio de escenarios es más que una probabilidad.

Con el discurso no quedaba claro completamente si es un plan para acabar con una guerra o un tipo de conflicto bélico, que fue desde el comienzo definido arbitrariamente.

Para todos los propósitos, sin entrar en la disquisición de lo qué es cada cosa, la administración del ex presidente George W. Bush determinó que la ocupación se consolidaría con una guerra en contra de la resistencia a la ocupación.

Esta parte del debate de qué es lo que finalmente ocurrió está abierto. Porque a pesar de existir una guerra, se montaron en Irak sucesivos gobiernos democráticos en parte, para justificar lo que en efecto es una ocupación con guerra. La narración histórica podrá decir después que se impuso una democracia con una guerra, a partir de una ocupación.

Independiente de la gradualidad del retiro de las tropas y su significado político, la ocasión reabre la posibilidad de un debate internacional serio y de verdad sobre la invasión/ocupación de Irak. Un debate que se inició antes de la invasión, pero que a medida que avanzaba la ocupación y Naciones Unidas la legitimaba, se esfumó completamente.

Ese debate consiste en abordar los requisitos del argumento del nuevo orden mundial y sus temas centrales, a partir del fin de la bipolaridad en 1991: a) Cómo se administran los equilibrios internacionales; b) Cómo se maneja la contradicción entre supremacía de potencias y los factores que contribuyen a la paz;  c) En qué consiste o cómo se determina la democracia, y cuáles son los límites del intervencionismo en países sometidos a dictaduras o al totalitarismo.

En el fondo cómo se compatibiliza el enorme poderío de las potencias triunfantes en la guerra fría que se acumula a partir del colapso de la ex URSS, con el registro de oportunidades perdidas por parte de la alianza transatlántica, en donde la invasión y ocupación a Irak es la demostración palpable del despilfarro  en no aprovechar todo el espacio de poder a su disposición para formar equilibrios y reducir la amenaza de la confrontación en pos de la supremacía.

El  estado mundial de la economía, más el indicador de Irak, ilustran que el desempeño de esta alianza con  EEUU a la cabeza es de un fracaso globalmente gigantesco. No hay dos lecturas frente a un  diagnóstico que es lapidario.

En una de las guerras más onerosas y que más desprestigio le ha causado a EEUU, Irak no obstante ha sido un catalizador del poder de EEUU como la única potencia en el mundo, frente a lo cual se comprobó fehacientemente que no había otra potencia que le hiciera frente, ni tampoco una comunidad internacional o un grupo de naciones u otra alianza que se interpusiera para evitar la invasión o al menos posteriormente reducir el tiempo de la invasión.

La instalación del neoconservadurismo no solo significó la introducción del esquema económico que comienza a colapsar en 2008, sino también la posibilidad del expansionismo de EEUU a niveles impensados a partir de los acuerdos de paz internacional  de la segunda guerra mundial.

Esa posibilidad de expansión basada en la premisa de la supremacía  -descrita como que después del colapso soviético, EEUU debería impedir el surgimiento de otra potencia, -expresiones de Dick Cheney  en un nota de Nicholas Lehman en un The New Yorker del 1ro de  Abril 2002)-, se vio postergada por la brevedad del periodo de Bush padre, impulsor anticipado del nuevo orden mundial y el fin de la guerra fría,  y por el surgimiento de Bill Clinton, y su política exterior ambigua respecto a esa supremacía.

La invasión de Irak cumplió ese invaluable propósito de comprobar la validez de la tesis de que no aceptar que otra potencia se interponga a la supremacía transatlántica, en la cual EEUU hace de eje.  

En definitiva la única alianza que podía evitar la invasión era la que forma parte el propio EEUU y que es en definitiva la que políticamente legitima la invasión y la ocupación a pesar de los pataleos de Francia.

Obviamente el plan y los objetivos de Barack Obama y su gobierno respecto al retiro de tropas en Irak,  frente a l problema principal de la economía son acotados.

La tarea más global y profunda de desprogramar el mundo  del expansionismo y la supremacía por medio de la confrontación, excede el ámbito del propio impulso expansivo (o contraído) por la dominación dentro de las fuerzas políticas de su propio país. 

Se cruza el complejo mundo del capital transnacional experimentando en estas últimas décadas que con el esquema de seguridad y finanzas o libre mercado a ultranza y coerción megalómana quedó el descalabro en las sociedades: estados sin sociedad. 

Se conoce el compromiso de Obama por la no confrontación. Lo que no se sabe con precisión es la latitud de maniobra a su disposición por impulsar los objetivos  de la paz y los equilibrios, considerando el formato de guerra que adoptó EEUU en las últimas tres décadas para conducir la política.

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